“Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos” (G. K. Chesterton)
Hace unos días probe por
primera vez la nueva bicicleta, y bien, sin alforjas ni ningún accesorio
ciclo-viajero se comportó muy bien. Según vaya poniéndole los portabultos, las
luces, la bolsa del manillar y le vaya añadiendo kilos veré en realidad cuál será
su comportamiento viajando.
Es más delgada, más larga y
bajita. Pesa prácticamente 2 kilos menos que la Peugeot, mide tres centímetros y
medio más de centro de rueda a centro de rueda y su pedalier está situado 2 centímetros
más bajo. Con esto ya sabemos por dónde estarán las diferencias en la
conducción y manejo. Más ligera lo que nos dará si nos hiciera falta un poco
más de velocidad. Más larga, la convierte en más cómoda y menos nerviosa. Más
baja, la hace más estable. O sea, unas medidas más adaptadas para viajar con alforjas,
lo que por supuesto la aleja de ser mejor bicicleta de carretera.
Por cierto, el nombre de mí
nueva bicicleta es Diverge, bueno es el nombre que le ha puesto Specialized a
ese modelo. Tiene también un primer apellido; Elite 5. Supongo que su nombre se
podrá traducir por “divergir”, o sea “divergente”, que se podría entender como alguien,
aunque en este caso se trataría de algo que se diferencia o se separa de lo que
le une a los de su misma clase, que va por un camino diferente.
Pues bien, supongo que la idea
de Specialized debe dirigirse a mostrar esa cualidad. Poner nombre significaba
en muchos momentos de la historia y en algunas culturas conocer, saber de todas
sus características, sus cualidades y defectos para explicarlo, y resumirlo en una
sola palabra. Los apodos son un ejemplo de cómo hoy en día aún se mantiene esa costumbre.
Por lo tanto, si esto es así,
el nombre Diverge nos está mostrando cuáles son sus características. Entonces, es
una bicicleta diferente, una “gravel”, una bicicleta que se separa de las de
carretera y de las de montaña en un intento de parecerse a las dos.
Que sea una bicicleta diferente,
diversa o divergente es bonito y está bien, pero lo es después de hacer un
cierto camino. Después de haber visto con tranquilidad sus verdaderas virtudes
y deficiencias. Que sirva para casi todo no es de por si un motivo para hacerla
mejor.
Estamos acostumbrados a ver
en la diversidad de las cosas y de las personas una cosa buena, sin embargo, a
primera vista no tiene nada de positivo. Digan lo que digan, si queremos una
bicicleta de carretera lo mejor es una bicicleta de carretera o si nos gusta, en
especial, alguna de las diferentes modalidades de montaña lo mejor siempre es
una bicicleta específica para esa modalidad. Con las personas nos sucede algo
parecido pero diferente.
Al encontrarnos o vivir con
personas diferentes lo normal es no aguantar bien esa situación. Quien diga lo
contrario, o es ajeno a su realidad o ha hecho un largo camino de encuentro con
el prójimo.
El principal problema, que
nos encontramos detrás de todo esto, es hacer publicidad y vender las bondades
y las riquezas de las diferencias a base de olvidar y no reconocer el
inevitable conflicto que supone encontrarme con el otro. Da igual donde miremos,
incluida nuestra propia vida. Miremos cómo la diversidad se hace presente en la
política: sin acuerdos, llegando al desprecio y el insulto. En la diversidad
unos tienden a considerarse mejor que los otros.
Detrás de esa imagen deliciosa
de la diversidad, en la que lo diferente se convierte en bello y en
enriquecimiento para todos, está indiscutiblemente la llamada a la participación
en todo lo que nos es común. Pero lo que viene a ser esa comunión, es un mensaje
que se encuentra ajeno a la política, la sociedad y la educación. Dicho
básicamente sería, llamar a todos a formar parte de la nueva humanidad. Esta
comunión, en un comienzo, exigiría la plena conciencia de sentirnos y saberse
parte de la humanidad. Algo que solo es posible, a mi modo de ver, cuando se
reconoce y se acepta en el otro no solo la dignidad que le es propia, sino en
el momento en el que es mi prójimo, mi hermano.
Es interesante esto último,
es esencial para la humanidad la diversidad, así como de diversos son en una
familia el padre, la madre o los hijos. Desde que nacemos cada uno vive la vida
de manera diversa. Dentro de la familia se ve clara la riqueza y la inmensidad de
esa diversidad. Pero lo que más asombra es lo bien que se entiende esa relación,
esa familiaridad. Semejante facilidad para entender los matices que nos ofrece
cada uno es muy difícil que la podamos extrapolar a la sociedad en cada uno de
sus diferentes ambientes. Solo el reconocer al otro como persona, por la mirada
y la palabra, será capaz de destruir la barrera que forma el egoísmo. Nunca el
interés, solo el desinterés, la gratuidad, el movimiento que nace en mí hacia
el otro sin esperar nada a cambio.
Cada uno de nosotros nos
consideramos normales, no nos extrañamos de nuestras costumbres y nos sentimos cómodos
en ambientes similares, los defendemos de los posibles cambios y de intrusiones
que nos puedan sacar de nuestra zona de comodidad. Lo que rompe esas barreras,
lo que resquebraja la propia vida es amar al prójimo, querer a quien no es “yo
mismo”. Y, entonces nos damos cuenta de que no puede existir esa afinidad sin
amor, que es lo falta en tantos sitios.
Buenos días.
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