sábado, 16 de noviembre de 2024

Camino de Geiranger. 1 de septiembre de 2024.

     “El amplio objeto de un viaje no es poner el pie en tierra extraña; es poner el pie, al fin, en nuestro propio país como en una tierra extraña” (G. K. Chesterton) 



Camino de Geiranger. 1 de septiembre de 2024.

Todos los días invariablemente pienso en el futuro. Más si cabe en estos días en que me encuentro en Geiranger, de ahí que el futuro me influya y que llegue a convertirse en muchos momentos en el centro de mi atención, la cuestión es que pensar continuamente en el futuro me resulta algo casi natural y espontaneo y que, sin embargo, está rodeado de algunos problemas.

El principal problema que me encuentro es que en realidad el futuro no existe. Cuando por la mañana salgo del camping y pienso a donde quiero llegar, no tengo la seguridad de que mi “plan” se vaya a convertir en realidad. Por eso, muchas veces me sorprendo al estar tan pendiente del futuro. Porque ese futuro es un enigma lleno de incógnitas, un misterio que en su mayor parte no está bajo mi control.

Es verdad que muchas de las previsiones que hago sobre cómo se va a desarrollar el día terminan haciéndose realidad. Cuando me dirijo a un camping para acampar, es casi seguro que estará abierto. Pero en ocasiones no lo está, y mi expectativa se convierte en sorpresa o en desengaño. Lo que digo del camping vale para cuestiones también mucho más importantes.

La cuestión es que durante un viaje algunas previsiones se hacen realidad, otras quedan completamente desfiguradas, y en muchas ocasiones ocurren las cosas en parte como las habíamos previsto y en parte dándose la vuelta con situaciones insospechadas. A pesar de que muchas veces mis previsiones no se han cumplido vivo el presente prestando demasiada atención al futuro.

Y es que resulta sorprendente que las cosas nos sucedan como habíamos previsto: que lleguemos a la hora prevista al camping, que nuestra parcela reúna las condiciones que esperábamos, y que el precio sea, de verdad, mejor de lo que pensábamos.

Sí, es sorprendente que el futuro se desarrolle como habíamos pensado, a pesar de la gran cantidad de variables que existen, que desde el café de la mañana hasta que entremos en el saco de dormir haya sido según lo previsto. Es difícil que esto nos suceda y por eso cuando sucede hay que estar agradecidos.

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