sábado, 5 de junio de 2021

Pequeñas decisiones.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton). 

Empezamos, empieza la cuenta atrás. Las bicicletas ya están en su sitio. Las alforjas se están llenando poco a poco. Vamos buscando y eligiendo todo lo necesario para una semana de cicloviaje y, todo se vuelve rápido, nervioso. Mañana nos ponemos en marcha.

Un corto viaje en coche que nos sacará de la Comunidad Valenciana será parte de la primera etapa, pero eso ya será otra historia, una historia que tal vez no merezca o no tenga el valor suficiente para ser recordada y tal vez mucho menos ensalzada, pero estoy seguro de que vale la pena ser vivida. Ahora, hoy, es hora de prepararnos.

Como siempre nos sucede en este día, superamos lo inmediato, lo del día a día y dejamos atrás lo secundario para centrarnos en lo lejano, en lo que sucederá mañana.

El hombre está siempre en marcha, no lo puede evitar, persiguiendo continuamente realizarse a sí mismo. El otro día ya lo comentaba, existe una distinción que se encuentra en el pensamiento clásico, entre desear y querer. Desear significa pretender algo, pero desde el punto de vista afectivo, sentimental. En muchas ocasiones se trata sólo de pensamientos pasajeros, que no se traducen en nada. Querer, es algo más, supone buscar algo y poner toda la voluntad en ese empeño; es determinación, empeño, esfuerzo concreto que no se dispersa.

De ahí que se pueda deducir que ahora estemos en una fase de fuerte voluntad, preparándonos, preparando, poniendo todo en orden para ponernos en marcha y, por lo tanto, tomando decisiones, sencillas, pero decisiones.

Y para decidir hay que pensar, no hay otro sistema que funcione mejor, pues casi nunca sirve el “lo que hacen todos”. No es que no sepamos lo que nos tenemos que llevar o que es lo que vamos a necesitar, lo que nos pasa es más bien que vamos con prisas y renunciamos a pensar. Si nos paramos un momento a reflexionar nos damos cuenta de inmediato de que somos víctimas del ensordecedor ruido general, no tenemos ni el tiempo ni la tranquilidad para buscar un espacio en el que quedarnos a solas y pensar. Pensar es difícil. Además, no nos proporciona una gratificación instantánea como la mayor parte de las cosas que se suelen hacer.

Hay decisiones “grandes”, alguna habremos tomado ya, que nos marcan un rumbo en la marcha de nuestra vida. La decisión por los estudios, por el trabajo, por el modo de ahorrar, por la manera de organizar la casa... Cada una de esas decisiones configura buena parte de nuestra vida, orienta nuestra manera de relacionarnos con la familia y amigos, con los conocidos incluso con los extraños.

Otras decisiones son “pequeñas”. Parecen no tener importancia en el conjunto, porque se refieren a aspectos “marginales” o irrelevantes en la propia vida y en las vidas de quienes están a nuestro lado.

Ahora estamos con esas “pequeñas” decisiones en el conjunto de nuestra vida pero que se transforman en “grandes” cuando las aplicamos a nuestra excursión con la bicicleta. En realidad, cualquier elección va a ser importante; llevar ropa para la lluvia, ropa térmica, un pantalón y una camisa para ir de “querer”, muchos o pocos recambios… ¡es solo una semana!

En verdad, cualquier elección influye y a veces de manera insospechada. Una ligera llovizna puede transformase en un diluvio, el fresco de la noche puede ser frío, nos apetece tomarnos unas cervezas y no tenemos ropa limpia o seca, no pinchamos una vez, sino que pinchamos todos los días y además se rompe el cable del freno…etc.

En nuestra vida sucede lo mismo, cualquier acto influye en otros de manera que no podemos imaginar. Una sonrisa en la calle puede cambiar el corazón de un vecino. Un gesto de gratitud al camarero llega a ser la ocasión para que se inicie una amistad sincera. Una carta o un mensaje electrónico a un amigo llega a tener un valor muy grande para quien afronta algún problema.

Es verdad que a la hora de tomar decisiones nos miramos mucho a nosotros: qué nos gusta, qué nos va bien, qué nos puede ocasionar problemas, qué es más descansado, qué nos es más rentable.

Pero también es cierto que las decisiones no afectan sólo a nuestra vida, sino que llegan a muchos otros, incluso a personas que no conocemos.

Por eso vale la pena reflexionar a la hora de tomar decisiones no sólo según la lógica del gusto personal, ni según el beneficio inmediato, sino según la lógica del encuentro, de la ayuda, del servicio, de la solidaridad.

Como suele decirse, “no somos islas que flotan en el universo sin relaciones”. Somos otra cosa, somos, más bien, parecidos a pequeñas gotas dentro de un mar, que influyen en otros y que son influidos por lo que los otros hagan o dejen de hacer.

Este día, estos momentos que tengo ahora ante mis ojos, pueden ser decisivos para un amigo o para un extraño. Está en mis manos la decisión (grande o pequeña) de lo que hago o de lo que deje de hacer.

Tenemos la suerte de haber recibido y tener en nuestras manos algo tan valioso como la inteligencia y la voluntad. Aprovechémoslo.

Buenos días.

No hay comentarios: