“Si dice che viaggiare amplia le idee, ma per farlo bisogna avere delle idee.” (G. K. Chesterton)
Día 45 del viaje a Roma. Lago Bracciano.
Martes 13 de mayo de 2025.
Voy a volver tranquilamente a casa, una tranquilidad que es obligada por tener que coger el ferry hacia Barcelona el sábado, así que voy a repartir estos días entre el lago Bracciano y el Lido de Tarquinia, van a ser cinco días de relax.
Aunque es verdad que voy a descansar, solo descansaré completamente en el apartado físico ya que no se desconectar por completo la mente. Puedo relajarla, pero desenchufarla, no se.
En fin, voy a empezar a repasar ese decálogo que considero aconsejable seguir para disfrutar de un viaje.
I. “No pongáis vuestras preocupaciones en vuestra mochila”.
Esta es la primera norma de esas 10 que expuse el otro día como un camino a seguir para ser un buen viajero y que el viaje nos resulté lo más agradable posible. Es posible que no se trate de la primera en importancia, pero por alguna había que comenzar.
Si me centro en este viaje a Roma, que resulta que no ha sido solo una cuestión física, sino que también ha resultado ser una experiencia interior y puedo decir que llevar un equipaje lo más liviano posible es fundamental para realizarlo mejor, no solo llevar menos kilos de material sino también menos preocupaciones, menos miedos y menos culpas del pasado.
Es fundamental elegir cuidadosamente que meter en las alforjas para no sobrecargarlas y elegir aun con más cuidado que llevar en el corazón, porque no todo hace falta para el verdadero destino: Roma y el Jubileo 2025.
Ir a Roma ha tenido un fuerte sentido espiritual, aumentado con la muerte de Francisco y el nombramiento de León XIV, y donde esa frase la puedo relacionar con Mateo 6. 25-31, que me viene bien para mostrar que tampoco hay que llevarnos de casa demasiadas preocupaciones, sino que debemos confiar en Dios y dejar nuestras preocupaciones a Él: “Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis…”.
Esa primera norma para viajar los cristianos la podemos entender desde ese punto de vista, confiar en la Providencia y dejar nuestras preocupaciones en casa. Nos invita a viajar y a vivir más ligeros, con fe y esperanza, dejando que la mochila de nuestra vida se vaya llenando de lo esencial y no de cosas que no nos corresponde cargar a nosotros solos.
En muchas ocasiones se nos olvida que no debemos tener miedo pues somos muy valiosos para Dios pues somos sus hijos. Debemos de convencernos que detrás de todo lo que nos sucede hay siempre una razón de bien: Todas las cosas contribuyen a bien de los que aman a Dios. (Rom 8, 28).
En fin, viajemos ligeros de toda clase de equipajes.
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