“Nuestra perfección no consiste en hacer cosas extraordinarias sino en hacer perfecto lo ordinario” – San Gabriel de la Dolorosa.
Después de conducir
durante todo el día nos hemos detenido en el municipio francés de la Bollène
para pasar la noche. No he visto nada de esta ciudad ya que el hotel esta al
lado del peaje de la autopista y no me apetecía caminar hasta el centro, hay
que pensar que estamos a las afueras.
Después de viajar en
solitario en mi último viaje, esto de viajar en compañía es más sutil de lo que
parece, no es sólo que se tenga que tener una actitud de respeto hacia la otra
persona, ni es sólo por el hecho de estar juntos, ni es tener que optar muchas
veces por una posición que sea políticamente correcta. Es algo más sutil que
exige un especial aprendizaje, no solo en lo humano si no también en lo
espiritual.
Recuerdo ahora que cuando
estudiaba Física y Química el profesor me hizo ver que muchos de los elementos
que están en la Tabla Periódica de Química no aparecen solos en la naturaleza. La
mayoría de esos elementos aparecen unidos entre sí formando moléculas o redes,
bien entre átomos iguales, o bien entre átomos diferentes. La razón es porque
unidos consiguen la estabilidad que no tienen cuando están solos: la de
alcanzar ocho electrones en la última capa. Como no todos los tienen, se unen,
bien dando unos lo que a otros les falta o bien compartiendo. Pero no todos lo
hacen: ahí están los gases nobles, que ya tienen esa estructura que ansía el
resto. Ellos ya la tienen. ¿El precio? La soledad.
A mi me sucede al igual
que la mayoría de esos elementos, no soy noble: necesito estar con alguien
porque se que solo estoy incompleto, aunque no quiera a veces reconocerlo. Ese
deseo de estar en compañía surge de vez en cuando, especialmente en los
momentos de máxima alegría, como fue la llegada al Nordkapp.
Sin embargo, es triste darse
cuenta como esa unidad con esa persona en la que creo en unos determinados
momentos, puede romperse ante el más mínimo revés. Es entonces cuando surgen
las diferencias, los reproches y al final las rupturas. Y lo grave es que se me
olvida cuáles fueron los motivos que nos unieron, e irremediablemente vuelvo a
pensar solo en mi: en lo que no me gusta de la otra persona, en lo que necesito
para sentirme mejor y que la otra persona no puede, no quiere o no es capaz de
darme. Y sumido en esa decepción, dejo de buscar una solución, desconfiado y
temeroso de que me quite algo o me haga daño, olvidando lo que un día fuimos
capaces de hacer juntos.
La solución solo la
encuentro en ser consciente de que, verdaderamente, estoy incompleto y que esos
huecos se llenan con lo que los demás pueden aportarme y yo puedo aportar, quizás
entonces sentiré la conveniencia y la necesidad que estar juntos. Pensándolo
bien, a lo mejor ese es el verdadero sentido de sentirse incompleto. La unión
nos estabiliza, nos hace ser mejores y más útiles. Porque, ¿alguien quiere ser
un gas noble e ir solo por la vida? Yo creo que no. No estamos hechos para
ello. Lo sabemos porque, hagamos un poco de memoria y veremos que los momentos
más felices de nuestras vidas nunca han sido momentos de soledad absoluta,
¿verdad? Siempre hubo alguien.
En fin, lo dejo que tengo
que preparar la etapa de mañana que, aunque es en coche hay que estudiarla un
poco.
Buenas tardes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario