viernes, 3 de julio de 2020

Máster en libertad.


 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton). 


A quince kilómetros por hora, que suele ser la velocidad media de una jornada de cicloturismo se tiene tiempo para muchas cosas, generalmente se está pendiente de la carretera y del tráfico, pero también se piensa.
Leí hace tiempo una frase, no recuerdo de quien, que decía más o menos: “Una cosa es pensar, y otra muy distinta pararse a pensar”. En la bicicleta pensamos muchas cosas y sobre muchas cosas, pero se hace difícil pararnos para razonarlas, lo que no quiere decir que se llegue a conclusiones atolondradas pues solemos ser apacibles, sosegados y sobre todo tranquilos, nos gusta la mansedumbre.  
 No de esa mansedumbre ñoña y amorfa que tantas veces se achaca a muchas personas para vilipendiarlas. Me refiero a esa mansedumbre hecha de paciencia y fortaleza, que sabe estar a la altura de cada circunstancia, que le da tanto valor a la tranquilidad como a las emociones, que genera personalidades maduras. Con la singularidad de que no nos enfadamos ante los imprevistos que nos encontramos, y sí que nos rebelamos contra las injusticias que en demasiadas ocasiones se producen con los ciclistas.
Si en estos meses hemos podido hacer todo un curso de mansedumbre con el confinamiento, también es verdad que nos hemos podido sacar un máster en libertad. Sin embargo, tenemos tiempo ahora para estudiarlo mientras pedaleamos. Ya sé que el tema es inmenso, pero no hace falta pararnos para recapacitar, con solo dejar que nuestros pensamientos vaguen un poco sobre la libertad que disfrutamos al viajar en bicicleta es suficiente.
En seguida nos daremos cuenta de que para muchas personas la libertad consiste en poder hacer cosas; cuantas más cosas pueda hacer, más amplio es el ámbito de mi libertad, concluyen muchos. Pero no es así. La libertad, lo sabemos muy bien, la mide el amor, y puede haber muchísima más libertad en un preso que está en un campo de concentración; ¡cuántos ejemplos, verdad! Que, en una vida aparentemente libre para actuar; ¡cuántas servidumbres, nos rodean!
O podemos pensar también en ese elemento esencial de la libertad que es la necesidad de obedecer, tanta libertad hay como capacidad de obedecer. O pensar en ese otro elemento de la libertad que es la dependencia, la independencia es un defecto; somos seres dependientes. A más dependencias, más libertad no me refiero a los vicios que esclavizan, me refiero a la dependencia buena de las personas. O se podría pensar de la libertad como la capacidad de vivir sin sentir esclavitudes de nada, desprendidos de tantas cosas que pensábamos necesarias y resulta que no lo son: ¿no lo sentimos cada día del viaje? Acostumbrarnos a decir que no a tantas cosas para poder decir que sí a lo que valga la pena.
En definitiva, como se ve, podemos hacer nuestra licenciatura en libertad encima de una bicicleta. Nadie nos lo impide. Somos libres de verdad.
Buenos Días.

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