“Si encuentro en mí mismo deseos que nada en este mundo puede satisfacer, la única lógica explicación es que fui creado para otro mundo.” C. S. Lewis.
Voy a
aclarar un poco lo que comenté el otro día cuando dije refiriéndome a cómo
podemos ser felices: “los que
identifican la felicidad como la ausencia de dolor”. Según algunas personas para ser feliz se tendría
que llegar a un estado en el que no nos perturbara nada en absoluto, para lo
que deberíamos de eliminar cualquier deseo. Porque son nuestros deseos los que
nos van a producir ese sufrimiento. Y es que, sufrimos porque no alcanzamos lo
que queremos. Queremos tener dinero y no lo tenemos. Nos gustaría vivir
eternamente y la muerte nos amarga. De ahí que, se pueda llegar a pensar que
solo eliminando cualquier deseo se puede ser feliz.
Si no
deseas nada, por nada has de sufrir. Y es que, si no deseas, por ejemplo,
vivir, no sufrirás por la muerte. Si no deseas estar para siempre con tus seres
queridos, no vas a sufrir cuando los pierdas. Si no deseas cambiar el mundo, no
sufrirás porque no te guste. Es la felicidad entendida como ausencia de dolor. Si
tú no quieres cambiarte a ti mismo, si no quieres ser otro, no lo vas a pasar
mal ante la desilusión que te producirá no llegar a cambiar el mundo o a
cambiarte a ti mismo. Esa felicidad se alcanzaría si fuéramos capaces de
suprimir nuestra voluntad, que es la que no para de provocar deseos que nos son
muchas veces inalcanzables, y que a su vez nos provocan una congoja permanente.
Es la felicidad que resulta muy parecida a la que tendría una piedra que no
siente nada o a la de un árbol que apenas siente.
Según
esta forma de entender la vida hay que aceptar el mundo como es, aceptarnos tal
y como somos, y no como nos gustaría ser, no perdemos en buscar idealismos que
nos resultan muy complicados, ni en voluntarismos estériles que solo nos pueden
conducir a la frustración y al dolor, entonces, tal vez conseguiremos ser
felices. Se trata de la felicidad tal y como la entienden los budistas y que la
podemos ver hoy en día en la New Age, que no es otra cosa que una combinación
de distintas filosofías orientales que nos llegó a occidente a través de
retiros budistas o pseudo-budistas, del yoga, el “mindfulness” y
de otras disciplinas que propugnan alcanzar la felicidad entendida como ese
estado de paz interior que se alcanza cuando uno se siente en armonía con el
cosmos y con uno mismo.
Pero
la verdad es que el ser humano aspira a una perfección de sí mismo y del mundo
que nos resultara difícil de alcanzar, por no decir imposible. Creo recordar
que fue Platón quien decía que tenemos un alma que aspira a la perfección
porque viene del mundo de las ideas donde todo es perfecto. Y, mientras el alma
inmortal esté unida a un cuerpo mortal, no podrá sentirse nunca satisfecha, porque
nosotros aspiramos a una belleza, a un conocimiento de la verdad y a una bondad
que en este mundo imperfecto son inalcanzables. Solo cuando el alma rompa sus
cadenas con el cuerpo y vuelva al lugar al que pertenece podrá ser realmente
feliz. Pero en este mundo imperfecto, la felicidad total sería inalcanzable.
Para muchas
personas, no hay nada más moderno que sentarse en la posición del loto y
repetir mantras que, a mí, no me dicen nada. En cambio, meditar en un templo cristiano,
eso, no: que es muy aburrido y antiguo.
En
fin, lo dejo por hoy, mañana intentaré explicar un poco esa otra forma de
felicidad que se resume en esta frase: “No es más feliz el que más tiene,
sino el que menos necesita”.
Buenos
días.
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