miércoles, 3 de noviembre de 2021

Ver y ser visto.

 “Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos” (G. K. Chesterton) 

Ya he empezado a trasformar la Diverge en una bicicleta ciclo- viajera y, lo primero es empezar por la seguridad; ver y ser visto.

Para ver, un espejo retrovisor, y para ser visto unos reflectantes en los rayos de las ruedas. No es normal ver ciclistas por la carretera con espejo retrovisor, aunque los ciclo-viajeros la mayoría los solemos llevar, y los reflectantes suelen llevarse los justos, los que van con la bicicleta o los que llevan las alforjas, pero a mí me gusta que me vean un poco más y añado los de los radios.

No voy a enumerar las ventajas tanto del espejo como de los reflectantes pues creo que son obvios, y su uso siempre va a depender del nivel de seguridad con el que nos queramos mover. Y los viajes en bicicleta siempre van a tener riesgos, y no me estoy refiriendo solo a los problemas con otros vehículos a motor.

Es un tópico afirmar que el riesgo va unido a cualquier actividad que realicemos. Y los que se creen que poseen una seguridad alta, se encuentran, en realidad, ante numerosos riesgos y están en una incertidumbre mayor de lo que piensan. Pues el mero hecho de creerse seguro y sin problemas es ya un peligro. Como suele decirse; “la confianza mata al hombre”.

Si estamos quietos, sin movernos, si no esperamos nada en esta vida, podemos decir que estamos más seguros y tranquilos. Por el contrario, si no paramos de movernos, si estamos constantemente haciendo cosas, si estamos esperando que suceda algo, siempre correremos un riesgo, y tanto más cuanto más seguros y a salvo nos creamos. Para muchas personas, no esperar nada, no hacer nada es no desear, y no desear es igual a no vivir. Vivir es desear y, por tanto, es normal asumir los riesgos correspondientes.  

Ahora bien, un poco de riesgo es normal y aconsejable, pero debe tener su umbral psicológico y su límite. Pues un riesgo excesivo produce angustia y nos arruina la vida.

Cuando viajamos en bicicleta, de alguna manera, queremos una parte de riesgo, sin embargo, queremos también un viaje seguro, en la medida de lo posible. Y es que la seguridad también forma parte integrante del buen vivir.

Podríamos decir que riesgo y seguridad son dos puntos opuestos muy humanos, que experimentamos psicológicamente y que podemos -de modo reflexivo enfocar éticamente. Todo ciclo-viajero tiene la inclinación a convertir su bicicleta, la tienda de campaña, sus utensilios de camping, en la medida de lo posible, en un entorno habitable, en su "casa". Todo ello es seguridad. Pero, al mismo tiempo, nos gusta poder viajar, con la aventura y el riesgo consiguiente. Lo uno no se da sin lo otro.

Es decir, no queremos sólo el riesgo, sino que queremos también tener un viaje y una vida segura, en la medida de lo posible. La seguridad forma parte integrante del buen vivir humano.

Por ello, lo que siempre buscamos en el fondo es un buen enlace de riesgo y seguridad.

De la misma forma que psicológicamente nos gustan y necesitamos las dos dimensiones -aunque, según cada carácter, unos se inclinen más al riesgo y otros a la seguridad-, éticamente es alabada la persona que sabe encontrar el punto justo en cada caso. Sabe cuándo debe y puede arriesgar, y cuando debe y puede buscar lo seguro.

Indudablemente, la dificultad, tanto psicológica como ética, está en encontrar el punto exacto del riesgo y de la seguridad. Pero, sobre todo, está en combinar las dos adecuadamente. Como decíamos antes, hay quienes presumen de jugar a lo seguro, y probablemente, en la mayor parte de los casos, son los que más riesgos corren, pues el que no tiene la tensión de la aventura y de lo imprevisible está en permanente riesgo. Según el antiguo adagio de San Agustín, el que no avanza, retrocede.

Tengo que decir también, y ésa es una realidad que veo constantemente en muchos ciclo-viajeros, que los que más viajes largos realizan, ya sean en kilómetros como en tiempo, en verdad, están jugando a lo seguro. Los que parece que se arriesgan constantemente, se mueven, por lo general, con todo tipo de seguros y formas de seguridad.

El "hombre común" no es nunca un "héroe" que pueda llegar a amar el riesgo por encima de la seguridad. El "hombre común" solamente está dispuesto a arriesgar un poco, siempre que su seguridad mínima esté garantizada.

Y los ciclo-viajeros somos hombres comunes y normales.

Buenos días.

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