martes, 21 de julio de 2020

Ya estamos en casa.


 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).


Han sido ocho días de pedaleo, en un circuito circular por las provincias de Alicante, Murcia y un poco de Albacete sin querer ir a ningún lugar en concreto solo pedalear y sentir sensaciones, probar las nuevas tecnologías como el Google Maps y ver como se comporta nuestro cuerpo después de una semana con la bicicleta en unos recorridos bastante duros, o al menos me lo han parecido.
En los próximos días ya indicare el recorrido, pero ahora os diré que han sido 609,19 kilómetros en total, que no se si son muchos o pocos, pero han sido los que hemos necesitado para ir conectando los campings, pues la acampada libre la hemos dejado para la próxima salida cuando el calor no apriete tanto y la ducha diaria no sea tan necesaria.
Nos marchamos con la confianza de que el problema con el covid-19 mejoraría y que al volver nos encontraríamos con las condiciones adecuadas para salir a realizar una ruta más larga, pero no ha sido así.
Todo son desilusiones con el covid-19, salvo que por el momento y “gracias a Dios” no nos hemos contagiado. Las condiciones para salir con la libertad que me gustaría no mejoran, y aunque en el cicloturismo se puede estar bastante aislado de la gente no es la opción que más me gusta, no es mala la soledad pero no es la norma a seguir, la relación con la gente es fundamental para mí y estar escondido detrás de una mascarilla no me ayuda a volver a coger las alforjas.
Tengo la impresión de que con estos últimos rebotes que se están produciendo en España se acaban las pocas expectativas que tenia de realizar este verano un viaje largo. En una hipótesis, muy optimista, podría esperar que septiembre diera una tregua y poder utilizar ese paréntesis antes del rebote de otoño, que parece ser que existirá.
Se puede disfrutar de un viaje en bicicleta de muchas maneras, pero tiene que haber, según mi opinión, una proporción y una correspondencia de cada una de las cosas que lo forman con el objetivo final.
El clima, el paisaje, el lugar y la gente con las que nos encontramos tiene que formar un conjunto armonioso para disfrutar más, no es fácil encontrar esa armonía, pero se da muchas veces en el lugar menos esperado a pesar de que nuestra sociedad hambrienta como esta del consumo todo lo masifica, robando a la naturaleza su esplendor, hay que tener suerte para descubrir esos lugares “sagrados” en donde el hombre todavía no ha puesto sus manos. Tenemos lugares bellísimos en donde el alma puede relajarse.
 La contemplación no es ni más ni menos que poner alma y corazón en ese maravilloso lugar donde un paisaje nos brinda lo que jamás una obra realizada por el hombre podrá igualar. Ante la armonía de la naturaleza virgen y bien cuidada solo cabe agachar la cabeza, darle gracias a Dios y contemplar con emoción.
Pero no todo es naturaleza, en la bicicleta existe también la oportunidad para convivir con las personas, sonreír con ellas, oír sus historias, dar rienda suelta a la emoción y experimentar la belleza que también ellas trasmiten, porque la belleza es la particularidad donde reconocemos lo bello, así como la capacidad para agradar a la vista y al oído, y a la vez cautivar al espíritu.
Cuando por culpa del covid-19 y la necesidad de combatirlo nos obliga a aislarnos, a separarnos, se atropella la belleza, la armonía, nuestra vida se disloca, se pierde humanidad, y se hace muy difícil la convivencia con los que nos vamos encontrando. Se rompe la armonía.  
En estos ocho días hemos echado en falta más contacto humano, pero hemos disfrutado de las cosas bonitas que la naturaleza nos ofrece gratis, y tal vez hemos recuperado un poco de la salud mental que se haya perdido por culpa del covid-19.

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