“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Como
estamos viendo en estos días, en todos los estamentos, desde los ayuntamientos
hasta el Consejo de Europa la labor de ejercer el trabajo de gobernar es muy
complicada y como es natural el que manda debería de estar rodeado de
colaboradores que deben tener, de acuerdo con sus responsabilidades, cualidades
semejantes a las de su jefe.
La
pandemia complica mucho la ya difícil tarea de gobernar y la persona que nos gobierna
sea en el lugar que sea, debería inspirar una gran confianza, lo que quiere
decir ser competente para desempeñar ese cargo, dedicarse seriamente a esa
misión, cumplir lo que dice, informar con integridad y transparencia, reconocer
con sencillez sus errores y admitir las críticas ponderadas. En nuestra
sociedad nuestros gobernantes reúnen esas condiciones pues los hemos votado por
saber que las poseen, ya que si no fuese así hubiéramos cometido un error al depositar
el voto.
Si
por algún tipo de accidente no fuese de esa manera, advertiremos incompetencia,
ocultamiento de información que el gobernante tiene obligación de comunicar,
contradicción de criterios, falsedades comprobadas…, y entonces la confianza se
convertiría en desconfianza, inseguridad, sospecha de intenciones ocultas…
Y
es que desde siempre ha sido complicado ser un buen gobernante, ya los clásicos
señalaban las buenas cualidades que deben tener los que gobiernan. Por ejemplo, Platón
nos dijo que los gobernantes deberían ser aquellos que estén más preparados
para ello, y que vayan a servir al bien común y a la justicia. Incluso,
recuerdo que sugería que los que se quieran dedicar a gobernar deberían ser
educados para cumplir estrictamente su tarea. Añadía que como principios
generales para tener en cuenta se les exige que sepan discernir entre lo que
esta bien y lo que esta mal. Si a esto se une un don para conciliar a los que
tienen ideas diferentes, armonizar lo diverso, unir las voluntades, tendremos
seres capaces de regir, con el auxilio de las leyes, una poli habitable y
razonablemente feliz.
Aristóteles
por su parte pensaba que el hombre de Estado tiene que reunir tres cualidades
fundamentales: amor a las leyes, ser competente en lo que se refiere al cargo
que ostenta y la virtud y justicia adecuadas. Cicerón tampoco se quedó atrás y
tenía muy claro que el gobernante debe poseer una integridad excepcional, lo
que significa amor a la verdad, no mentir jamás,
rectitud de intención, buscar sinceramente el bien común y no sus propios
intereses, humildad para reconocer sus errores y aceptar las críticas, etc.
Todas
estas cualidades son de suponer, que ahora, nuestros gobernantes las poseen ya
que de lo contrario no hubiésemos avanzado nada durante siglos y, es que estas
cualidades no son algo simplemente conveniente sino necesarias para gobernar
bien. Por eso, si el candidato, aunque haya sido elegido democráticamente, carece de
ellas y nos lo ha ocultado, si llega a gobernar lo hará mal; puede hacer un
grave daño al país en aspectos fundamentales y arrastrar al desprestigio al
partido que representa y a todos los que le votaron. Por eso es importante y
lógico que el que aspira a desempeñar un puesto de alta responsabilidad no
surja "de la nada", sino que haya demostrado ya su valía personal en
otros ámbitos de cierto relieve, de igual modo que en una empresa privada sería
inimaginable que fuera elegido para dirigirla quien no fuera ya conocido por su
idoneidad y competencia.
En
las enseñanzas de los grandes maestros que he señalado encontramos las
cualidades principales de todo buen gobernante. Apoyándonos en ellas podemos
deducir algunos rasgos más, implícitos en ellas.
Además
de la competencia, la integridad moral, el amor a la verdad, el respeto a las
leyes y la humildad, el gobernante debe aceptar el cargo sabiendo que
necesitará un gran espíritu de servicio y de amor a su país, para buscar
siempre lo que más convenga al bien común, por encima de sus intereses
personales. Por lo tanto, debe estar desprendido del poder, porque no debe
buscar mantenerse el poder a toda costa sino servir. Y si no sirve, no sirve,
no es útil.
Es
complicado cumplir con todas esas indicaciones, es difícil mantenerse fiel a esas
formas de un buen gobernante por eso le debemos ayudar, debemos procurar con
nuestro apoyo que puedan cumplir con sus obligaciones que aceptaron al acceder al
cargo y, así podremos llevar todos una vida tranquila y sosegada. Tenemos que
colaborar para que realicen bien su trabajo, y a la vez debemos llamarles la
atención, por los cauces adecuados, si se apartan del fin para el que los hemos
elegido.
Buenos
días.
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