“Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos” (G. K. Chesterton)
Ahora que nos encontramos preparando
lo que serán los próximos viajes y repasamos, principalmente nuestros errores, resulta
sencillo ver las soluciones cuando ya hace un tiempo que han sucedido los
hechos que los provocaron o lo que viene a ser lo mismo cuando se ven los toros
desde la barrera. Tampoco nos podemos culpar de habernos equivocado de camino o
de no haber tomado la mejor opción, cuando no había forma de saber con
seguridad cuál era el camino correcto ni la opción buena. Humildemente, nos
debemos preguntar si cometeríamos el mismo error si nos encontrásemos otra vez
en la misma situación. “Humanun errare est”. Dicho esto, se debe aprender de
los errores.
Que seamos sensatos y a la
vez modestos, que se posea sensatez y modestia no puede servirnos para esconder
la realidad, cometimos, cometemos y cometeremos muchos errores.
Es humano errar, sí. Pero persistir en el
error a base de “sostenella” y no “enmendalla” es patente
señal de ineptitud.
Ante cada error o
equivocación que repaso le añado: “Hay que, hay que, hay que” pero sin darme
cuenta de que “no hay quien”, soy yo el que debo ponerme “manos a la obra” y encontrar
las soluciones y hacerlas efectivas.
Lo que sí es cierto es que repitiendo lo de “hay que, hay
que, hay que”, las cosas no se hacen. Y si lo que estamos intentando es realizar
un sueño, nuestro sueño, hay que moverse, esforzarse y trabajar para
conseguirlo.
Eso de que soñar no cuesta nada, es una afirmación que
ensalza nuestra cultura, sin embargo, esconde una contradicción: entre más
soñemos, más esfuerzo tendremos que hacer para alcanzarlo. ¿Quién de no
nosotros no ha tenido un sueño? No me refiero al que se pueda tener mientras
dormimos, sino al que se tiene mientras estamos despiertos.
Soñar es tener ilusiones que, tarde o temprano,
distinguen con sus hechos a unos de otros, a los que entregan el alma y el
corazón de los ilusos, quienes efectivamente ponen la fuerza y el coraje que un
sueño exige cuando se vuelve el objetivo o una finalidad relevante en nuestra
vida.
Preparar y construir una ilusión representa echar a andar
la imaginación de que podemos lograrlo, nos lo tenemos que creer, aun cuando
parezca fuera de la realidad. Una idea se madura con el tiempo. Al empezar a
dedicar tiempo mental, físico y recursos, va tomando forma, le vamos poniendo
palabras, emociones y espacios en un principio en nuestra mente, pero buscando
soluciones a los obstáculos.
Nuestro carácter se forma, se perfecciona cuando un sueño
se cumple, porque hemos puesto de por medio nuestra palabra, hemos empeñado
nuestra voluntad, dedicación, disciplina y la herramienta más valiosa que
tenemos en nuestro paso por este mundo: nuestro tiempo. Ese tiempo que no tiene
repuesto, ni manera de recuperarlo. Es por ello por lo que elegir nuestros
sueños es una de las decisiones que marcan nuestra vida.
Renunciar a cualquiera de ellos, nos guste o no,
representa un costo irreparable. De ahí que eso de que soñar no cuesta resulta por
lo menos dudoso, aunque quizás es mucho más costoso no lanzarnos en la vida
tras algún sueño.
Buenos días.
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