“Integridad es hacer lo correcto, incluso cuando nadie está mirando.”. C.S. Lewis.
Me
equivoque el otro día cuando creía que no se iba a producir una guerra, pensaba
que Rusia no invadiría Ucrania, me equivoque y lo siento.
Volvemos
a tener una guerra en nuestra vieja Europa. Una guerra que no se ha podido
evitar, supongo, pues lo contrario sería más grave. Si es que puede haber algo
más grave.
La
Historia nos recuerda, sí queremos que lo haga, que los motivos de una guerra están
motivados por varios factores, y algunos solo los conoceremos con el paso de
los años y el trabajo de los historiadores. Porque suele haber distintas
versiones que llevan a cada protagonista a legitimar su postura en el
transcurso de los acontecimientos, ya sea a escala mundial, en una pelea entre
hermanos o en una discusión entre amigos. De ahí que podamos decir que la
violencia está claramente vinculada con la idea de la verdad, en cómo la
aceptamos o la negamos y en cómo la queremos utilizar. Por eso tienen tanta
importancia las campañas mediáticas en prensa y todo tipo de medios de
comunicación, y que en la mayoría de los casos ya no podemos controlar.
Esa guerra
que veía, que sentía como un espectro, que se aparecía como una muestra de
nuestra frágil condición humana se ha hecho realidad. Está claro, es evidente,
todos queremos la paz, al menos los que estamos más o menos en su sano juicio,
pero la realidad y el dramatismo de los hechos actuales y los que vendrán en
los próximos días, no puede de ninguna manera convertirse en una excusa para
quedarnos en un ingenuo buenismo convertido en una pancarta colgada en el
balcón y en una visión demasiado simple de la realidad. Ha llegado. Llega y
llega, y ya no hay vuelta atrás, pese a que se haga todo lo posible por
evitarla.
Alguien
miente, alguien no dice la verdad, y se trata de una verdad que sufre por el
deslumbramiento de la ideología, por los intereses de las empresas, por la
ceguera parcial de los medios, por los delirios de grandeza de los políticos y
por la manipulación de las palabras. Cada uno se acerca a su “verdad”, a una
verdad que se olvida en la mayoría de los casos del sufrimiento de las personas
y de pueblos y que desprecia la justicia, la bondad y la paz.
Y, en
este mundo, donde irremediablemente todo está conectado, de una forma o de otra
todos nos vamos a ver afectados por esta triste guerra, sobre todo los europeos,
y aunque no nos toque empuñar un arma, todos deberíamos de hacer frente a la
guerra por la verdad.
El
que miente, sabe que miente. No lo olvidemos.
Buenos
días.
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