sábado, 22 de mayo de 2021

Tolerancia.

     Desde hace días estoy viendo cómo se está malinterpretando la tolerancia. Me gustaría recordar que no se trata de ninguna virtud. Puede ser, tal vez, una debilidad amable. Es muy común la confusión de ideas en estos días, en los que para muchos es una virtud y que se piense que estamos alabando a una persona cuando la estamos denominando de tolerante.

Tolerancia, si nos fijamos un poco, viene a significar consentimiento. Y consentir algo es aceptarlo o permitirlo, aunque uno no esté de acuerdo con ello. Y, con demasiada frecuencia sirve para esconder los motivos reales por los que se consiente: indiferencia y cobardía. De la tolerancia podríamos decir que es, en el fondo, la forma más baja de colaboración. Y está claro que, justamente por eso, tenemos una responsabilidad personal, pues al fin y al cabo lo que toleramos es lo que consentimos.

Por lo tanto, quien tolera el mal se hace cómplice. Puede demostrarse claramente que la tolerancia no puede ser una virtud, porque no existe ninguna virtud que contradiga básicamente la esencia de otra virtud. El sentido del ahorro y la generosidad sólo son contrastes aparentes y pueden muy bien ir juntos. La verdad, en cambio, es esencialmente intolerante. La verdad crítica todos los demás resultados de esta suma: dos y dos son cuatro. Sólo acepta cuatro; y tampoco admite que el cinco sea número par.

Otra confusión que veo muchas veces es la de pensar que la tolerancia y el consentimiento son como la paciencia, como esa paciencia que existe junto con el amor. La tolerancia nada tiene que ver con el amor, aunque muchas veces la confundimos con él.  

El amor y la paciencia, no toleran la maldad, lo torcido, por indiferencia, sino que se dirigen a mejorar a la otra persona, respetando la libertad de su conciencia incluso cuando hace algo que es de por sí erróneo o malo, un ejemplo clásico es el de dejar crecer las malas hierbas hasta el momento de la cosecha, para evitar que al quitar la cizaña pueda arrancarse también el fruto bueno.

Con todo esto no estoy defendiendo precisamente la intolerancia en sí. Pues como siempre hay que buscar un equilibrio, lo contrario de un chichón en la frente es un agujero en la frente, y esto último tampoco es muy agradable.

Buenos días.

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