“Nuestra perfección no consiste en hacer cosas extraordinarias sino en hacer perfecto lo ordinario” – San Gabriel de la Dolorosa.
08/08/22. Lunes.
Feldkirchen an der Danau
--- Au an der Danau.
Distancia: 52 km. Velocidad
media: 13,41 km/h. Altura subida: 106 metros.
Cincuenta y dos
kilómetros de paseo por la orilla del Danubio, así podría definirse el día de
hoy.
Tan solo unos cuantos
kilómetros han sido los realizados alejados del río, que hemos aprovechado para
ir en busca de un taller de reparación de bicicletas, donde por suerte nos han
podido realizar el cambio del conjunto de bielas y platos, por lo tanto ya
estamos en perfectas condiciones mecánicas para pedalear tranquilos.
Recuerdo que cuando era
más joven estaba acostumbrado a escuchar a voz en grito la pregunta: ¿Cómo
están ustedes? Y conocía perfectamente la respuesta: ¡bieeeeen¡. Y era sin duda
una forma educada de comenzar cualquier conversación, pero a poco que sea honesto
he de reconocer también de que se trata de una pregunta exigente si quiero
responder ahora con sinceridad.
A veces un “bien” puede
ser una respuesta esquiva cuando no tengo ganas de hablar o no quiero ahondar mis
preocupaciones. Otras veces, el silencio es respuesta y signo de que las cosas no
van todo lo bien que esperábamos. Si quien lo pregunta es un amigo, entonces se
suele responder con más trasparencia.
Esa pregunta del
principio era la que realizaban los payasos de la tele y la respuesta de los
niños era automática, sin embargo ahora es distinto. El que nos hace la
pregunta no viste con vestido rojo ni zapatones, ni tampoco lleva una de esas
flores que escupen agua en la cara de los que se acercan a olerla. No, este
viste ropa de calle y muchas veces ni lo hemos visto nunca, solo sabemos algo
de él por las redes sociales, y espera una respuesta más sincera y un poco más
meditada. Es fácil que este ya cansado de escuchar una respuesta tan programada
a esa pregunta. Porque muchas veces, respondemos con lo políticamente correcto
y esto algunas veces va contra la sinceridad. Y es legítimo responder que no
estás bien, sin tener que sentirte culpable por ello. Algunas veces lo peor de
estar mal es que la gente pretenda que te comportes como si no lo estuvieses.
Dibujar una sonrisa
cuando se está mal no tiene por qué ser la mejor de las opciones. Quizás lo sea
alzar la voz, llorar, necesitar estar solo, dejarte acompañar… Porque todos
tenemos nuestros problemas y van a seguir estando mientras los silenciemos. Hay
alternativas posibles: y es la de dar voz a nuestras penas. Todos tenemos la
necesidad de encontrar nuestra voz. Aquel modo de expresarnos que nos haga
visibles, auténticos y únicos.
Por eso
ahora ante la pregunta: ¿Cómo están ustedes? No voy a responder
automáticamente, sino que diré que aunque las bicicletas estén ¡bieeeeen¡, las
secuelas del atropello que sufrí con la bicicleta un día antes de salir
continúan molestándome no me impiden pedalear pero camino con alguna dificultad
por una pequeña molestia en la ingle que aumenta al final del día.
Voy a cambiar el
¡bieeeeen¡ por un ¡no esta mal¡, seguimos avanzando con ilusión acompañados por
la lenta corriente del Danubio.
Buenos días.
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