“Dicen que los
viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K.
Chesterton).
Han sido ocho días de pedaleo, en un circuito circular por
las provincias de Alicante, Murcia y un poco de Albacete sin querer ir a ningún
lugar en concreto solo pedalear y sentir sensaciones, probar las nuevas tecnologías
como el Google Maps y ver como se comporta nuestro cuerpo después de una semana
con la bicicleta en unos recorridos bastante duros, o al menos me lo han
parecido.
En los próximos días ya indicare el recorrido, pero ahora
os diré que han sido 609,19 kilómetros en total, que no se si son muchos o pocos,
pero han sido los que hemos necesitado para ir conectando los campings, pues la
acampada libre la hemos dejado para la próxima salida cuando el calor no
apriete tanto y la ducha diaria no sea tan necesaria.
Nos marchamos con la confianza de que el problema con el
covid-19 mejoraría y que al volver nos encontraríamos con las condiciones adecuadas
para salir a realizar una ruta más larga, pero no ha sido así.
Todo son desilusiones con el covid-19, salvo que por el momento
y “gracias a Dios” no nos hemos contagiado. Las condiciones para salir con la
libertad que me gustaría no mejoran, y aunque en el cicloturismo se puede estar
bastante aislado de la gente no es la opción que más me gusta, no es mala la
soledad pero no es la norma a seguir, la relación con la gente es fundamental
para mí y estar escondido detrás de una mascarilla no me ayuda a volver a coger
las alforjas.
Tengo la impresión de que con estos últimos rebotes que
se están produciendo en España se acaban las pocas expectativas que tenia de realizar
este verano un viaje largo. En una hipótesis, muy optimista, podría esperar que
septiembre diera una tregua y poder utilizar ese paréntesis antes del rebote de
otoño, que parece ser que existirá.
Se puede disfrutar de un viaje en bicicleta de muchas maneras,
pero tiene que haber, según mi opinión, una proporción y una correspondencia de
cada una de las cosas que lo forman con el objetivo final.
El clima, el paisaje, el lugar y la gente con las que nos
encontramos tiene que formar un conjunto armonioso para disfrutar más, no es
fácil encontrar esa armonía, pero se da muchas veces en el lugar menos esperado
a pesar de que nuestra sociedad hambrienta como esta del consumo todo lo
masifica, robando a la naturaleza su esplendor, hay que tener suerte para
descubrir esos lugares “sagrados” en donde el hombre todavía no ha puesto sus
manos. Tenemos lugares bellísimos en donde el alma puede relajarse.
La contemplación
no es ni más ni menos que poner alma y corazón en ese maravilloso lugar donde
un paisaje nos brinda lo que jamás una obra realizada por el hombre podrá
igualar. Ante la armonía de la naturaleza virgen y bien cuidada solo cabe agachar
la cabeza, darle gracias a Dios y contemplar con emoción.
Pero no todo es naturaleza, en la bicicleta existe
también la oportunidad para convivir con las personas, sonreír con ellas, oír sus
historias, dar rienda suelta a la emoción y experimentar la belleza que también
ellas trasmiten, porque la belleza es la particularidad donde reconocemos lo
bello, así como la capacidad para agradar a la vista y al oído, y a la vez
cautivar al espíritu.
Cuando por culpa del covid-19 y la necesidad de
combatirlo nos obliga a aislarnos, a separarnos, se atropella la belleza, la armonía,
nuestra vida se disloca, se pierde humanidad, y se hace muy difícil la
convivencia con los que nos vamos encontrando. Se rompe la armonía.
En estos ocho días hemos echado en falta más contacto humano,
pero hemos disfrutado de las cosas bonitas que la naturaleza nos ofrece gratis,
y tal vez hemos recuperado un poco de la salud mental que se haya perdido por
culpa del covid-19.
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