sábado, 24 de agosto de 2024

Día 68. 3 de agosto de 2024. Grau de Moncofar --- Pinedo.

      “Cuando el hombre está haciendo las tres o cuatro cosas para las que ha sido enviado a esta tierra, entonces habla como alguien que vivirá para siempre” (G. K. Chesterton)  



Día 68. 3 de agosto de 2024.

Grau de Moncofar --- Pinedo.  

Distancia: 60,79 km.

Media: 14,98 km/h.

Desnivel positivo: 94 m.

Parece que mañana, si Dios quiere, llegaré a casa y, en cuanto me he puesto a escribir un esbozo para un resumen de todo este viaje, he tenido la sensación de que a veces las palabras nos saturan, están en todas partes, en la televisión, en los periódicos, en internet… Y creo que en la mayoría de las ocasiones es mejor ver las obras que fijarse en las palabras. Es verdad, pero aunque con nuestras obras puede parecer suficiente esto no impide ponerlo en palabras, aunque eso nos compromete a cuidar la calidad de las ellas.

Y es que en muchas ocasiones no utilizamos palabras, palabras que muchas veces poseen una fuerza enorme. Cuando mi amigo Mark, el ciclo-turista ingles, la mañana en que nos despedimos me dice que ha sido un verdadero placer viajar conmigo unos días, no me queda otra que darle un abrazo pues me deja sin esa palabra adecuada para ese momento; cuando el vecino de parcela en el camping me da las gracias efusivamente por haberlo tratado con amabilidad y haberlo ayudado con un problema con el hornillo, te deja con esa sonrisa medio boba en la boca y sin decir nada; o esa persona que te dice al despedirte que tengas cuidado y se te humedecen los ojos.

No hacen falta muchas palabras para expresar esa clase de sentimientos, porque en las palabras nos decimos pero en las obras nos realizamos.

¿Cuántas palabras habré escrito en los párrafos anteriores? No lo se. Las podría contar, me resultaría fácil con el tratamiento de texto, pero lo importante es que habrán muchas que de tanto usarlas ya no les de el sentido adecuado. Las doy por sentadas y no me doy cuenta de lo mucho que significan. Me gusta escribirlas como “alegría”, “amor”, “libertad”, “verdad”. Y, quizás, una tarde me de cuenta de que la alegría no es tan profunda, que no amo como debería y que el amor es solo la letra de una canción. No quiero, ahora, parecer dramático ni tremendo. Es solo que a veces me asusto si convierto una palabra en cháchara.

Hay ocasiones en que las palabras de enfrentan, de golpe, con su verdadero sentido. Situaciones en que lo autentico no se puede esconder, cuando lo superficial se desmorona y aparece sencillamente lo real. Y aunque asusta y quizás duele pensar en muchas situaciones en serio, también tiene bastante de oportunidad. Es la ocasión de callar, de silenciar la palabrería, de dejar de abusar de versos gastados… para retomar la palabra sincera. Para recordar que muchas circunstancias no son un juego. Para que cuando vuelva a pronunciar, con delicadeza, palabras hermosas… como es un “te quiero”, lo pueda hacer consciente de la belleza, la hondura, la promesa y el compromiso que hay detrás.

 Un último apunte, voy a poner cuidado con el uso que les de a las palabras en ese resumen que sin duda llegará.

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