“Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos” (G. K. Chesterton)
Ir a recoger el dorsal para
la carrera de hoy a Gandía puede ser, a pesar de ser un recorrido mil veces
realizado, una experiencia inesperada y motivadora, y es que recorrer y volver
a lugares que nos son familiares también debería ser una opción cuando buscamos
un objetivo.
Cuando buscamos un sueño, un proyecto que nos
ilusione por lo general lo intentamos localizar en lugares y en experiencias
que nos resulten nuevas, casi nunca nos detenemos en buscar dentro de nuestros
recuerdos y experiencias pasadas.
Es interesante tener, y si
no se posee hay que buscarla, una imaginación capaz de ver como nuevas todas
las cosas, todas nuestras experiencias y recuerdos, porque todas las cosas,
todas nuestras experiencias y recuerdos han sido una vez nuevos. Se trata de una
facultad mental, un gran don que nos hace ver todo lo que ha sucedido como si
estuviera sucediendo o estuviera a punto de suceder.
Admirar ese lugar que tanto
nos impresiono como algo del pasado es casi estúpido, es tonto. Pero admirar
ese lugar como una novedad sería una visión autentica y una recreación del pasado.
Pues es un hecho que advertimos algo que nos hizo sentir que estábamos viviendo
un momento maravilloso, y no creo que sea cometer una injusticia con ese
momento si tratamos de comprender algunos de los sentimientos que nos llevaron
allí, y así aprender a verlos otra vez como si fueran nuevos. Esos sentimientos
no se hacen añejos; sólo nosotros nos hacemos añejos, lo que es excusable como comprenderéis,
por eso no tenemos por qué jactarnos de su antigüedad.
No podemos decir que
tenemos imaginación a la hora de buscar nuestros objetivos si no somos capaces
de imaginar algo diferente de nuestra imaginaria favorita. Tampoco nos podemos
considerar libres para elegirlos si no podemos caminar hacia atrás lo mismo que
hacia adelante, sino no somos capaces de volver a donde ya estuvimos o ir a donde
no hemos estado nunca.
Muchas veces tomamos
decisiones pensando solamente en lo que tenemos delante, en como nos sentimos
en ese momento y, no nos podemos considerar tolerantes a menos que podamos
aceptar nuestras opiniones cuando teníamos un estado de ánimo diferente a
nuestro estado de ánimo actual.
No somos audaces o fuertes
o poseedores de una visión clara de la realidad a menos que seamos lo bastante
fuertes para resistir los efectos neuróticos de nuestro cansancio y poder
seguir viendo las cosas tal como son más o menos, los grandes paisajes como
grandes, las grandes personas como grandes, los actos y las aventuras notables
como notables, aunque otras personas se hayan cansado de ellos, y aunque yo
mismo me haya cansado de ellos. Mantener las proporciones de las cosas en la
mente es lo único que nos libra de la intolerancia. Y una persona puede
mantener las proporciones de las grandes cosas en su mente, aunque no sucedan
en este momento, ni nuestros sentidos estén tranquilos o nuestros nervios
alterados.
En fin, no me importa que
se adoren las cosas nuevas ni las novedades, pero me opongo a que se adore la
novedad. Me opongo a esa clase de concentración que se da en considerar ese
instante imborrable como único e irrepetible, porque estrecha nuestra mente, lo
mismo que al contemplar una cosa muy pequeña que se va acercando estrecha
nuestro campo de visión.
Buenos días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario