“Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos” (G. K. Chesterton)
Seguimos disfrutando de la bicicleta, circulamos por las
carreteras de nuestra comarca con la intención de mantener vivo un poco nuestro
estado de forma y un mucho nuestro espíritu viajero.
Veo dos formas de entender esta repetición de excursiones:
una la podría llamar la creadora, que es la que busca cada vez una fuente de
belleza, la que se maravilla y se llena de sentido cada día con cada recorrido,
y otra la podría denominar mecánica o simple repetición de lo mismo, que no ve
la diferencia que existe en un mismo recorrido durante días diferentes.
¿Es posible generar ideas originales para que cada salida
con la bicicleta sea una experiencia creadora?
No hay duda de que en muchos ámbitos de la vida no sólo
estamos acostumbrados a verlo todo de una determinada manera, sino, además,
esperamos que todo se haga de una determinada forma, como si la realidad diaria
en la que nos desenvolvemos fuese absolutamente estable y predecible.
Es difícil escapar de esa rigidez mental, y esto nos
impide ver en lo cotidiano lo extraordinario, ya que estamos condicionados no
solo por nuestra educación, sino que también por nuestras tradiciones o el
siempre machacante discurso de la sociedad de la información. Sin embargo, hay
que hacer un esfuerzo y deshacernos de aquellos prejuicios, rutinas e
influencias de toda especie que nos bloquean mentalmente. La solución parece simple:
debemos esforzarnos por cambiar el punto de vista, desplazarnos “lateralmente”
para ensayar diferentes percepciones, en otras palabras, comenzar a
experimentar nuestra escondida inteligencia creadora, que sin duda tenemos.
A veces tengo la impresión de que pasan los días y las
excursiones y no ocurre nada, y eso me parece grave. Porque la vida se hace
hacia adelante y es decisivamente cuestión de imaginación. Confío en que ahora,
en este otoño que desembocará en el año 2022, use la imaginación para proyectar
el futuro.
Así como hay algunas especies animales que tienen un
periodo de hibernación, en que la vida queda reducida a un mínimo, en estos
meses suelo experimentar una situación análoga, hasta que llega un lento
despertar. Siempre asisto con interés a esa vuelta a la vida "normal"
y trato de adivinar la forma que va a adquirir.
Pero hacen falta ciertas condiciones para que la
imaginación sea adecuada y eficaz. Ante todo, tener claro lo que tenemos, saber
que poseemos, de donde tenemos que empezar; y aquí pongo también las
dificultades, los problemas, los errores cometidos y que sin duda hay que
enmendar. Y es que paradójicamente no hay nada más "realista" que la
imaginación, que no consiste, como se dice en "echar a volar"
caprichosamente una fantasía vaga, sino en prolongar con rigor y exigencia los
rasgos de lo que nos encontramos, de lo que tenemos, que son el inexorable
punto de partida.
No da buen resultado el desconocimiento o el olvido la
suplantación, la falsificación de lo que fuimos o somos. Los que hacen esto, no
solo carecen del necesario punto de partida para imaginar y proyectar, sino que
se apoyan en lo inexistente, con lo cual aseguran la infecundidad de lo que les
espera.
Y es que inventar un pasado irreal nos hace entrar en un
camino que inevitablemente nos llevará al fracaso.
Otro enemigo que veo a esa imaginación creadora que nos
hace sentir nuevas emociones en nuestra rutina es la timidez, la excesiva
modestia. Hay que atreverse a imaginar, a saber. Porque de eso se trata: no de
quedarse ahí, mirándose el ombligo, operación que nunca me ha parecido
apasionante, sino de vislumbrar el horizonte posible, advertir hacia dónde se
puede ir, qué se puede hacer, qué se puede aportar si se ponen en juego los recursos
que cada uno tiene.
Estamos acostumbrados a darnos cuenta y a advertir nuestras
deficiencias y errores, que sin duda pueden ser considerables, y casi siempre
pasamos por alto nuestros recursos, que son también muchos, acaso privilegiados,
en muchos casos superiores a los que pensamos. El nivel de vitalidad es de
extremada importancia, porque es condición de casi todo lo demás. El primer síntoma
de su escasez es el aburrimiento, enemigo público de nuestro tiempo. España es
uno de los países menos aburridos del mundo y esa vitalidad que nos rodea hay
que saber aprovecharla y añadirle la nuestra.
Tengo impaciencia por ver qué me voy a proponer, qué voy a
ofrecer a los que me rodean. ¿Contentarse con llevar adelante una vida digna y
próspera, dando por supuesto que ya he llegado a esa meta? Nunca se llega, y es
lo maravilloso de la vida humana, cuyo componente decisivo, en lo personal y en
lo colectivo, es la imaginación.
Buenos días.
https://www.instagram.com/?hl=es
No hay comentarios:
Publicar un comentario