“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).
Con la excursión del lunes, doy por terminado el rodaje de la Diverge y, aunque no he conseguido llegar a los 1000 kilómetros, sé que todo ha funcionado bien y no he tenido ningún problema, salvo los normales de acostumbrarme a las manetas del cambio y a los frenos de disco, a los que a día de hoy no estoy del todo habituado, aunque supongo que kilómetros tendré para familiarizarme.
La próxima vez que me suba a
la Diverge ya tendrá los portabultos y comenzará otra fase, una fase en la que
le colocare el timbre, las luces, el soporte para el móvil y la banda
antipinchazos y, seguramente una bolsa en la barra del cuadro, aunque esto aún
lo tengo que pensar un poco más.
Seguramente a medianos de
enero ya estará lista para viajar y será una parte importante del hasta ahora
“imaginario” viaje a Nordkapp. Un viaje al Castillo de Cullera con las alforjas
será el principio de la cuenta atrás.
He repetido muchísimas veces
la cita de Chesterton que encabeza esta entrada, y no quiero cansarme de repetírmela,
para que me recuerde entre otras cosas que viajar no es sinónimo de felicidad
ni de audacia, ni que sea necesariamente algo positivo.
Ya sé que existe la idea de
todo lo contrario, de que se repite sin parar que: es de sabios viajar pues se
así se exprime la vida; que viajar es una forma de combatir la rutina y exige
que la novedad de lo desconocido nos sorprenda; viajar es de personas cultas
que así absorben el arte y las tradiciones de otros lugares. Parece como si no
se concibiera que alguien prefiera disfrutar de lo cercano, de lo cotidiano,
que dedique sus vacaciones a cuidar tranquilamente de su familia, a leer, a
cuidar su casa… Y ello porque hemos asumido que el que no viaja no quiere
abrirse al mundo y prefiere quedarse encerrado en su vida cotidiana.
Para mí, viajar no es ni bueno
ni malo, como tampoco lo es el progreso en sí mismo. Es cierto que mucha gente
importante e inteligente, fue y lo es actualmente viajera, aunque la considero
más como itinerante. Van de un lugar a otro, sin residencia fija, no se hacen
selfis ni suben historias a Instagram, y seguro que también descubren muchas
cosas que no conocían, y que les gusta eso de estar con gente nueva, no caer en
la rutina y conocer sitios diferentes. Probablemente, hasta en algunas ocasiones
hacen turismo. Otros días, supongo que se cansan y anhelan la tranquilidad y la
familiaridad de su hogar.
Pero el viaje o esa
itinerancia tiene o debe tener un sentido. Viajar porque se tenga un mensaje
que transmitir, una misión que cumplir, unos conocimientos que adquirir… Y tú,
¿por qué viajas? Y, si no lo haces ¿por qué te quedas en casa? Lo importante es
que encontremos la respuesta por nosotros mismos y no que otros lo hagan en
nuestro nombre.
¿Viajamos para tener algo que
contar o lo hacemos para crecer, para mejorar? Selfis, historias en instagram o
facebook, likes, me gustas, buscar la mejor foto, subirla a todas las redes,
comprar muchos recuerdos, mostrar el viaje perfecto, experimentar un sin fin de
experiencias... y luego, ¿que nos queda de esto?, ¿tiene sentido viajar así?
Tenemos la suerte de poder
viajar, no con la libertad de antes del covid-19, de conocer otros países, de
ver y experimentar otras formas de vivir la vida; sin embargo, en ocasiones
solo consumimos turismo. A veces en los monumentos solo buscamos el mejor selfi,
lo que nos obliga a visitar las ciudades a través de las pantallas de nuestra cámara.
Sin embargo, quizás cuando
viajemos deberíamos atrevernos a cerrar nuestras pantallas y desconectar el
wifi, los datos.... conectándonos así nuestro interior y preguntarnos qué hacen
y porque se construyeron estos monumentos, no ver solo las particularidades de
cada zona y de sus gentes sino saber el porqué de todo lo que vemos, y así, tal
vez, sería más fácil contestar a la pregunta de ¿por qué viajo?
Cuando viajemos tratemos de
tener más conversaciones y menos fotografías; tratemos de dejarnos empapar y
transformar por la cultura que visitamos, y preocuparnos menos de comprar
tantos recuerdos materiales; busquemos más silencio y menos ruido; más
experiencias humanas y menos likes en nuestras redes; más llenar el corazón de
nombres y personas, y menos buscar vivir la experiencia de moda o lo que la
sociedad nos exige; ojalá busquemos con intensidad más tiempo tranquilo para
pensar y tengamos menos actividades...
El viaje cambiaría radical y
sencillamente si todas las noches fuésemos capaces de sacar un rato para
pararnos a poder ver tranquilamente el recorrido del día y buscar toda novedad
que hayamos descubierto.
Porque quizás viajar consista
simplemente en tratar de ir disfrutando y descubriendo el maravilloso mundo que
nos ha sido creado Por eso, desconecta el wifi del móvil y conéctate a lo
importante ¡No viajes para hacer check, viaja para crecer!
Buenos días.
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