“Si encuentro en mí mismo deseos que nada en este mundo puede satisfacer, la única lógica explicación es que fui creado para otro mundo.” C. S. Lewis.
Con
el ajetreo y el lio que hay montado con la sexta ola de la covid-19, ayer no
fui consciente del día en que me encontraba hasta pasado el mediodía, si ayer fue
28 de diciembre, el día de los Santos Inocentes.
Cuando
era joven y nos hacíamos inocentadas, y buscábamos las noticias falsas en la
radio, en la televisión y en los periódicos, no hubiera imaginado que muchos
años después, ya entrado el siglo XXI este día se vinculara a los niños muertos
por el aborto, por las fecundaciones in Vitro, por la píldora del día después, por
los anticonceptivos abortivos… sino que era la fiesta de aquellos niños que
murieron a manos de Herodes.
Y, me
surge la pregunta: ¿Es acertada esta vinculación? Pues pienso que sí. Está
claro que cada aborto lleva consigo un motivo diferente: el padre se
desentiende y la madre se siente sola y cae en la desesperación, porque el niño
está enfermo o va a tener una discapacidad o un síndrome, porque no es momento
y no estaba planificado o porque la situación laboral no es la apropiada… Sin embargo,
todas tienen algo en común, un niño no va a nacer, se le va a privar de la
vida.
Tenemos
además otro problema añadido, un problema que dificulta cualquier tipo de
solución, y es que hemos llegado a un punto en que les dices a las personas que
pueden hacer algo para remediar esa muerte; ¡que es un niño que no va a nacer!,
y no les importa, les da igual. ¿Cómo solucionamos esto?
No sé
si será la cultura de la muerte que está inundando las mentes y los corazones
de las personas, no lo sé, pero sea lo que sea no tiene buena pinta. Si además
añadimos unas campañas y propagandas que alimentan una animadversión a la maternidad
y, que se convierte en un menosprecio del ser humano, todo se complica en
exceso.
Esa
mentalidad no va a cambiar de la noche a la mañana, no lo va a hacer, por mucho
que lo pensemos y deseemos. Ya me gustaría, con un clic que cambiaran esa forma
de pensar, pero eso no va a suceder y no sería una buena forma de actuar y no
es esa mi manera de actuar, las cosas se tienen que hacer de otra manera.
Porque
de lo que se trata no es condenar a los abortistas y a los que los apoyan, no
quiero eso, sino convencerlos de que están equivocados, que comprendan el error
que están cometiendo. Ayudarles a rectificar.
En
fin, acordémonos, aunque sea un día después, de los niños abortados como
mártires que son de la cultura de muerte, pero acordémonos también de aquellas
otras víctimas que están aquí con nosotros y que necesitan comprender y
entender.
Y es
que en todo aborto existen, al menos, dos víctimas. Quien no ha nacido y la
madre. Y encuentro triste que se quiera utilizar un discurso de liberación para
enmascarar el drama. Hay personas que defienden que lo que está en juego es la
libertad de la mujer para hacer con su cuerpo lo que crea más oportuno y
conveniente, olvidando que ya no se trata solo de su cuerpo, sino de otra vida
distinta, que ha comenzado un lento proceso de la transformación en su interior.
Lo
que encuentro a faltar en esa forma de ver el aborto es que olvida que la
realidad del aborto deja, al menos, dos víctimas, y soy consciente de que esto
es simplificar mucho, pues, por ejemplo, faltaría aquí otra reflexión sobre la
pareja a la hora de decidir. Pero, como digo, hay dos víctimas. Primero, la
vida de quien no llega a nacer. Y otra, la de la madre.
La
madre es una víctima si es que toma la decisión de abortar presionada por un
contexto difícil, por expectativas complejas, por una situación personal,
familiar o social tan exigente que parece no dejarle otra salida. Víctima si ni
quienes le piden seguir adelante, ni quienes le ofrecen el camino de no hacerlo
le abren alguna puerta distinta que permita que esa nueva vida venga al mundo
sin plantear problemas que no se pueden asumir. Víctima, quizás, de una
sociedad que trivializa y quita trascendencia a las grandes decisiones de la
vida, prometiendo un olvido y un pasar de página que en realidad no es tan
fácil.
Y aquí
esta el reto, encontrar las formas de ayudar a las mujeres y a las parejas en
situaciones complicadas a defender la vida.
Buenos
días.
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