“Puedo creer lo imposible pero no lo improbable” G. K. Chesterton.
No me
ha quedado más remedio que ver un parecido entre en declive del imperio romano
y lo que estamos viviendo en nuestra querida Europa. Tengo la impresión de que
al igual que la Roma que conquisto aquel mundo antiguo, Europa también ha
pasado unas décadas pujantes, donde era ambiciosa y llena de personas que
soñaban a lo grande. Luego como a los romanos nos han llegado unos años de una
lenta transformación, y ahora parece que hemos llegado a unos años de decadencia.
Se que los historiadores matizarán mucho estas afirmaciones y me dirán que es
una comparación demasiado simple, y lo acepto.
Pero
pienso, que al igual que a los romanos, al otro lado de nuestras fronteras,
otras naciones emergentes, que tratan de construir su futuro, pedían y piden su
turno. Y lo ganaron entonces y lo pueden ganar ahora por la fuerza de su
necesidad, su ambición y sus convicciones tan diferentes. Digo esto porque ver
a nuestra Europa occidental perdida en pasatiempos de revista mientras el resto
del mundo vive buscando un camino para seguir avanzando hacia un lugar tan
diferente al nuestro me preocupa, a mi al menos me asusta.
Lo de Rusia en Ucrania nos puede mostrar que nuestra Europa, a no ser que de verdad esté dispuesta a unirse y a pagar el coste de sus decisiones, ya no sabe hacer nada más que amenazar con grandes declaraciones y sanciones que no se sabe hasta que extremo es capaz de llevar. Y que conste que espero estar equivocado. Y ojalá una “guerra económica” sea la alternativa a la violencia, aunque lamentablemente van a sufrir los mismos. Ojalá los acontecimientos que van a suceder en los próximos días nos hablen más de solidez que de pusilanimidad. Que seamos capaces de tomar decisiones y afrontar situaciones comprometidas.
Nuestros políticos parece que estén especializados en problemas de humo, en engrandecer temas locales e ideológicos, y lo hacen porque dan por sentado que vivimos suficientemente bien. Somos una sociedad que tal vez envejecida por los años esta preocupada por ficciones y anestesiada por el bienestar. Hemos convertido la lucha en una enfermedad que hay que curar y donde todo se psicologiza. Somo incapaces de empujar y de sacrificarnos pues vivimos de las rentas de lo que otras generaciones, más dispuestas a sacrificarse, consiguieron. Somos capaces de unir de maravilla las exigencias y el bienestar, pero que no queremos saber nada de renuncias o costes. Nuestro egoísmo es tan grande que no somos capaces de ver más allá.
Pero,
si no me equivoco, si continuamos enganchados a este "sentimiento lánguido
de la vida", si de veras nuestra vitalidad y vigor están dirigidos a otro
lugar, va a continuar nuestro lento declive. Lo peor, lo más trágico es que aun
faltan algunos años para que al mirar estos días que estamos pasando solo
veamos fantasmas de ayer y nos preguntemos por qué no reaccionamos.
Buenos
días.