sábado, 28 de septiembre de 2024

Camino de Geiranger. 22 de agosto de 2024.

     “No podría encontrar una verdad que niegue que busco la verdad. Mi mente no puede encontrar nada que niegue mi mente” (G. K. Chesterton) 

Después de dos días en casa para montar el mueble y convertir a la berlingo en una camper-van, toca volver a ponerse en marcha hacia Noruega, en un viaje distinto en todos sus aspectos.

Recuerdo ahora que, en muchas ocasiones, ante un resultado adverso, he dicho y he pensado: “Bueno, como no lo he conseguido, abriré la mente, pues seguro que encontraré otras opciones” Sí, y es cierto. Este verano salí de casa con la bicicleta dirección Geiranger y terminé recorriendo tres ríos franceses. Quizás hay otras opciones, estoy seguro de que hay que abrir la mente en cuanto algo no nos sale como queríamos, pero no había caído en que también tenemos la opción de volver a intentarlo.

Me he dado cuenta de que por mucho que trate de convencerme con mensajes como “volver a dar una oportunidad a lo viejo” o con propuestas como “dar una segunda vida a los viajes”, aún sigo pensando muchas veces que la primera vez es la buena. Incluso he llegado a pensar que la primera vez es la única vez y que después ya no vale la pena.

No hay duda, la rapidez con la que se consiguen los resultados gracias al mundo digital y a los adelantos tecnológicos están socavando algo muy importante para la persona como es la paciencia, la observación, la perseverancia y, por lo tanto, nuestra capacidad para adentrarse en uno mismo y conocerse. Porque volver a intentar lo que nos salió mal nos lleva a descubrir quienes somos, qué queremos de la vida y si vamos por la senda que debemos ir. Nos ayuda a conocer de qué somos capaces y de qué no, a darnos cuenta de nuestro nivel de adaptabilidad en nuestro ánimo y de flexibilidad ante los contratiempos.

Parece que andamos tan faltos de experiencias nuevas y de continuas sensaciones que reactiven la emoción e ilusión que nuestra rutina se va ensombreciendo, que volver a intentar un viaje que no salió, un sueño que se cayó no entra en nuestros planes. Y no estoy diciendo con esto que nos tengamos que dar de cabeza contra ese problema una y otra vez, empeñados en solucionarlo, aunque eso nos destroce. De lo que estoy hablando es de no rendirse a la primera, de parar un momento y dejar que esa dificultad nos hable, porque quizás en ese problema se encuentre algo más importante que haberlo conseguido a la primera.

 No es masoquismo. Es simplemente volver a tener una oportunidad. Si escuchas atentamente te darás cuenta de que nuestra conciencia tiene la costumbre de recordarnos una y otra vez que lo tenemos que volver a intentar. Y nuestra conciencia tiene mucha más paciencia que nosotros.

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