viernes, 26 de agosto de 2022

13/08/22. sábado. Viena.

 “El espíritu de la cultura no consiste solamente en conocer los hechos, sino en ser capaz de imaginar la verdad.” (G.K. Chesterton)

13/08/22. sábado.   

Viena.

Distancia: 24 km. Velocidad media: 13,40 km/h. Altura subida: 60 metros.

 Continuamos un día más en Viena, realizando esa actividad de viajar por placer que solemos llamar turismo. Y lo estamos haciendo una ciudad muy adecuada para ello, una ciudad que bien podría llamarla una ciudad-museo. Una ciudad rebosante de historia y atravesada por multitudes de turistas, al menos en este agosto, turistas que pocas veces se detienen a mirar pausadamente. Dan la impresión de que son caminantes que no van a ninguna parte, aunque tengan en su mapa marcado un itinerario, y que suelen aliviar la fatiga de sus ojos con compras y comidas.

Me temo que soy estos días un turista más, sin tiempo para relacionar la belleza que estoy viendo con el pasado que la provoco, incapaz de incorporar esa belleza, esa cultura a mis vivencias del día. Mi curiosidad, los datos y hechos que averiguo con una rápida mirada al móvil no son capaces de introducirse en mí, los olvido al instante. Y es que la belleza no depende de la obra de arte en sí misma sino de cómo me aproximo a ella, los datos y los hechos que la provocaron no aportan nada pues hace que todo gire en torno al pasado y el resultado suele ser una naturaleza muerta, un objeto de consumo del que solo percibo su parte externa, que no entiendo ni comprendo, y probablemente tampoco tengo la voluntad ni el tiempo para hacerlo.

Viena estoy seguro que es una ciudad que no solo vive por y para el turismo, los vieneses supongo que no han terminado por vivir encerrados en sí mismos, orgullosos de los recuerdos que hicieron de la ciudad una especie de capital de Europa, no creo que vivan anclados en el pasado pues eso les llevaría a no tener un presente autentico, lo que sucede es que si solo paseo por su parte más turística estoy seguro que no sentiré a la auténtica Viena y es que el pasado termina por carecer de autenticidad.

Como tantas otras ciudades culturales, Viena parece que ha separado la cultura de la vida, de lo humano. Me tendría ahora que preguntar si esto es una enfermedad de Europa. Una Europa que presume de tener la generación joven más preparada de su historia, en apariencia cosmopolita y viajera. Sin embargo, esto parece ser que es perfectamente compatible con la falta de sensibilidad hacia lo humano y el desdén hacia su historia.

Estoy ante una ciudad que invita a estudiarla. Una ciudad que puede hacernos cambiar si lo hacemos. A hacernos más humanos, sin embargo: humano, humanidades, humanismo. Son palabras casi en desuso. No hemos sabido sacar todo el potencial de lo humano y estamos pensando ya en el transhumanismo, que conlleva el principio de la deshumanización.

En fin, dejaremos esto del transhumanismo para mañana o pasado.

Buenos días.

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