“Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos” (G. K. Chesterton)
Durante el recorrido diario por
los “medios digitales”, esta mañana me he encontrado con una frase de C. S.
Lewis que me ha recordado la necesitad de continuar profundizando sobre nuestra
libertad y la visión que podemos llegar a tener de ella. La frase es la
siguiente: “El
poder del hombre para hacer de sí mismo lo que le plazca significa el poder de
algunos hombres para hacer de otros lo que les plazca”.
Si la reflexionamos veremos que tiene razón, Lewis tiene
esa habilidad, nosotros tenemos la capacidad para elegir qué queremos
hacer, y qué opciones queremos tomar. No obstante, no se trata de hacer “lo que
me dé la gana”. Ya he dicho en alguna ocasión que la libertad, nuestra
libertad, implica necesariamente una responsabilidad por nuestra parte, una
responsabilidad, también, con nuestra misma libertad. O sea, optar por la vida,
por querer lo mejor para mí mismo, pero también para los demás y, esto implica
un desarrollo cada vez más auténtico de nuestra vida.
Si elijo unas opciones que me
degradan y van en contra de mí salud, ya sea la espiritual o la física, voy a
ir poco a poco convirtiéndome en esclavo de esas mentiras, pues, aunque pueda
llegar a pensar lo contrario, las pequeñas mentiras y los engaños que nos
hacemos nos quitan la libertad y llevan a hacernos la vida más complicada, más
oscura.
El creer que tenemos derecho a
hacer lo que “nos da la gana” tiene como contrapartida una noción muy
equivocada de la libertad, que ya expliqué en alguna ocasión.
Todos los “derechos” tienen
algunas condiciones, pues los derechos están de acuerdo con la naturaleza de
las cosas. Es decir, están encuadrados y pensados para defender ese valor que
trato de respetar. Pongamos los ejemplos del “propio cuerpo”, la “libre
expresión” así como también el “género personal”, tan de actualidad los tres.
El derecho tiene que
fundamentarse en la verdad, sino estamos traicionando la sana realización de la
persona, llevándola, finalmente, a la mentira y destrucción. Cuando se dice que
las mujeres tienen el derecho a hacer lo que quieren con su cuerpo, suele asociarse
al derecho a abortar. Se considera, equivocadamente la nueva vida, como una “parte
del cuerpo de la mujer”.
Cualquier médico, sabe que, de
la unión entre el óvulo y el espermatozoide, se genera un nuevo ser,
genéticamente distinto a la mujer. Entonces, «quitarse esas células que son
parte de su cuerpo», es darle muerte a una nueva vida.
El derecho a la “libre expresión”,
que tanto se proclama hoy en día, dice que cualquiera puede decir lo que se le
ocurra de otra persona. No importa si son infidelidades, si son secretos,
mentiras o habladurías. En realidad, eso se llama difamación, atacar el derecho
a la “buena fama”.
Finalmente, con relación al
género — tema tan discutido actualmente — si la persona quiere cambiarse de
género, es libre para hacerlo. Pero que quede bien claro, está ejerciendo ese
derecho de manera equivocada, puesto que está fuera del marco de su naturaleza
sexual, con la cual fue concebido. Soy libre y tengo derecho a cambiar de
género, pero más importante es la responsabilidad de desarrollar correctamente
la vida que me ha sido dada, con un sexo determinado, que tampoco fui yo el que
elegí.
Como veis mucho que pensar.
Buenos días.
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