jueves, 23 de enero de 2025

Pedaleando hacia Roma.

     “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton) 

No se trata de la primera vez que me embarco en una peregrinación, lo he hecho una vez a Santiago de Compostela y otra a Guadalupe. Esta será pues mi tercera peregrinación y una ocasión más para obtener la indulgencia plenaria. Por lo tanto, el objetivo es poder atravesar la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro en Roma, principalmente, aunque también serviría al menos a una de las otras tres Basílicas Papales Mayores: Santísimo Salvador en Letrán, Santa María la Mayor o San Pablo Extramuros.

Desde el punto de vista simbólico, la Puerta Santa adquiere un significado particular por el lugar en el que se encuentra y todo lo que conlleva encontrarse en el Vaticano.

En un viaje y si cabe aún más en una peregrinación nos llevamos con nosotros esa búsqueda de la felicidad que, a fin de cuentas, es el máximo deseo de nuestra vida. Por eso se dice tantas veces de que se trata de un viaje hacia lo que tenemos dentro, un viaje hacia nuestro interior en busca de esa ansiada felicidad. El lugar al que vayamos o en el que nos encontremos por el motivo que sea no importa mucho, lo realmente importante es que viajamos en busca de ser felices.

De ahí la importancia de transmitir a los demás lo que vivimos y lo que contemplamos en esa búsqueda. ¿A qué me refiero? Pues a comunicar la riqueza de los viajes que realizamos.

No sé si los demás ciclo-viajeros hacen lo mismo, pero a mi me gusta preparar los viajes con bastante antelación, no solo la logística sino también leer la historia de los lugares por donde voy a pasar, nutrirme durante meses y, luego, ¡a pedalear!

Todo con gran naturalidad, sin forzar nada.

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