jueves, 3 de junio de 2021

Indultar es perdonar...

 Mucho se está hablando de indultos por todas partes y por eso es interesante que revisemos nuestra forma de verlos y entenderlos, pues se mezclan con el perdón y como no con la misericordia y su relación con la justicia.


Indultar es perdonar a alguien total o parcialmente la pena que tiene impuesta, o conmutarla por otra menos grave. Esto es lo que nos dice el diccionario y que implica la acción de perdonar y es aquí donde el tema se complica.

Hay una frase que se usa bastante: “Comprender todo significa perdonarlo todo”, que tiene bastantes seguidores y que viene bien para centrar el tema en los indultos que parece que se van a promulgar por parte de nuestro gobierno.

Esa frase, aunque también es muy cristiana no la puedo aceptar sin más. Ya sé que Jesús nos ha mandado que perdonemos a nuestro hermano no siete veces, sino setenta veces siete, es decir siempre. Y que perdonó el mismo Jesús a los que le clavaron en la cruz. Exacto. Es verdad, es así.

Pero, y se trata de un pero importante, el perdón a nuestro hermano nos dice expresamente, “si él se arrepiente”, y cuando le clavaron en la cruz, pidió perdón para sus torturadores, “porque no saben lo que hacen”.

En el caso del hermano existe arrepentimiento, y en el otro caso ignorancia. Y estas son indudablemente circunstancias atenuantes Un hombre que cometió un crimen terrible, que sabía muy bien lo que hacía y sin embargo no se arrepiente, no puede encontrar perdón. De otro modo tendríamos desde un principio carta blanca para todos los crímenes. De todas formas, Dios perdona siempre.

Pero es que Dios no sólo es misericordioso, sino también justo. Precisamente porque lo comprende todo, no puede perdonarlo todo sin más. Y existen cosas imperdonables. De todas formas, insisto, Dios si puede.

Hay otra frase que sin duda muchos estarán pensando y suele salir a esta altura de la conversación: “El amor perdona siempre”. Perfecto, muy bien, pero no el verdadero amor, sino el amor ciego como el de algunos padres que jamás castigan a sus hijos, aunque hayan cometido la crueldad o la acción más vil.

No es fácil perdonar, todos los sabemos muy bien, y a veces confundimos el perdón con la disculpa. Ya que se disculpa al inocente y se perdona al culpable. Cuando nos disculpamos estamos realizando un acto de justica, se disculpa porque la persona que ha realizado algo mal o ha ofendido merece que se le reconozca que no es culpable, tiene derecho a la disculpa, en cambio el perdón trasciende la estricta justicia, porque el culpable, no tiene derecho al perdón; si se le perdona es por un acto de amor, de misericordia.

Cuando descubrimos que alguien es culpable de un acto, lo normal, es reaccionar y hacer algo que este inspirado por el sentido de la justicia, que exige que esa persona cargue con las consecuencias de su acción, que pague el daño cometido. El perdón implica ir en contra de esa primera reacción espontánea, hay que superarlo con la misericordia. Lo que, en cambio, no tiene sentido, porque se trataría de un esfuerzo estéril, es perdonar lo que merece una simple disculpa.

Está claro que deberíamos perdonar a todos y siempre. Es obvio que una exigencia tan grande de perdonar no anula las neutrales exigencias de la justicia. La justicia rectamente entendida constituye por así decirlo la finalidad del perdón. En ningún caso el perdón, y ni siquiera la misericordia como su fuente, significan una indulgencia para con el mal, para con el escándalo, la injuria, el ultraje cometido. En todo caso, la reparación del mal o del escándalo, el resarcimiento por la injuria, la satisfacción del ultraje son condición del perdón.

Es imposible perdonar (como se desprende del significado de la palabra) al que piensa que no tiene nada de qué arrepentirse, podría incluso sentirse agraviado y no sería la primera vez que se da ese malentendido.

Los que van a ser indultados ¿son iguales a los que les ofrecen esa posibilidad? ¿Cómo evitar el escándalo de convertirlos en héroes si admitimos que sus acciones fueron necesarias? Cuando se pide el arrepentimiento, no es por una dureza de ánimo inoportuna, ni por falta de ilusión por los bienes que acompañan a la solución del problema, sino porque si ellos han realizado unas acciones heroicas quebrando la legalidad, completamente ajenos a ninguna responsabilidad imaginable, entonces el gravísimo daño moral que se hace a una comunidad o a un pueblo con ese escándalo sería históricamente imposible de limpiar.

Buenos días.

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