“Nuestra perfección no consiste en hacer cosas extraordinarias sino en hacer perfecto lo ordinario” – San Gabriel de la Dolorosa.
07/08/22. Domingo.
Passau --- Feldkirchen an
der Danau.
Distancia: 75 km. Velocidad
media: 14,13 km/h. Altura subida: 99 metros.
Por fin el Danubio y su ciclo
vía, por fin cargamos las bicicletas y nos hemos puesto en marcha hacia Viena, con
el cuidado de no forzar demasiado el pedal y la incertidumbre de ver si resistiría.
Menos mal que el Danubio es tranquilo y sus aguas se desplazan lentamente, lo que hace que la Euro Velo 6 sea llana y no exista la necesidad de hacer mucha fuerza, la cuestión es que hemos podido llegar al camping con la biela entera.
Como todos los carriles bici que siguen el curso de un río, este también es llano y al lado del agua y, como vamos a favor de la corriente, cuesta abajo, por cierto una corriente que cuesta mucho ver.
Otra curiosidad, una de las veces que hemos cruzado el Danubio lo hemos hecho en barca, un pequeño ferry que solo podía trasportar bicicletas y personas, no creo que más de quince.
En fin, un día lleno de la belleza que nos ha mostrado el Danubio y de incertidumbre por el riesgo de quedarnos parados por culpa de la biela.
Esto de estar constantemente sin saber con seguridad si podíamos
seguir pedaleando o si después de esa pedalada un poco más fuerte nos teníamos que detener y empujar no es una sensación muy agradable, al menos al principio.
Nos encontramos en los viajes y en la vida con momentos en los que todo parece que no vaya según nuestras previsiones y no podemos estar seguros de si nuestros planes se van a cumplir. El plan que teníamos pensado puede saltar por los aires en cualquier momento.
Quizá estamos acostumbrados a que todo trascurra con una sorprendente previsibilidad. Por eso nos resulta difícil no poder garantizar si mañana podremos pedalear o tendremos que pasarnos el día buscando un taller y poder llegar hasta el.
En realidad, si lo pensamos, toda nuestra existencia está rodeada por la incertidumbre. Es verdad que nuestro día a día nos hace creer que las cosas siguen un curso más o menos estable. Pero también es cierto que basta un resfriado, un resbalón en la calle, o un nuevo virus, para que todo cambie en pocos minutos.
Por eso resulta
importante aprender a convivir con lo incierto, y no aferrarnos demasiado a
planes como si fueran seguros, cuando las variables son tantas y los cambios se
producen más allá de las mejores previsiones.
En esta vida muchas cosas pasan, se rompen, se
desgastan. Nosotros mismos somos vulnerables, frágiles, ante un evento grande
como un terremoto o pequeño como un virus.
Lo importante, entonces,
es invertir en un presente con fundamento y con un objetivo claro y bueno. La
única manera para enriquecernos consiste en hacer las cosas con y por amor, y “lo
demás se nos dará por añadidura”.
Buenos días.
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