“La amistad es innecesaria, tal como la filosofía, como el arte. No tiene ningún valor de supervivencia; más bien es una de esas cosas que da valor a la supervivencia.” (C.S Lewis)
Oriñon ---
Sopelana. 31/07/23
Distancia:
50,60 km. Media: 12,68 km/h. Altura: 819 m.
Si me llegan a
decir hace unos años que mi paso por esta vida me iba a llevar a realizar estos
viajes, creo que me hubiera echado a reír. Y sin embargo, aquí estoy, sin
heroísmos, echando horas a la bicicleta, con toda la paciencia que mi inquietud
y mi ímpetu me permiten, y tranquilamente aceptando que mi misión en esta vida
debe de pasar por esto.
Si hablo de
misión, estoy hablando del sentido de la vida. Y es que reconocer que se tiene una
misión dice mucho de nuestra identidad, de nuestros origines, de mis sueños y
del por qué hago las cosas. En un principio, nos dice que te tomas en serio
aquello que haces. O sea, que eres capaz de enfocar tus intereses en pro de una
dedicación más grande a aquello que te apasiona. Y de hacer con más alegría
aquello que toca hacer aun sin ganas.
Los auténticos
apasionados por la vida que he conocido han sido personas con una tarea que
hacer en esta vida. A pesar de que esto suena rimbombante, las misiones no
suelen ser por lo general grandiosas. Una misión se caracteriza por ser
precisa, concreta, a veces con nombre y apellidos, siempre uniendo el día a día
con la utopía.
Todos esos
objetivos son más o menos concretos. Pero conviene no confundir estos objetivos
con una ambición o una meta personal. Lo que le da valor a la misión es el
esfuerzo por responder a la necesidad de otros. Todo ello configura un modo de
vida que llamamos de “servicio”, donde las aptitudes personales se unen a las
exigencias de la realidad para darle un valor añadido al tiempo empleado y a la
tarea en sí. La recompensa no es tanto un resultado positivo como el
sentimiento de plenitud por haber entregado nuestro esfuerzo.
A poco que
estemos atentos descubrimos que nuestro mundo está lleno de causas por las que
merece la pena luchar. Pero no todas tienen que ser para nosotros. Quizás tal
vez no tengas aún claro a qué vas a dedicarte en la vida aunque quieras dejar
tu huella en este mundo. Y sientes el deseo de entregarte con generosidad,
huyendo de la comodidad. Puedes empezar por pensar que tener una misión es para
todos, no para unos privilegiados. Pero hay que dejar de imaginársela como algo
espectacular o como una autorrealización personal. Empieza por abrir los ojos,
por escuchar y por sentir: la misión está ahí esperándote a que te arremangues
la camisa, a que te unas a muchos otros apasionados y a que sirvas con alegría.
Yo, mientras, a seguir pedaleando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario