jueves, 3 de febrero de 2022

La felicidad como la ausencia de dolor.

 “Si encuentro en mí mismo deseos que nada en este mundo puede satisfacer, la única lógica explicación es que fui creado para otro mundo.” C. S. Lewis.

Voy a aclarar un poco lo que comenté el otro día cuando dije refiriéndome a cómo podemos ser felices: “los que identifican la felicidad como la ausencia de dolor”. Según algunas personas para ser feliz se tendría que llegar a un estado en el que no nos perturbara nada en absoluto, para lo que deberíamos de eliminar cualquier deseo. Porque son nuestros deseos los que nos van a producir ese sufrimiento. Y es que, sufrimos porque no alcanzamos lo que queremos. Queremos tener dinero y no lo tenemos. Nos gustaría vivir eternamente y la muerte nos amarga. De ahí que, se pueda llegar a pensar que solo eliminando cualquier deseo se puede ser feliz.

Si no deseas nada, por nada has de sufrir. Y es que, si no deseas, por ejemplo, vivir, no sufrirás por la muerte. Si no deseas estar para siempre con tus seres queridos, no vas a sufrir cuando los pierdas. Si no deseas cambiar el mundo, no sufrirás porque no te guste. Es la felicidad entendida como ausencia de dolor. Si tú no quieres cambiarte a ti mismo, si no quieres ser otro, no lo vas a pasar mal ante la desilusión que te producirá no llegar a cambiar el mundo o a cambiarte a ti mismo. Esa felicidad se alcanzaría si fuéramos capaces de suprimir nuestra voluntad, que es la que no para de provocar deseos que nos son muchas veces inalcanzables, y que a su vez nos provocan una congoja permanente. Es la felicidad que resulta muy parecida a la que tendría una piedra que no siente nada o a la de un árbol que apenas siente.

Según esta forma de entender la vida hay que aceptar el mundo como es, aceptarnos tal y como somos, y no como nos gustaría ser, no perdemos en buscar idealismos que nos resultan muy complicados, ni en voluntarismos estériles que solo nos pueden conducir a la frustración y al dolor, entonces, tal vez conseguiremos ser felices. Se trata de la felicidad tal y como la entienden los budistas y que la podemos ver hoy en día en la New Age, que no es otra cosa que una combinación de distintas filosofías orientales que nos llegó a occidente a través de retiros budistas o pseudo-budistas, del yoga, el “mindfulness” y de otras disciplinas que propugnan alcanzar la felicidad entendida como ese estado de paz interior que se alcanza cuando uno se siente en armonía con el cosmos y con uno mismo.

Pero la verdad es que el ser humano aspira a una perfección de sí mismo y del mundo que nos resultara difícil de alcanzar, por no decir imposible. Creo recordar que fue Platón quien decía que tenemos un alma que aspira a la perfección porque viene del mundo de las ideas donde todo es perfecto. Y, mientras el alma inmortal esté unida a un cuerpo mortal, no podrá sentirse nunca satisfecha, porque nosotros aspiramos a una belleza, a un conocimiento de la verdad y a una bondad que en este mundo imperfecto son inalcanzables. Solo cuando el alma rompa sus cadenas con el cuerpo y vuelva al lugar al que pertenece podrá ser realmente feliz. Pero en este mundo imperfecto, la felicidad total sería inalcanzable.

Para muchas personas, no hay nada más moderno que sentarse en la posición del loto y repetir mantras que, a mí, no me dicen nada. En cambio, meditar en un templo cristiano, eso, no: que es muy aburrido y antiguo.

En fin, lo dejo por hoy, mañana intentaré explicar un poco esa otra forma de felicidad que se resume en esta frase: “No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita”.  

Buenos días.

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