“Ser mejor equivale a haber cambiado muchas veces.” (J.H. Newman)
Sopelana – Bilbao - Sopelana 01/08/23
Distancia: 20,69 km. Media: 13,22 km/h. Altura: 157
m.
No se ha podido solucionar el ruido en el
núcleo de la rueda trasera, se tiene que cambiar y me dan unos 15 días para que
eso sea posible, y aunque me aseguran que en 2 o 3 mil kilómetros no se va a romper, no las tengo todas conmigo, así que terminaré el Cantábrico y no
entraré en Francia. Un cambio de recorrido que no representará ningún
inconveniente importante salvo un poco más de montaña.
Me viene ahora a la mente esa frase que
hemos dicho y nos han dicho en más de una ocasión; “no cambies nunca”. Y, vaya
por delante que creo que un poco escondido, pero hay algo de verdad: nadie
puede ser feliz si no se acepta a sí mismo. Nuestra vida pasa por nuestras
virtudes y defectos, estatura, origen social, inteligencia, etc. Igualmente,
porque por muchos defectos que alguien tenga, siempre será capaz de amar y digno
de ser amado.
Sin embargo, podemos tener un problema
con esa frase si la interpretamos como el: “ser o no ser” de Hamlet. Como si no
tuviésemos la capacidad de cambiar nada en nosotros, llevándonos a una pasividad
que nos hace confundir aceptación con resignación y animándonos a la pereza. Es
la excusa perfecta para terminar con un “es que soy así” toda ocasión en que
alguien hace ver su mezquindad y, con ello, no dejando otra a los demás más que
el tolerarle cualquier cosa. Aunque, a decir verdad, quizás lo suyo sería
decirle: “pues eres un estúpido y sí podías esforzarte un poquito por cambiar o
crecer”.
Creo que hay algo en el alma humana que empuja a superar los propios límites. Como que su meta espiritual es pelear, aspirando a alcanzar lo inalcanzable. Hay algo que siempre nos empuja hacia arriba, una especie de anhelo que nos hace aspirar a ser más. Hay una esperanza de dicha que hace que no nos importe la felicidad que se consigue, sino la que se nos promete y nos esforzamos en buscar.
En definitiva, sólo desde la aceptación
de uno mismo se puede aspirar a una vida feliz, pero no para quedarse ahí
sentado de brazos cruzados, sino para poner con firmeza los pies sobre la
propia realidad con miras a superarla y saltar bien alto desde ella.
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