sábado, 29 de mayo de 2021

La voluntad de viajar.

 “Dicen que los viajes ensanchan las   ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).

Una vez más hemos realizado los cambios que suelo hacer en la bicicleta cuando voy de viaje. El manillar y la tija de una talla menos, y esta vez le he cambiado también las manetas de freno, los cables, las zapatas y las fundas nuevas, ya sé que la cinta de manillar blanca es muy sucia, pero hace años que la tenía y la he usado, además tiene una parte positiva, y es que no se calienta tanto con el sol como les pasa a las más oscuras.

No le había quitado los porta paquetes, así que un poco menos de trabajo he tenido, aunque he repasado toda la tornillería, en fin, vestida para viajar.

Lo que nos lleva a la conclusión de que nos vamos, pues si, nos vamos, “si Dios quiere” la segunda semana de junio.  

Una excursión corta, de una semana, por los montes Universales para recorrer los nacimientos de ríos tan importantes como el Tajo y el Júcar, además del Cuervo y del Gabriel. Para ir “calentando motores” para después de la segunda dosis de la vacuna anti-COVID 19.

Se suele decir que “el habito no hace al monje”, pero lo que está claro es que lo distingue, que no es poco, ahora la bicicleta se ve y se siente viajera, solo se necesita colocarle las alforjas y lista. Shakespeare me parece que dijo que el traje revela a la persona, de ahí que ahora sea viajera. Lo que nadie duda es que la bicicleta la hace más o menos viajera no su vestimenta sino el viajero que la conduce. Si el ciclista es un viajero su bicicleta, sea como sea, también lo será.

De alguna manera, el conjunto “bicicleta–ciclista” debe tener un poco de arrojo para formarse como cicloviajero. La primera vez que el “conjunto” se siente cicloviajero no se lanza a grandes recorridos. Intenta primero no alejarse mucho de casa; luego regresa y se lanza de nuevo un poco más allá, y así cada vez va más lejos, hasta que se siente seguro y sabe que puede enfrentarse a los pequeños inconvenientes que le pueden aparecer, y entonces se pone a soñar, a imaginar en los mapas hacia donde quiere dirigirse. Y llega el día en que se aventura a recorrer los caminos más lejanos, siendo como es un conjunto tan sencillo y pequeño.

Pero nadie se hace capaz de subirse en una bicicleta y viajar súbitamente, sino con el ejercicio esforzado de la voluntad. Y es que la palabra voluntad procede del latín “voluntas-voluntatis”, que significa querer. Es un acto deliberado, de orientarse con decisión hacia algo que se considera positivo y valioso. Es tener un anhelo, una aspiración. Es una determinación o decisión firme por algo concreto. Es una acción o puesta en marcha de toda nuestra personalidad para alcanzar aquello que se quiere.

La voluntad también nos mueve a no hacer o no buscar tantas cosas que nos perjudican. Especialmente hay que rechazar esa tendencia tan de moda a hacer solo lo que nos apetece, lo que nos gusta o lo que nos pide el cuerpo. En ese vencimiento de cosas pequeñas se forja la voluntad: en hacer en cada momento lo que se debe hacer, aunque cueste.

Llegados a este punto sería interesante ver la diferencia que existe entre el desear y el querer. Entre desear ser un cicloviajero y querer serlo. El desear sería pretender ser cicloviajero desde el punto de vista afectivo o sentimental, pero de forma superficial. Este deseo, que tiene sus raíces en el plano sentimental, no conduce a nada o a casi nada. No saldremos de casa.

El querer subirse a una bicicleta, cargar las alforjas y empezar a pedalear, sin embargo, es más racional. Nace de analizar y evaluar todo lo que ello significa, ver donde se encuentran sus valores e ideales, y esto nos conducirá a conseguir un día estar viajando.  

Pero ese proceso implica varias cosas, por ejemplo, conocer el objetivo que pretendemos alcanzar viajando con la bicicleta. Hay que detenerse a pensar y concretar de forma clara lo que se pretende conseguir. Tener una motivación, una ilusión por algo sugerente y atractivo que nos empuje a pelear para conseguirlo. Parece claro que desde la indiferencia no se puede tener voluntad para nada.

La motivación consiste en tener razones o causas o motivos para hacer una cosa. Estas razones o motivos nos arrastrarán con su fuerza hacia los ideales y objetivos. La ilusión es la esperanza acariciada por la imaginación que proporciona alegría y buen ánimo para llegar hasta el final en los propósitos.

Sin duda se tiene que reflexionar o analizar tranquilamente cuales son los medios y los fines. ¿Compensa hacer todo esto? ¿Vale la pena esforzarse por conseguir ese proyecto?

La base para favorecer nuestra fuerza de voluntad tal vez esté en esos pequeños esfuerzos que hay que realizar cada día. No se consigue la voluntad haciendo un acto heroico en un momento determinado, sino logrando pequeños vencimientos, con constancia, un día tras otro sin abandonarse.

Una voluntad fuerte es esencial para subirse a nuestra bicicleta y empezar un viaje.

Buenos días.

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