“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Feliz con la excursión de
ayer, un circuito nuevo y un nuevo objetivo cumplido, llegar a la cima de
Xillibre. Hacía tiempo que veía las antenas de Xillibre como un objetivo, había
subido en coche y corriendo, pero nunca con la bicicleta. Y la recompensa al
esfuerzo compensa, las vistas que se pueden intuir en un día sin bruma son
espectaculares, incluso con bruma la sensación de grandeza se une a la de insignificancia.
Es fácil sentirse insignificante
ante tanta inmensidad, si lo hacemos, no estamos ejecutando ningún acto de
humildad sino de justicia, pues reconocemos honradamente una verdad; somos muy
poca cosa ante todo lo que queda a nuestros pies. Habrá que volver en un día soleado
y claro para poder, no mirar, sino admirar lo maravilloso que puede llegar a
ser el mundo y la suerte que podemos llegar a tener al poderlo disfrutar.
Suele decirse que una persona es humilde
cuando se abaja ante la grandeza de otra, cuando aprecia una cualidad superior
a la suya o cuando reconoce el mérito del otro sin envidia. Pero, si nos
detenemos un poco a pensarlo, eso no es humildad sino honradez. Por muy difícil
que pueda resultarnos el reconocer la grandeza de una persona o una grandeza como
la que se contempla desde las antenas de Xillebre, que llega a eclipsar a nuestro
propio ser y nuestras cualidades, el hacerlo no es más que honradez.
Hay
que recordar que la humildad no va de abajo hacia arriba, sino inversamente. No
consiste en que el más pequeño rinda homenaje al más grande, sino en que éste
último se incline respetuosamente ante el primero. Así vista, se comprende muy
bien que el grande se incline con bondad hacia el pequeño y aprecie su valor,
que se sienta emocionado por la debilidad y se coloque ante ella para
defenderla. La verdadera humildad estriba en esto, en el respetuoso inclinarse
del más ante el menos; del mayor ante el menor.
La
cuestión ahora estaría en aclarar si la belleza que teníamos a nuestros pies en
Xillibre esta por encima o por debajo de nosotros, o si nos sentimos superiores
o inferiores, o incluso si la Naturaleza es nuestra madre. Mi visión del asunto
es clara, la Naturaleza no es nuestra madre: es nuestra hermana. Una hermana pequeña,
es más, chiquita, juguetona, de la que reírse a la vez que la amamos. Podéis
estar pensando ahora que fue un acto de humildad, pero no.
Un
paisaje como ese, sin duda afecta al alma, pero cómo le afecta es cuestión aparte.
Haber nacido entre montañas puede significar amor a los grandes horizontes.
Puede significar aborrecimiento a los picos. Puede significar, seriamente, no
haber visto jamás un valle. Puede significar, agradecimiento al autor. O una mezcolanza
de todas estas cosas a de varias de ellas.
Cuando
me senté a admirar lo que tenía delante mí, no realice un acto de humildad sino
un acto de verdad, de justicia, ya que ante la majestuosidad de tal obra no me
quedaba más remedio que reconocer mi pequeñez ante la grandeza de su autor y
alabarlo.
En
fin, lo dejo por hoy, pues el tema da para mucho más y de lo que se trata es de
dejar claro que voy a continuar buscando las ocasiones para seguir admirando
cualquier cosa que me rodee.
Buenos
Días.