Viendo el camino que empieza a tomar la precampaña para las elecciones a la Comunidad de Madrid no queda más remedio que volver a hacer hincapié en la democracia, en lo que significa y lo que es. Ya se empieza a ver como hay partidos que intentan utilizar el término “democracia” como poseedora de unos valores que nada tienen que ver con ella.
Se
confunde y confundimos, casi siempre con una buena intención que no niego, la
democracia con una serie de valores morales que nos son deseables y que forman un
conjunto más o menos aceptado por diversas ideologías: la no violencia, la
solidaridad, la tolerancia con el prójimo que es distinto o fastidioso, el
acuerdo amistoso, etc.
Si
hacemos un poco de memoria nos daremos cuenta de que en más de alguna ocasión
hemos hablado de “actitudes antidemocráticas”, cuando sería más propio habernos
referido a “actitudes violentas”. Con frecuencia usamos el calificativo de
“democrático” cuando mejor iría “bueno”, “ético”, “pacífico”. Un ejemplo que podemos
recordar casi todos es el que se dio y aún continúa dándose en el llamado
conflicto vasco, el término “partidos democráticos” se usa para referirse a
todos aquellos que no apoyan abiertamente la violencia.
Si
usamos así el término “democrático” nos resultará sumamente equívoco y obviaremos
que pueden darse los casos de que, por ejemplo; un partido que apoya una causa
inmoral (o que defiende medios inmorales para su consecución) puede, desde un
punto de vista jurídico-formal, cumplir los requisitos del carácter
democrático, o bien un partido que defiende la democracia se puede ver obligado
a usar o justificar medios violentos de fuerza en casos extremos. No tiene,
pues, porque existir una identificación entre democracia y no-violencia. De
hecho, históricamente, las democracias se han tenido que armar y lanzarse a la
guerra para defender su sistema y protegerse de sus enemigos con una acción que
no podía ser sino violenta (caso del nazismo). Del mismo modo, cabría la posibilidad,
no tan extraña como parece, que una doctrina no (o anti) democrática pudiese
defenderse y difundirse por medios pacíficos.
Esta
actitud es la que se resume en una expresión que es muy común, “valores democráticos”.
Pues se considera la democracia como un conjunto de valores, lo que nos lleva,
inevitablemente, al terreno de la ética. Si observamos el panorama político
veremos que, en el fondo de este uso, está la concepción de buena parte del ala
izquierda del pensamiento político de la democracia (es una expresión del
primero) como “forma de vida”. Idea esta que intenta trascender una idea
meramente jurídico-formal de la democracia, que no sólo es un conjunto de
normas e instituciones, sino también una serie de actitudes y compromisos.
Esta
idea, muy querida a la socialdemocracia europea, tiene, a mi entender, las
dificultades que puedo resumir en dos: primera, el sistema puede quedar
disuelto en un conjunto de buenas intenciones, en una moral voluntarista,
ausente de articulación y formalización; y segunda, hablar de valores
democráticos es problemático en el sentido en que, en el marco
democrático, han de caber una pluralidad de valores (a fin de cuentas, la
democracia es un intento de solucionar el problema de que somos diversos) que
se enfrenten en una situación de seguridad y juego limpio.
Este
segundo punto es importante y se olvida con demasiada frecuencia por parte de
nuestros políticos que continúan dando a entender y en defender que la
democracia es, sobre todo de izquierdas.
En
fin, volveremos a hablar de democracia y sobre este último punto en otra
ocasión.
Buenos
días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario