“Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos” (G. K. Chesterton)
Por primera vez las ruedas de la Diverge dejaron de pisar asfalto, la saque a pasear por el campo, sobre todo por la montaña y, estuvo bien, aunque tengo que mejorar en lo relativo a las presiones de las ruedas y acostumbrarme a los frenos de disco.
Hay que acostumbrarse, y hasta ese momento se sufre más
en la montaña, al menos a mí me cuesta más circular por caminos y pistas con
piedras, sufrir, sufrí. No está mal sufrir un poco de vez en cuando, al menos
si se hace controladamente. A veces, después de una excursión dura, me asalta
la pregunta de si es razonable buscar un sentido al sufrimiento.
Parece claro que si quiero mejorar me tendré que sacrificar
y, ese sacrificio siempre me va a costar un esfuerzo y muchas veces producirá
sufrimiento. Sin embargo, es fácil entender el sentido de ese sufrimiento ya
que me va a conducir a una mejora.
Con el resto del sufrimiento humano cuesta más encontrarle
un sentido; enfermedad, muerte, desastres naturales y no tan naturales. No
estoy señalando si puedo disminuirlo, sino; qué sentido tiene esa situación en
la que todo mi esfuerzo para disminuirlo o evitarlo ha llegado a su fin. En
efecto, ¿qué sentido puede tener algo que no quiero, que nadie puede querer
para sí mismo?
Al fin y al cabo, el sufrimiento suele ser normalmente un
sin sentido. Todos tenemos miedo a sufrir, y la misma pregunta sobre el sentido
del sufrimiento ya se atisba un sin sentido.
Hoy en día da la impresión de que no se sabe qué hacer ni
qué decir delante del sufrimiento. Sólo se intenta evitarlo, y, como no se
consigue hacerlo del todo, se silencia hasta la interpretación de su sentido,
un ejemplo extremo lo encontramos en la eutanasia. Ahora se crece con muy poca
tolerancia a la frustración. Y así, al evitar todas las estrecheces nos
incapacitamos para disfrutar de los grandes horizontes: somos por eso menos
felices, tenemos menos alegría. Se intenta ocultar la muerte, pero no se enseña
a morir.
Podemos encontrar varias respuestas para el sentido del
sufrimiento: por ejemplo, la de que ni siquiera deberíamos plantearnos el
sentido del sufrimiento, porque el sufrimiento es algo que pertenece a la
naturaleza, y que se considera necesario, así que ante el dolor sólo cabe la
resignación.
Otra respuesta para evitarlo podría ser, aceptarlo como
algo que no puedo cambiar, llegando a la apatía o la impasibilidad. En la práctica
es una respuesta difícil de poner en práctica, sobre todo ante un dolor intenso.
Pensando de esta manera sólo nos quedaría la salida del suicidio, pero claro,
entonces se destruiría lo que se quería respetar: la persona tal como es.
Otra forma es intentar suprimir el sufrimiento anulando
nuestra voluntad, el yo, que es el origen de la voluntad y de la libertad.
Si repasamos las respuestas anteriores nos daremos cuenta
de que no son en realidad respuestas al sentido del sufrimiento, sino intentos
fallidos de suprimirlo.
La única respuesta que creo más acertada es la que se podría
resumir así: el sufrimiento tiene sentido sólo si todo tiene sentido. Ya sé que
esto no elimina todo el misterio del sufrimiento ante lo que, a nuestros ojos,
parece que no tiene sentido.
No es sencillo, es más, muchas de las veces es imposible
encontrar ese sentido, sin embargo, si sabemos que lo tiene nos va enseñando, o
nos ha enseñado, cosas que nos son valiosas para nuestra vida: ordenar nuestros
valores, darnos cuenta de que muchas cosas pequeñas son importantes, no colocar
nuestros objetivos en el éxito profesional, preocuparnos más por los que nos
rodean.
Entonces, aunque no sea capaz de ver en el momento que
sufro, un motivo, tengo el consuelo, me consuela saber que tarde o temprano lo
encontraré, así el sufrimiento es consuelo. Sin embargo, esto presenta un
problema, si bien yo puedo buscar un motivo y por lo tanto puedo tener un
consuelo, ¿qué sucede con los que no pueden? Por ejemplo, los niños pequeños, esto
amplía el misterio del dolor.
Lo que soluciona el problema no es esquivar el
sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la adversidad
que estamos padeciendo y encontrar en ella un sentido. Ante tanta dificultad
para encontrar una respuesta clara al sentido del dolor, sólo puede existir una
solución; el sentido del sufrimiento sólo puede existir si no tiene la última
palabra, porque nos abre las puertas a una Vida nueva, donde ya no hay
sufrimiento alguno.
Buenos días.
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