"Sea lo que sea el ser humano, constituye una excepción. Si no es la imagen de Dios, entonces es una excrecencia del polvo. Si no es un ser divino que cayó del cielo, no puede ser sino un animal que perdió la cabeza. (…) El ser humano es siempre algo peor o algo mejor que un animal, y el mero argumento de la perfección de éste no lo afecta. En el sexo, ningún animal es caballeroso u obsceno. Tampoco ningún animal ha inventado nada tan malo como la embriaguez… ni tan bueno como el beber.” (G.K. Chesterton)
Soto de la
Marina --- Soto de la Marina. 29/07/23
Distancia: 12,90
km. Media: 14,01 km/h. Altura: 96 m.
He parado un día
para que me miren un ruido que me hace el nucleó de la rueda trasera cuando
rueda libre. Hace días que lo hace, y en Torrelavega me dijeron que lo tenían
que mirar en un taller oficial de Specialized. En fin, pequeños inconvenientes
que hay que ir resolviendo, si lo pienso todos los días surge alguno.
Existe una
extraña idea que recorre la vida de las personas, y se trata de que los hombres
siempre tendemos a minusvalorar todo lo que nos rodea, incluso minusvaloramos
nuestra felicidad y a nosotros mismos. Si lo pensamos, veremos que no tenemos
una tendencia hacia la soberbia como se podía pensar, sino a una extraña y
peligrosa humildad.
Este es el gran
problema, el mismo problema que tendría un pez si se olvidara del mar o una
vaca se olvidara de la hierba y cada hombre al olvidarse de su propio entorno,
en el sentido más completo y literal, se olvida de sí mismo. Muchos grandes
pensadores en asuntos espirituales se han pasado horas especulando sobre donde
podríamos situar el Jardín del Edén, cuando lo más probable es que, aunque
fuimos expulsados de él, puede que solo se nos privo de verlo y vivamos aún en
él. Son nuestros ojos y sentidos los que no lo ven ni perciben.
Resulta muy complicado
y es una tarea realmente desesperante intentar convencer a los demás de lo
buenos que son, que todos somos en el fondo buenos, y en realidad los grandes
hombres han sido en este aspecto optimistas. Y es que se han indignado no de la
maldad de nuestra existencia, sino de la lentitud de los hombres en comprender
su bondad, en comprender que son buenos.
Por lo tanto, cada
vez tengo más claro, más evidente, que el mundo se halla permanentemente
amenazado de ser analizado mal. Y que esta no es ninguna idea extravagante o
mística y que se puede comprobarse mediante ejemplos sencillos. Las dos
palabras absolutamente básicas para ello son “bueno y malo”, que describen dos
sensaciones fundamentales e inexplicables, no son ni han sido nunca empleadas
con propiedad. Nadie que haya experimentado alguna vez algo bueno lo llama después
malo; en cambio, las cosas que son buenas son llamadas malas por el veredicto
universal de la humanidad.
Pero, me
explicare mejor. Ciertas cosas son malas por sí mismas, como el dolor, y nadie,
ni siquiera un lunático, podría decir que un dolor de muelas es en sí mismo
bueno; pero un cuchillo que corta mal y con dificultad es llamado un mal
cuchillo, lo que desde luego no es cierto. Únicamente no es tan bueno como
otros cuchillos a los que los hombres se han ido acostumbrando. Lo que nosotros
llamamos un mal cuchillo es simplemente un buen cuchillo no lo bastante bueno
para nosotros; lo que llamamos una mala civilización es una buena civilización
no lo bastante buena para nosotros. Decidimos llamar mala a la mayor parte de
la historia de la humanidad no porque sea mala, sino porque nosotros somos
mejores. Y esto es a todas luces un principio injusto.
Ahora bien, me
parece injusto que la humanidad se empeñe continuamente en llamar malas a todas
esas cosas que han sido lo bastante buenas como para hacer que otras cosas sean
mejores, en derribar siempre de una patada la misma escalera por la que acaba
de subir.
Creo que el
progreso debería ser algo más que un continuo eliminar lo anterior, y es por
eso que buscando en las cosas feas de la humanidad siempre hay en todas ellas
algo bueno. Me he dado cuenta también que desde siempre el hombre se ha
dedicado no de manera circunstancial, sino de forma continua a tirar muchas
cosas buenas a la basura. He descubierto
que cada hombre está dispuesto a decir que la hierba verde es algo menos verde
y la nieve de la Navidad algo menos blanca de lo que en realidad son.
Somos así,
cambiamos. Por eso hay que ser un optimista para continuar diciéndole a las
personas como son las cosas en realidad y creer que los vamos a convencer.
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