martes, 2 de marzo de 2021

¿Es posible vivir con esperanza ante ese triste espectáculo?

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

                A pesar de que el buen tiempo no nos está acompañando en las últimas salidas con la bicicleta, es decir el sol no nos está acompañando, continuamos utilizando los domingos para ir alimentando el gusanito del cicloturismo con la esperanza de que ya sea por Fallas o por Semana Santa se rompa el capullo y podamos realizar alguna excursión de varios días.

Hay que mantener vivas nuestras ilusiones y nuestra esperanza en que esto será así. Es verdad que pasadas esas fechas ya habremos puesto nuestro objetivo en otro lugar. Cuando esas esperanzas se cumplen, cuando las alcanzamos, nos damos cuenta con claridad que no lo eran todo. Y es aquí cuando nos damos cuenta de algo importante, de que hay que buscar una necesidad más definitiva, necesitamos una esperanza que vaya más allá.

Sí, es verdad que podemos cuestionar la necesidad de afrontar estas cuestiones, si las vemos de lejos, si nos mantenemos a distancia pues perderemos de vista las implicaciones que pueden tener en nuestra vida y en la de los que nos rodean. Y, aun así, incluso de lejos, no se puede permanecer indiferente.

Sabemos en el fondo que deberíamos de aprender y ejercitar constantemente esa esperanza y esa ilusión en desear algo. Buscar y ponerlas en práctica, y viajar es una buena opción, pero no significa salir de nuestro entorno y retirarse en el rincón privado de nuestra propia felicidad. La forma apropiada debería ser una experiencia que nos llevará a ser capaces de ser mejores y, precisamente por eso, capaces de transmitir esos progresos.  

Es verdad que, echando una mirada al mundo, con su pandemia, con sus guerras, desastres naturales, terrorismo, nos puede surgir otra pregunta más: ¿es posible vivir con esperanza ante ese triste espectáculo? Es difícil, pero no imposible, puesto que el hombre sigue siendo siempre libre y su libertad es también siempre frágil, nunca existirá en este mundo un lugar donde el bien este definitivamente consolidado. Quien promete un mundo mejor que duraría irrevocablemente para siempre, hace una falsa promesa, pues ignora la libertad humana. La libertad debe ser conquistada para el bien una y otra vez.

Sin embargo, pese a que no es posible el bien total en este mundo, sí es posible un lugar de esperanza; una esperanza no inactiva sino participativa, transformativa y que sea el soporte de nuestra existencia. Queremos la solución: la solución del mal de la guerra, del terrorismo y de todas esas otras calamidades. Pero, nosotros solo encontraremos la solución total en la esperanza.

Los cristianos nos hacemos muchas veces una gran pregunta, una pregunta que desgraciadamente vuelve una y otra vez: ¿Qué ha traído Jesús realmente, si no ha traído la paz al mundo, el bienestar para todos, un mundo mejor? ¿Qué ha traído? La respuesta es sencilla: a Dios. ¡Ha traído la esperanza! Ahora conocemos el camino que debemos seguir como hombres en este mundo. ¡Ha traído la esperanza! Nosotros necesitamos tener esperanzas, grandes o pequeñas, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza, y un cristiano lo sabe, sólo puede ser Dios, pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene rostro humano y que nos ha amado, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto.

Sí, no debemos ver como insignificantes este tipo de afirmaciones. Debemos estar convencidos de que podemos ir más allá de las calamidades y desastres que nuestro presente no muestra todos los días.

Buenos días.

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