jueves, 4 de agosto de 2022

No soy noble.

         Nuestra perfección no consiste en hacer cosas extraordinarias sino en hacer perfecto lo ordinario” – San Gabriel de la Dolorosa.

Después de conducir durante todo el día nos hemos detenido en el municipio francés de la Bollène para pasar la noche. No he visto nada de esta ciudad ya que el hotel esta al lado del peaje de la autopista y no me apetecía caminar hasta el centro, hay que pensar que estamos a las afueras.

Después de viajar en solitario en mi último viaje, esto de viajar en compañía es más sutil de lo que parece, no es sólo que se tenga que tener una actitud de respeto hacia la otra persona, ni es sólo por el hecho de estar juntos, ni es tener que optar muchas veces por una posición que sea políticamente correcta. Es algo más sutil que exige un especial aprendizaje, no solo en lo humano si no también en lo espiritual.

Recuerdo ahora que cuando estudiaba Física y Química el profesor me hizo ver que muchos de los elementos que están en la Tabla Periódica de Química no aparecen solos en la naturaleza. La mayoría de esos elementos aparecen unidos entre sí formando moléculas o redes, bien entre átomos iguales, o bien entre átomos diferentes. La razón es porque unidos consiguen la estabilidad que no tienen cuando están solos: la de alcanzar ocho electrones en la última capa. Como no todos los tienen, se unen, bien dando unos lo que a otros les falta o bien compartiendo. Pero no todos lo hacen: ahí están los gases nobles, que ya tienen esa estructura que ansía el resto. Ellos ya la tienen. ¿El precio? La soledad.

A mi me sucede al igual que la mayoría de esos elementos, no soy noble: necesito estar con alguien porque se que solo estoy incompleto, aunque no quiera a veces reconocerlo. Ese deseo de estar en compañía surge de vez en cuando, especialmente en los momentos de máxima alegría, como fue la llegada al Nordkapp.

Sin embargo, es triste darse cuenta como esa unidad con esa persona en la que creo en unos determinados momentos, puede romperse ante el más mínimo revés. Es entonces cuando surgen las diferencias, los reproches y al final las rupturas. Y lo grave es que se me olvida cuáles fueron los motivos que nos unieron, e irremediablemente vuelvo a pensar solo en mi: en lo que no me gusta de la otra persona, en lo que necesito para sentirme mejor y que la otra persona no puede, no quiere o no es capaz de darme. Y sumido en esa decepción, dejo de buscar una solución, desconfiado y temeroso de que me quite algo o me haga daño, olvidando lo que un día fuimos capaces de hacer juntos.

La solución solo la encuentro en ser consciente de que, verdaderamente, estoy incompleto y que esos huecos se llenan con lo que los demás pueden aportarme y yo puedo aportar, quizás entonces sentiré la conveniencia y la necesidad que estar juntos. Pensándolo bien, a lo mejor ese es el verdadero sentido de sentirse incompleto. La unión nos estabiliza, nos hace ser mejores y más útiles. Porque, ¿alguien quiere ser un gas noble e ir solo por la vida? Yo creo que no. No estamos hechos para ello. Lo sabemos porque, hagamos un poco de memoria y veremos que los momentos más felices de nuestras vidas nunca han sido momentos de soledad absoluta, ¿verdad? Siempre hubo alguien.  

En fin, lo dejo que tengo que preparar la etapa de mañana que, aunque es en coche hay que estudiarla un poco.

Buenas tardes.

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