Una “escapada” más con la Diverge, con la intención que ir cogiéndole el “tranquillo” y realizarle un rodaje de alrededor de 1000 km antes de hacerle una primera revisión y ponerle los portabultos.
Después, empezaremos las pruebas con las alforjas para
dejarla preparada para viajar.
Como es de suponer, en ese camino aparecen preguntas y
dudas acerca de muchos aspectos que están relacionados con el próximo viaje, no
solo como se comportara la bicicleta sino también como me comportare en una
experiencia tan larga. Surgen preguntas también sobre aquellas cosas que ya
daba por resueltas y me sumergen de nuevo en la labor de comprobar si las
soluciones que encontré continuaran funcionando.
Pero con el tiempo
he descubierto que estas “crisis” aparecen especialmente cuando percibo que se
acerca algo importante. Son como un toque de atención que me permite estar más atento
al viaje y a sus preparativos.
Esto me lleva a que, casi me alegre de estos momentos de
“crisis”, estas pequeñas dudas hacen que ahora sea muy fácil ver la solución,
que lo que ahora es una piedrecita en el zapato fácil de quitar, no se convierta
con el roce, durante el viaje con la sensación de ser mucho más grande y
afilada, que me impida avanzar.
Todos tenemos nuestras prioridades en nuestra forma de
viajar, y sin darnos cuenta las tenemos ordenadas, distinguimos lo importante
de lo superfluo y todas las cosas que llevamos o hacemos tienen su nivel de
prioridad. Es normal que nadie las ordene en una lista por orden de importancia,
mientras sólo tengamos que decir esto es importante y esto otro no lo es, todo
va bien.
Pero en la práctica a veces no es tan fácil. Aunque la
idea de ordenar las prioridades no parezca normal, los viajes y la vida están
llenos de situaciones que chocan, y hay que elegir por orden de prioridad. La
dificultad que se nos presenta con la práctica es que consiste en hacer, que es
más difícil que hablar. Resulta que mientras hago una cosa, no puedo hacer otra
y no hacer algo también es una opción. Para complicar un poco más las cosas, en
la práctica se mezcla lo importante con lo urgente, y todo puede llegar a ser
un auténtico lío. A poco que repasemos lo que hemos hecho, descubrimos que muchas
veces hay una incoherencia entre lo que decimos en teoría y lo que hacemos en
la práctica.
Cuantas veces no hemos visto como nuestras prioridades
van cambiando durante un mismo día, cuantas veces no nos ha sucedido que íbamos
a la compra de algo necesario para la cena y durante el camino nos entretenido en
mantener una charla con un amigo que nos ha hecho llegar al supermercado antes
de que cerrará. Cuantas veces al llegar a la tienda y encontrarla cerrada no
hemos dicho, tampoco era tan importante, peor hubiera sido un accidente por ir
con prisas. ¿Qué hemos hecho? Acudir a la salud, decir que la salud es lo más
importante o recurrir a la familia que también es muy socorrida en estos caos,
para al final hacer lo que nos apetecía.
O sea, que parece que la clave en el orden de
preferencias puede estar en decir que lo más importante soy yo y lo que me
apetece en cada momento, así no habría incoherencias por ningún sitio.
Podemos tener en nuestro pensamiento nuestras prioridades
e ideales, y tenerlos ordenados, pero muchas veces no somos capaces que
conectarlos con nuestra vida diaria. Podemos, y a veces lo hacemos, poner la
excusa de que la mayoría de las cosas cotidianas no tienen importancia. Pero
salvo que no tengamos un accidente que estropee nuestra salud, esas pequeñas
cosas son las que constituyen nuestra vida, y es ahí donde nos jugamos nuestra
autenticidad.
La solución puede estar en realizar un cambio de
perspectiva. ¿Qué pasaría si me preguntase sobre la importancia que algo tiene
para el otro? ¿Era importante para mi amigo contarme su situación? Sí. Si lo del otro empezara a importarme de tal
manera que llegara a ser prioritario para mí, si el otro pasara a ocupar un
hueco en mi vida de igual a igual… descubriría que hay una forma más humana de
priorizar.
En fin, buenos días.
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