“Cuando un hombre ha encontrado algo que prefiere a la vida es cuando por primera vez comienza a vivir. Una vez que ha despreciado este mundo como un simple instrumento el mundo de convierte en un instrumento musical”. (G. K. Chesterton).
No tengo dudas de que nos
encontramos en una época donde se nos complican mucho las cosas. No se si se
trata de que la velocidad con que se transmiten las noticias, o porque llegan a
todos los lugares, o por la sobrexposición mediática a la que se encuentran
expuestas, o por otras muchas razones, lo cierto es que nuestros líderes, ya
sean políticos o de otros ámbitos parece que sienten la necesidad de crearse
unos personajes capaces de estar presentes en todo momento en la actualidad. Se
crean e interpretan unos personajes que representan los ideales que les
gustaría defender y propagar. Y la cuestión es que esos personajes en realidad
no muestran la realidad de esas personas, por lo que tarde o temprano esas
mascaras terminan por caerse. Por lo que poco a poco van cayendo uno tras otro,
dando la impresión de que no va a quedar títere con cabeza. Todo esto me hace desconfiar
de las personas que siempre están de plena actualidad.
La semana pasada vimos cómo
comenzaba la caída de Iñigo Errejón, es fácil que ya hiciese tiempo que no
viese la contradicción entre el personaje que representaba y la persona. Lo que
supuestamente hizo es algo, execrable, condenable y bajo ningún concepto
excusable, pero tristemente una realidad mucho más común de la que pudiera
parecer.
Tengo la impresión de que la nueva
tecnología que nos rodea pone de manifiesto y potencia nuestras partes más
oscuras, las redes sociales con sus algoritmos, los historiales de búsqueda que
nos llevan continuamente a mostrarnos aquello de lo que estamos intentando huir,
hacen que no sea tan fácil controlar o eliminar los problemas que tenemos. No
sabemos manejar aquellas dificultades que son capaces de terminar con una
relación, un proyecto de años o una opción de vida. Sobre todo, nos sucede más
con aquellas que nos parecen controlables, pero que se van volviendo locas sobre
todo si no queremos o no podemos mirarlas a la cara. Porque nuestra sociedad
hace tiempo que se ha olvidado de enseñarnos quiénes somos, nos hace vivir sin
saber quién es uno, hasta que ya es demasiado tarde.
Todo a nuestro alrededor parece
que nos impulsa a crearnos una imagen, un personaje que reúna unas ciertas
cualidades y pensamos que ese personaje ficticio puede convivir con nosotros
sin causarnos daño. Y, somos personas, hacemos muchas veces las cosas mal
cuando no las queremos hacer y no somos capaces de hacerlas bien cuando
queremos.
Tenemos que saber que la persona
es frágil, somos frágiles por muy fuerte que sea la imagen que proyectamos, por
tanto tenemos que ser conscientes de lo difícil que son estos tiempos que
vivimos y esto nos debería de hacer estar más vigilantes y no confiar tanto en
nuestras fuerzas para impedir ciertos comportamientos.
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