lunes, 8 de marzo de 2021

Mirar un mapa.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Descansamos ayer, la lluvia, después de avisar varios domingos, por fin cumplió y acudió a una cita a la que no estaba invitada y a la que insistía en acudir desde hacía tiempo. Nos quedamos en casa viendo como se pasó el día “pegados” al “google maps”.

Y, es que mirar mapas y planificar excursiones o viajes es uno de los pasatiempos más divertidos y entretenidos que encuentro.

Cualquiera de nosotros sabe, cuando prepara un viaje, que cuando se mira un mapa ya sea en papel o en el móvil u ordenador, incluso si se usa para más precisión el “street view” siempre lo ve, digamos, “desde arriba”, no tocamos el suelo por el que nos vamos a mover. Y sólo cuando podemos tocar, con nuestros pies o con las ruedas, en lo que se refiere al mapa podemos decir que sí, que conocemos de verdad la tierra que ahí se muestra.

Y eso es lo que hacemos cuando habiendo preparado, seguramente, durante mucho tiempo ese viaje tan esperado y mirado y remirado el mapa del sitio al que vamos, nos damos cuenta de que nuestras ansias han quedado colmadas cuando vemos que sí, que la tierra que podíamos mirar existe es verdadera y, no es que antes no lo fuera, pero, para nosotros, estaba en “espera de ser verdad”. Y, entonces, podemos decir que somos verdaderamente felices cuando se han unido anhelo, sueños con realidad.

Sin embargo, hay lugares en los que nos faltará siempre esa realidad: nunca podremos pisar todos los lugares que ansiamos, pero, gracias a los increíbles adelantos de lo medios digitales y a todos esos cicloturistas que nos graban y nos cuentan por cualquier medio sus viajes y experiencias que, de hecho, bien podemos decir que también nosotros estamos allí.

En realidad, hay cicloturistas que nos muestras tan bien sus viajes que esos lugares nos parecen como algo cercano, algo que conocemos más o menos bien pero que, en el fondo, lo que nos llena por dentro es, digamos, como un mundo que para nosotros es nuestro, es “nuestro” mundo por más que sea de quien es su autor, pero al que supongo la voluntad de que también lo sea nuestro. Y así lo entiendo yo.

Puedo decir, a lo menor equivocadamente, que esos videos que suelo ver con avidez, no son como un mapa al uso. Y es que, a diferencia de los que solo nos muestras los datos y características, aquí todo está relacionado con una historia particular, o con varias, o, en fin, con algo que a sucedido allí mismo, entre los ríos, los caminos, las montañas o las ciudades más o menos grandes o todo aquello que podemos ver en el mismo.

Todo nos sirve para imaginar las subidas, las curvas, los caminos, el frío, el viento…, que se encuentran en cada reportaje, aunque haya podido cambiar mucho desde que pasaron por allí, todo nos ayuda a comprender mejor lo que vemos en nuestro mapa sentados en nuestro caliente y cómodo sofá.

Ciertamente, el mapa que tenemos delante, las imágenes y comentarios de Instagram, los videos de YouTube nos ponen sobre la mesa todo aquello que nosotros anhelamos realizar, y nos demuestra que sí, que es verdad y que hay un lugar que se llama Nordkapp y otro Pamir y que un camino llamado de la Seda nos puede llevar junto a Marco Polo a Oriente…

Así, por ejemplo, podemos decir que todos esos viajes se pueden realizar, que nosotros también podemos pedalear por esos lugares rodeados por todos lados de montañas, con frío, lluvia, calor y siempre acompañados de la amabilidad de la gente. 

Y es que en los mapas encontramos ese lugar desde donde toda esperanza se hace posible, desde donde, tras subirnos a la bicicleta, el cicloturista se adentra en la gran experiencia personal de poder experimentar una aventura. Y queremos creer que podemos, que después de esta pandemia, vamos a viajar y que seremos capaces de encontrar esos lugares.

Aunque esto, claro está, queda más allá de la primavera, exactamente, tan lejos como queramos que llegue nuestra imaginación.

Buenos días.

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