“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
En
alguna ocasión en la que he realizado un gran esfuerzo físico me he cuestionado
si es bueno para mi cuerpo llevarlo hasta tales extremos. A veces nos
encontramos o creemos que tenemos la necesidad de realizar un gran esfuerzo
para llegar a un lugar, para terminar una etapa en un sitio determinado, un
esfuerzo que nos puede conducir a la extenuación.
La
duda de hasta donde puedo llevar a mi cuerpo me surge muchas veces, ya que soy
de la opinión de que debemos estimarlo y honrarlo, por lo que no debería
maltratarlo. Por tanto, debo evitar también todo tipo de vicios y malos hábitos
que puedan hacer mal a mi salud y por lo tanto perjudicarlo.
Muchas
veces hemos comentado que la gran mayoría por no decir todas las formas de
vicios terminan por afectar a la salud y que es necesario utilizar esa rara
virtud, por ausente hoy en día, de la templanza que es la que nos ayudara a
evitar toda clases de excesos.
¿Controlamos
la dureza o la longitud de nuestras etapas en un viaje? ¿Ponemos en peligro
nuestra salud y seguridad? Hay que pensar que no es lícito poner la vida y la
salud en riesgo sin necesidad, sólo por el deseo excesivo de la aventura.
Quisiera
recordar que la vida y a salud física son bienes que tenemos y que debemos cuidar
de ellos racionalmente. Lo que nos lleva a que conjuntamente es necesario
cuidar de la salud mental. Pues si no tenemos una vida lo suficientemente
equilibrada podemos buscar, para compensar nuestras frustraciones y carencia afectivas,
retos o esfuerzos demasiado grandes para nosotros.
Si
por un lado es necesario cuidar del cuerpo para poder disfrutar del cicloviaje, es
importante también no concederle un cuidado exagerado. Y, si piensas
como yo que tenemos alma, serás de la opinión de que el alma es más importante
que el cuerpo; éste un día morirá, pero el alma es inmortal.
Cuidar
del cuerpo y la salud es algo importante y necesario, pero caer en el error del
culto exagerado del cuerpo, como si fuera más importante que el espíritu, es un
error que pone al hombre patas arriba.
A
partir de este criterio, las situaciones concretas se deben valorar en cada
caso. Para eso está la prudencia, la sensatez, que permite juzgar cuándo
estamos ante una cosa o la otra, ante lo razonable o ante lo que no lo es.
Sin
embargo, sí que se pueden señalar algunos límites, cuyo traspaso significaría
que no tenemos situada esta cuestión en su justo lugar. El primero podría ser
que una etapa o un viaje deja de ser razonable cuando nos debilita en nuestro
normal funcionamiento, de forma que se note ese debilitamiento. Supondría
sacrificarnos más de lo razonable por un viaje, y quizás podría suponer un
riesgo para la salud sin motivo que lo justifique.
Podríamos
añadir un segundo, lo encontramos cuando no aceptamos a nuestro cuerpo como es.
No se trata, evidentemente, de que no se quiera mejorarlo en el futuro; más
bien consiste en que se rechace como se encuentra en el presente. Esta actitud
es el origen de muchas obsesiones e incluso de algún trastorno serio al querer
ponerse en un estado de forma determinado para emprender una aventura.
Eso,
claro está, no significa que, en la sociedad de nuestros días, que en general
come mucho y se mueve poco, un moderado entrenamiento no venga bien a muchos
cicloturistas para disfrutar más del viaje.
Y,
en esto estamos.
Buenos
días.
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