“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
A pesar de que el buen tiempo no nos está acompañando en las últimas salidas con la bicicleta, es decir el sol no nos está acompañando, continuamos utilizando los domingos para ir alimentando el gusanito del cicloturismo con la esperanza de que ya sea por Fallas o por Semana Santa se rompa el capullo y podamos realizar alguna excursión de varios días.Hay
que mantener vivas nuestras ilusiones y nuestra esperanza en que esto será así.
Es verdad que pasadas esas fechas ya habremos puesto nuestro objetivo en otro
lugar. Cuando esas esperanzas se cumplen, cuando las alcanzamos, nos damos cuenta
con claridad que no lo eran todo. Y es aquí cuando nos damos cuenta de algo
importante, de que hay que buscar una necesidad más definitiva, necesitamos una
esperanza que vaya más allá.
Sí,
es verdad que podemos cuestionar la necesidad de afrontar estas cuestiones, si las
vemos de lejos, si nos mantenemos a distancia pues perderemos de vista las implicaciones
que pueden tener en nuestra vida y en la de los que nos rodean. Y, aun así, incluso
de lejos, no se puede permanecer indiferente.
Sabemos
en el fondo que deberíamos de aprender y ejercitar constantemente esa esperanza
y esa ilusión en desear algo. Buscar y ponerlas en práctica, y viajar es una
buena opción, pero no significa salir de nuestro entorno y retirarse en el rincón
privado de nuestra propia felicidad. La forma apropiada debería ser una
experiencia que nos llevará a ser capaces de ser mejores y, precisamente por eso,
capaces de transmitir esos progresos.
Es
verdad que, echando una mirada al mundo, con su pandemia, con sus guerras, desastres
naturales, terrorismo, nos puede surgir otra pregunta más: ¿es posible vivir
con esperanza ante ese triste espectáculo? Es difícil, pero no imposible, puesto
que el hombre sigue siendo siempre libre y su libertad es también siempre
frágil, nunca existirá en este mundo un lugar donde el bien este definitivamente
consolidado. Quien promete un mundo mejor que duraría irrevocablemente para
siempre, hace una falsa promesa, pues ignora la libertad humana. La libertad
debe ser conquistada para el bien una y otra vez.
Sin
embargo, pese a que no es posible el bien total en este mundo, sí es posible un
lugar de esperanza; una esperanza no inactiva sino participativa, transformativa
y que sea el soporte de nuestra existencia. Queremos la solución: la solución
del mal de la guerra, del terrorismo y de todas esas otras calamidades. Pero, nosotros
solo encontraremos la solución total en la esperanza.
Los
cristianos nos hacemos muchas veces una gran pregunta, una pregunta que desgraciadamente
vuelve una y otra vez: ¿Qué ha traído Jesús realmente, si no ha traído la paz
al mundo, el bienestar para todos, un mundo mejor? ¿Qué ha traído? La respuesta
es sencilla: a Dios. ¡Ha traído la esperanza! Ahora conocemos el camino que
debemos seguir como hombres en este mundo. ¡Ha traído la esperanza! Nosotros
necesitamos tener esperanzas, grandes o pequeñas, que día a día nos mantengan
en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás,
aquellas no bastan. Esta gran esperanza, y un cristiano lo sabe, sólo puede ser
Dios, pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene rostro humano y que nos ha
amado, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto.
Sí,
no debemos ver como insignificantes este tipo de afirmaciones. Debemos estar convencidos
de que podemos ir más allá de las calamidades y desastres que nuestro presente no
muestra todos los días.
Buenos
días.
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