Cuando hablamos de acertar al tomar una decisión, se supone que se ha tomado una buena decisión, que no hemos elegido mal. Sin embargo, existe una pregunta obligada que hay que hacer, ¿Qué razonamientos utilizamos para establecer qué es lo bueno y qué es lo malo?
Una
pregunta sin duda interesante, que nos lleva desde mi perspectiva, por dos
diferentes caminos, y que nos conducen a dos diferentes lugares. Dos caminos
opuestos y absolutamente incompatibles. Uno de ellos, el de una moral que
depende del querer del ser humano y el otro el de una moral realista.
Intentare
explicarlo en qué consiste cada uno según mi punto de vista.
En la primera forma podemos ver que claramente existen dos posibilidades, que nos sea impuesto lo que es bueno y lo malo por alguien a través de algún mecanismo de coerción o que sea cada uno quien lo decida. O sea, en la primera posibilidad, no existe una razón de fondo para decidir qué es lo bueno y qué es lo malo, depende únicamente de lo que decida una autoridad y no tiene por qué ser razonable. Lo hemos visto en expresiones: “no lo hagas porque es pecado”, “no tiene por qué ser lógico: es pecado y punto”. O en un contexto más general: “hay que hacerlo porque lo dice la ley”, sin reparar si su contenido es justo.
Aquí
lo que hemos hecho es analizar una postura moral según la cual lo bueno o lo
malo de algo depende exclusivamente de lo que dice la autoridad. No hay una
razón de fondo: algo es así porque alguien lo dice y punto.
La
segunda posibilidad está muy relacionada con la anterior y que nos viene a
decir: la moral depende de cada uno. Si vemos como el bien o el mal dependen
exclusivamente del querer de una autoridad puede llegar a sentirse como una
imposición. Entonces, uno termina fácilmente asumiendo que lo que está bien y
lo que está mal depende entonces del querer personal. Cada persona, haciendo
caso de los criterios que considera más relevantes, establecerá para sí el bien
y el mal. Crea para sí sus propias normas, sin interferencia de los demás. Cada
uno es dueño del bien y del mal, más o menos como el Superhombre que nos
mostraba Nietzsche.
No
se establecen criterios objetivos para decidir qué está bien y qué está mal, depende
del querer de alguien: de alguien con autoridad, o de cada uno.
Veamos
ahora el otro camino, una moral realista, una postura realista. Que nos dice
que lo que está bien y lo que está mal no va a depender de ninguna persona,
sino que establece teniendo en cuenta su naturaleza. Pasamos de una forma de
pensar subjetiva a una objetiva.
Veamos
un ejemplo, ¿Qué es “bueno” para las aves? En atención a su naturaleza, volar.
De igual modo, el bien y el mal para el ser humano se deberá explicitar a
partir de lo establecido en su naturaleza.
Entonces, ¿Qué será bueno para alguien? Aquello que lo perfeccione en cuanto ser humano. ¿Y
qué será malo? Aquello que lo aleje de dicha perfección.
Vista
así, la postura realista marca un camino de mejora. Será bueno aquello que a
uno le haga bien en cuanto ser humano, aquello que lo haga ser una mejor
persona. Y será malo aquello que lo dañe en cuanto ser humano, aquello que lo
corrompa, aquello que no lo deje ser una mejor persona.
Estoy
hablando no de gustos o preferencias personales, sino de aquello que
perfecciona o estropea a la persona teniendo en cuenta su naturaleza. Vista así
la moral, los criterios para establecer lo bueno y lo malo están inscritos en
la naturaleza del propio ser humano, y deben ser conocidos a partir de esta.
Es
decir, algo que es característico de la moral realista es que uno no solo puede
saber qué es lo que está bien y lo que está mal, sino también por qué algo está
bien o está mal.
Pongamos
un caso bastante claro que casi todos hemos experimentado alguna vez y que
tiene que ver con la sexualidad. Recordemos que la persona ha sida hecha para
amar y que está ya en nuestra propia naturaleza, y no depende de nuestro deseo.
Entonces, ¿Cuál es el criterio para establecer qué es lo bueno y qué es lo
malo en materia de sexualidad?
Ese
criterio nos lo dará el amor. De amor no entendido como un sentimiento, sino
como la decisión de buscar el bien y lo mejor para la otra persona. Buscar lo
mejor y el bien de la otra persona, no usar a la otra persona en busca de
nuestro bien. Se entiende la diferencia.
Coger
la dirección del amor va a perfeccionar a la persona, la llena. En cambio,
elegir el camino del uso la va a corromper, lo dañara y lo alejara de su perfección.
En
fin, el tema del bien y el mal nos daría y de hecho nos da para muchas paginas
y conversaciones, muy difícil de resumir y de explicar, y sin embargo nos exige
una respuesta cada día.
Podemos
decir, para terminar hoy, que el bien no es lo que me conviene o no me
conviene, lo que me gusta o no me gusta, lo que la mayoría opina o lo que todos
hacen, sino algo que existe independientemente de la moda o del gusto de las
personas. Viene de las leyes escritas por la naturaleza en el corazón de los
hombres y que son las mismas para todos los hombres de todos los tiempos.
Lo
bueno, lo que siempre buscamos para encontrar la felicidad, no obedece al
capricho momentáneo de un individuo o de un grupo, sino que tiene sus raíces
profundas en el orden de la naturaleza, si hablamos humanamente.
Pero
el bien, para los creyentes de todas las religiones, no se funda tan sólo en
esas leyes escritas en el corazón de cada hombre, sino en aquel que las
escribió.
Los
cristianos, además, sabemos que la búsqueda de ese bien se expresa simplemente
en: ama a Dios y a tu prójimo como a ti mismo. Amor a Dios, Amor al prójimo,
Amor a mi persona, por la dignidad que tengo.
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