viernes, 12 de noviembre de 2021

¿Soñar no cuesta nada?

 “Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos” (G. K. Chesterton)

Ahora que nos encontramos preparando lo que serán los próximos viajes y repasamos, principalmente nuestros errores, resulta sencillo ver las soluciones cuando ya hace un tiempo que han sucedido los hechos que los provocaron o lo que viene a ser lo mismo cuando se ven los toros desde la barrera. Tampoco nos podemos culpar de habernos equivocado de camino o de no haber tomado la mejor opción, cuando no había forma de saber con seguridad cuál era el camino correcto ni la opción buena. Humildemente, nos debemos preguntar si cometeríamos el mismo error si nos encontrásemos otra vez en la misma situación. “Humanun errare est”. Dicho esto, se debe aprender de los errores.

Que seamos sensatos y a la vez modestos, que se posea sensatez y modestia no puede servirnos para esconder la realidad, cometimos, cometemos y cometeremos muchos errores.  

 Es humano errar, sí. Pero persistir en el error a base de “sostenella” y no “enmendalla” es patente señal de ineptitud.

Ante cada error o equivocación que repaso le añado: “Hay que, hay que, hay que” pero sin darme cuenta de que “no hay quien”, soy yo el que debo ponerme “manos a la obra” y encontrar las soluciones y hacerlas efectivas.

Lo que sí es cierto es que repitiendo lo de “hay que, hay que, hay que”, las cosas no se hacen. Y si lo que estamos intentando es realizar un sueño, nuestro sueño, hay que moverse, esforzarse y trabajar para conseguirlo.

Eso de que soñar no cuesta nada, es una afirmación que ensalza nuestra cultura, sin embargo, esconde una contradicción: entre más soñemos, más esfuerzo tendremos que hacer para alcanzarlo. ¿Quién de no nosotros no ha tenido un sueño? No me refiero al que se pueda tener mientras dormimos, sino al que se tiene mientras estamos despiertos.

Soñar es tener ilusiones que, tarde o temprano, distinguen con sus hechos a unos de otros, a los que entregan el alma y el corazón de los ilusos, quienes efectivamente ponen la fuerza y el coraje que un sueño exige cuando se vuelve el objetivo o una finalidad relevante en nuestra vida.

Preparar y construir una ilusión representa echar a andar la imaginación de que podemos lograrlo, nos lo tenemos que creer, aun cuando parezca fuera de la realidad. Una idea se madura con el tiempo. Al empezar a dedicar tiempo mental, físico y recursos, va tomando forma, le vamos poniendo palabras, emociones y espacios en un principio en nuestra mente, pero buscando soluciones a los obstáculos.

Nuestro carácter se forma, se perfecciona cuando un sueño se cumple, porque hemos puesto de por medio nuestra palabra, hemos empeñado nuestra voluntad, dedicación, disciplina y la herramienta más valiosa que tenemos en nuestro paso por este mundo: nuestro tiempo. Ese tiempo que no tiene repuesto, ni manera de recuperarlo. Es por ello por lo que elegir nuestros sueños es una de las decisiones que marcan nuestra vida.

Renunciar a cualquiera de ellos, nos guste o no, representa un costo irreparable. De ahí que eso de que soñar no cuesta resulta por lo menos dudoso, aunque quizás es mucho más costoso no lanzarnos en la vida tras algún sueño.

Buenos días.

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