“Dicen que los
viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K.
Chesterton).
A quince kilómetros por hora, que suele ser la velocidad
media de una jornada de cicloturismo se tiene tiempo para muchas cosas,
generalmente se está pendiente de la carretera y del tráfico, pero también se
piensa.
Leí hace tiempo una frase, no recuerdo de quien, que
decía más o menos: “Una cosa es pensar, y otra muy distinta pararse a pensar”.
En la bicicleta pensamos muchas cosas y sobre muchas cosas, pero se hace
difícil pararnos para razonarlas, lo que no quiere decir que se llegue a
conclusiones atolondradas pues solemos ser apacibles, sosegados y sobre todo
tranquilos, nos gusta la mansedumbre.
No de esa
mansedumbre ñoña y amorfa que tantas veces se achaca a muchas personas para vilipendiarlas.
Me refiero a esa mansedumbre hecha de paciencia y fortaleza, que sabe estar a
la altura de cada circunstancia, que le da tanto valor a la tranquilidad como a
las emociones, que genera personalidades maduras. Con la singularidad de que no
nos enfadamos ante los imprevistos que nos encontramos, y sí que nos rebelamos
contra las injusticias que en demasiadas ocasiones se producen con los
ciclistas.
Si en estos meses hemos podido hacer todo un curso de
mansedumbre con el confinamiento, también es verdad que nos hemos podido sacar
un máster en libertad. Sin embargo, tenemos tiempo ahora para estudiarlo
mientras pedaleamos. Ya sé que el tema es inmenso, pero no hace falta pararnos
para recapacitar, con solo dejar que nuestros pensamientos vaguen un poco sobre
la libertad que disfrutamos al viajar en bicicleta es suficiente.
En seguida nos daremos cuenta de que para muchas personas
la libertad consiste en poder hacer cosas; cuantas más cosas pueda hacer, más
amplio es el ámbito de mi libertad, concluyen muchos. Pero no es así. La
libertad, lo sabemos muy bien, la mide el amor, y puede haber muchísima más
libertad en un preso que está en un campo de concentración; ¡cuántos ejemplos,
verdad! Que, en una vida aparentemente libre para actuar; ¡cuántas servidumbres,
nos rodean!
O podemos pensar también en ese elemento esencial de la
libertad que es la necesidad de obedecer, tanta libertad hay como capacidad de
obedecer. O pensar en ese otro elemento de la libertad que es la dependencia, la
independencia es un defecto; somos seres dependientes. A más dependencias, más
libertad −no me
refiero a los vicios que esclavizan, me refiero a la dependencia buena de las
personas−. O se
podría pensar
de la libertad como la capacidad de vivir sin sentir esclavitudes de nada,
desprendidos de tantas cosas que pensábamos necesarias y resulta que no lo son:
¿no lo sentimos cada día del viaje? Acostumbrarnos a decir que no a tantas
cosas para poder decir que sí a lo que valga la pena.
En definitiva, como se ve, podemos hacer nuestra
licenciatura en libertad encima de una bicicleta. Nadie nos lo impide. Somos
libres de verdad.
Buenos Días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario