“El viajero ve lo que ve, el turista ve lo que él ha ido a ver”. G. K. Chesterton
Seguimos
con nuestra salida semanal, ayer nos fuimos por Benichembla hasta Petracos para
volver a Pego por la Vall de Ebo, unos cincuenta kilómetros bastante accidentados
para seguir acumulando horas en la bicicleta.
Me
encuentro en esa fase del viaje en la que hay que empezar a tener confianza en
lo que vamos a realizar, no una confianza completa, pues no es posible, pero si
ir haciéndose a la idea de que ya queda poco para ponernos en marcha, y no está
nada mal que nuestro cuerpo se vaya acostumbrando a pasar horas encima de la
bicicleta.
Un
viaje en bicicleta no es solo una práctica física que puede resultar bastante
exigente, o no, sino que encierra toda una filosofía de vida detrás. La idea
con la que me muevo ahora, cuando en teoría me encuentro a menos de dos meses para
ponerme en marcha es la de convertir un paseo de varias horas en un hecho natural
y lo más cómodo posible.
Con
esta intención de que sea natural y cómodo, lo que busco también es reforzar la
idea de que todo, hasta lo más complicado, puedo conseguirlo si soy constante.
Y es que, no sería lógico sufrir para llegar a final del primer día. Sin
embargo, estas salidas y las pruebas que realizo en casa van preparando al
cuerpo muy poco a poco para conseguirlo, haciendo siempre hincapié en que no es
éste el objetivo, sino una consecuencia natural de la perseverancia, de ser
constante.
Creo
que el verdadero logro reside en conseguir sacar de toda esta preparación unos
valores y llevarlos a la vida diaria. Al igual que habrá días durante el viaje donde
no conseguiremos que nos salga nada bien, también hay días donde no damos pie
con bola en nuestra actividad diaria.
El
secreto no está solo en darse cuenta de qué nos falta para conseguir lo que
queremos, pues si solo miramos el camino fijándonos en lo mucho que nos queda
por andar nos daremos por vencidos antes de tiempo. O peor, acabaremos siendo
consumidos por el miedo a fracasar, convirtiendo cada mínimo fallo en un error
imperdonable, en vez de transformarlo en un aprendizaje. Es necesario que nos
alegremos de lo que hemos aprendido y no dejar de soñar con cómo nos sentiremos
cuando lleguemos a eso que tanto deseamos.
Personalmente,
yo sueño con que llegue el día de ponerme en marcha, de empezar a pedalear, pero
sé que aún no lo tengo todo preparado como me gustaría. Como esto, tantas otras
cosas. Pero también sé que aún no me toca, que falta poco, que ya casi está.
¿Debería amargarme por ello? ¿Debería hundirme por esos detalles que faltan?
¿Debería desesperarme cada vez que tengo que modificar algo que ya hacía meses
que daba por sentado? ¿O debo seguir insistiendo cada día, hasta conseguir
llegar a estar un poco mejor preparado, con intención, sin expectativas concretas?
Y es
que, al igual que debo coger un poco de forma física y acostumbrar a mi cuerpo
a la vida al aire libre, mi mente también debe prepararse y hacerse fuerte para
pasar por encima de todos esos inconvenientes que van a surgir. Tengo que
aprender a desprenderme día a día de esas cadenas, de esas preocupaciones
injustificadas que me van quitando poco a poco la libertad.
Aun
así, sé que cometeré errores y que habrá días de dudas, incertidumbre e,
incluso, desolación. En esos momentos, sé que mi cabeza me pedirá serenidad
para ir afrontando los problemas de uno en uno, sin miedo a no encontrar la
solución.
Así
que, con esta intención de avanzar sin forzar, poco a poco. Voy haciendo mis
prácticas.
Buenos
días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario