“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).
Mucho mejor, como no podía ser de otra manera, se comportó la bicicleta, se sube más descansado lo que no va a impedir que con
las alforjas cargadas y en algunas de las fuertes rampas del puerto de Tollos tenga
que poner “pie a tierra”.
La intención, no ha sido nunca, no poner “pie a tierra”
en ninguna subida, cosa que todos sabemos que resultaría imposible para un
cicloturista sobre todo cuando en sus genes se encuentra el de la búsqueda de
caminos escondidos y solitarios, la idea del cambio de piñones era simplemente
hacer más cómoda esa búsqueda.
Vamos a subir más lentos y con las pulsaciones más
tranquilas, al fin y al cabo, lo que buscamos es disfrutar y sufrir solo lo estrictamente
necesario.
El problema del sufrimiento encima de una bicicleta nunca
forma parte del proyecto originario de un viaje y si aparece y lo permitimos (no
lo queremos), es para asumirlo como una parte de la aventura que puede llegar a
ser cualquier viaje.
Llevar a nuestro cuerpo al sufrimiento físico para obtener
algún tipo de beneficio siempre me resulta complicado, sobre todo al establecer
los límites, ya que soy de la opinión de que la vida humana es frágil y
necesita de nuestro cuidado al ser lo más importante en el mundo, no importando
si apenas es del tamaño de la cabeza de un alfiler o tiene ya cien años. Y urge recordarme que no puedo jugar con mi
cuerpo sin que existan consecuencias.
Por eso, de principio a fin hay que defender la vida y
todos sus ciclos, porque si no comprendemos que es lo único que merece ser
preservado, estaremos condenados a fracasar como personas.
No quiero que se me entienda que no estoy a favor de la
actividad física y de practicar algún deporte con el propósito de mantener la salud
y poseer una buena forma física con un buen estado de salud funcional y metabólico,
lo que quiero decir es que no hay que hacer barbaridades para conseguirlo.
Es muy bueno hacer deporte como una práctica moderada en
la que disciplinamos el cuerpo para entrenar la voluntad. Estamos pues,
haciendo bien al preocuparnos por nuestro cuerpo. El problema es que no siempre
la motivación es la deseada. Los motivos pueden distorsionarse en la medida que
las prioridades de lo que nos rodea se van colando. Tanto para hombres y
mujeres, los músculos, el contar las calorías, las tallas, la báscula, la ropa
ajustada y las vitaminas, se van volviendo en casi un culto. Si nos está
pasando algo parecido o estamos viviendo para el deporte es bueno que recapacitemos
pues podemos perder el norte y tener consecuencias que no afectan solo lo
físico sino también lo espiritual.
Hay tiempo para todo, un tiempo para cada cosa bajo el
sol. El problema es cuando las prioridades se desordenan. El cuidado de la
salud física es importante y debemos dedicar tiempo a eso. No obstante, hay
otras cosas a las cuales también es bueno dedicar tiempo, familia, el crecimiento
intelectual y espiritual, el descanso, los amigos, el trabajo y un largo
etcétera.
Qué el deporte nos ayude a desarrollar el hábito y la
disciplina para poder dar el tiempo necesario a cada cosa, pero que no se
convierta en una actividad a la cual se le da tiempo de forma desproporcionada.
Buenos Días.
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