“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton)
Día 56 del viaje a Roma. Torrenostra
--- Moncofar.
Sábado 24 de mayo de 2025.
Distancia: 60,13 km.
Desnivel positivo: 222 m.
Velocidad media: 16 km/h.
Se nos termina el que debería de ser el gran viaje de este 2025 y lo estoy haciendo, dejando consejos de como deberíamos de afrontar un viaje de largo recorrido en bicicleta. Como estáis viendo no son consejos ni sobre el material que debemos llevar ni sobre logística, se trataría de consejos de como debe ser nuestra actitud y comportamiento.
Y para ir finalizando hoy pongo
delante el de; “Dejad siempre una buena impresión tras de vosotros”.
Hay una pregunta que muy pocas
veces nos hacemos cuando abandonamos un lugar; ¿Cómo nos recordarán cuando no estemos? En nuestro interior esperamos
que algo de cuanto decimos o hacemos en nuestra vida pase a la posteridad y se
convierta por sí mismo en nuestra herencia, sin embargo, tenemos que ser
realistas, lo que quedará de nosotros será el bien que hayamos podido hacer. Lo
mismo sucede cuando viajamos, las cosas buenas que podamos hacer mientras nos
encontremos en un lugar será lo que dejará una buena impresión de nosotros.
No se trata de hacer ni decir grandes cosas, esos detalles nimios que no
cuestan ningún esfuerzo y que facilitan las cosas a los demás son al final los
que nos definen. Son esas señales que dejamos y que nunca se olvidan las que se
quedan en el corazón de las personas a las que hacemos el bien.
En el fondo, lo que parece indicar todo lo anterior es que nos portemos
bien. O, dicho de otra manera: que no la liemos, que seamos amables, educados y
que no demos problemas. Vamos, que no actuemos mal y no demos guerra. Esto es
quizás la conclusión a la que muchos de vosotros habéis llegado, y es en parte
lo que queremos la mayoría de nosotros, no solo para nosotros sino también para
nuestros seres queridos. Y sin querer, casi sin darnos cuenta, podemos
reducir ser bueno, a ser dócil, a cumplir las normas de la mejor manera posible.
Sin embargo, ser buena persona
tiene una pretensión mayor. No se trata de verlo en negativo, o sea, de no
hacer las cosas mal, de no hacer el mal. Y es que ser bueno nos lo tenemos que
plantear de manera diferente: vivir para hacer el bien, en cada momento y en
cada instante. La persona realmente buena no se conforma con no meter la pata,
sino que actúa de forma para que el bien gane en cada situación, desde los
grandes temas a las anécdotas del día a día.
Ojalá se pueda decir de cada uno
de nosotros, al marcharnos, que fuimos buenos. No por nuestra docilidad y apego
a las normas y a la convivencia, que está muy bien, ni por hacer las cosas bien
o por crear buen rollo. Ser buenos porque fuimos capaces de aspirar a ser
bondadosos, a propagar la bondad, para nosotros y para otros, y que nos esforzarnos
en cada momento para hacer el bien y mejorar un mundo que tanto lo necesita y
que sigue precisando de buenas personas.