“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Terminamos ayer un breve recorrido
en bicicleta por los Montes Universales, corto en kilómetros y días, aunque abundante
en sensaciones. Y, me atrevería incluso añadir que sencillo, palabra mágica que
además conforma una de las palabras clave que le dan significado a cómo me
gustan que sean los viajes en bicicleta, como los “besos”: Concretos, Sencillos,
Ordenados y Sugerentes.
Podría dedicar muchas palabras
en describir la ruta, los paisajes, los pueblos, sus habitantes, la naturaleza
que lo envuelve todo y sobre todo el agua que se encuentra en todos los
lugares. Pero, me olvidare de todo esto y me centrare en un solo, mi primera experiencia
con otros ciclo-viajeros, en concreto en Carlos y Stefan.
Dos ciclo-viajeros distintos,
pero sin duda iguales en su sencillez. Y es que la sencillez en los ciclo-viajeros
es una cualidad maravillosa y no tan común como debiera ser. Sencillo no lo
considero como un sinónimo de fácil, sino de verdadero y natural. Es uno de
esos atributos que adorna a cualquier otro. Por lo general se puede encontrar
junto con la humildad y nos muestra que se posee nobleza y madurez. Por eso,
aunque resulte paradójico, solo los ciclo-viajeros extraordinarios cuentan
genuinamente con esta cualidad. Es decir, que alguien se mueva con la idea de
lo sencillo significa que lo que hace, lo hace con un comportamiento
transparente y puro.
Si observamos un poco a los
viajeros con lo que nos encontramos nos daremos cuenta, como ha sucedido en este
viaje, que la sencillez es lo que les hace grandes pues se muestran sin
maquillaje, sin esconder nada debajo de la piel. Su sencillez consiste en hacer
el viaje solo con el equipaje necesario, lo que no solo significa solo con el
material, sino que se viaja siendo fiel a su esencia y que no se lleva nada de
más que pueda esconder algo diferente.
Muchas personas dicen que la
sencillez es como “la celebración de lo pequeño”. Por decirlo de otra manera,
la persona sencilla es capaz de disfrutar de las pequeñas cosas, además de
sentirse agradecido cuando las recibe. Por eso, la persona más favorecida, la
primera en sentir los efectos de la sencillez es quien la posee.
Viajamos en una bicicleta, una
maquina sencilla. Nuestro equipaje necesita ser ligero y austero. El material
necesita ser pequeño y adaptable a varias circunstancias. Nuestras rutas se
caracterizan por ser sencillas y fáciles de seguir. Si no somos gente sencilla
al empezar con el ciclo-viaje lo seremos con el paso de los kilómetros.
No es fácil conseguir sentirse
favorecido por la sencillez con el paso de esos kilómetros, hay que ser
adaptable y saber aceptarse y aceptar. Lo que como ya supondréis es complicado,
sobre todo al tener que conseguir que todo fluya a nuestro alrededor, sin
intentar forzarlo o cambiar su curso. Ahora, si lo conseguimos, nos daremos
cuenta de que hemos adquirido otra virtud, la espontaneidad, que se da en las
personas equilibradas y saludables.
Es fácil comprobar como la
gran mayoría de ciclo-viajeros son personas sencillas, algo más complicado es
averiguar si lo son por ser ciclo-viajeros o son ciclo-viajeros por ser
personas sencillas que eligen esta forma de viajar por su sencillez. Aunque, el
camino elegido para conseguir ser una persona sencilla no tiene demasiada
importancia lo importante es llegar a serlo.
Esta sencillez ciclo-viajera
es también mental, fijaos, con que facilidad se comprenden los diferentes puntos
de vista de los otros ciclo-viajeros. Observad como se pierde o se reduce la
necesidad de poseer la verdad, de imponérsela a los demás o de lograr que todos
piensen igual. Al poseer una mente sencilla se acepta espontáneamente que hay
muchos puntos de vista; de esta manera, se trasforma un problema en una valiosa
fuente de enriquecimiento personal.
Otra facultad apreciable es observar
con que naturalidad se expresan, una naturalidad que es propia de quien no está
interesado en demostrar nada ni en crear mitos a su alrededor. Sus palabras son
claras y elocuentes. Sin adornos innecesarios. Sin pretensiones de erudición o
marcas de clase social intencionadas. La sencillez hace que se exprese lo que
pensamos de forma directa y simple.
La relación con las otras
personas también se ve marcada con la sencillez, se es más respetuoso consigo mismo
y con los demás. Se acepta y, por lo tanto, acepta a los demás, pues las dos
cosas van unidas. Los demás se ven como iguales y por eso hay un sentimiento de
solidaridad intrínseco con ellos, lo que nos permite entender que todos estamos
unidos por un lazo común: la humanidad.
Sin embargo, no nos engañemos,
la sencillez que es una cualidad de personas extraordinarias no quiere decir
conformismo. De hecho, la sencillez nos ayuda a caminar más ligeros por la vida,
lo que no encaja demasiado bien en una sociedad que asocia lo complejo a lo
eficaz, y, en consecuencia, a la felicidad. Nos ofrecen ordenadores con muchos
programas, móviles con infinitas aplicaciones, las tiendas nos venden infinitos
tipos de tratamiento, y cada día nos recuerdan aquello de que es bueno tener
muchos estudios, muchos títulos, muchos amigos… La complejidad se asocia a esa
idea de dorada felicidad que, en realidad, no siempre se cumple.
Algo que deberíamos tener muy
en cuenta es que las cosas grandes ocurren cuando se hacen bien las pequeñas, y
para ello, nada mejor que practicar el arte de la sencillez en nuestros actos
cotidianos.
En fin, estoy casi seguro de
que la solución a nuestros problemas, a los problemas de nuestra sociedad no
pasa por convertirnos en ciclo-viajeros, sin embargo, muchas de sus cualidades ayudarían
a formar un mundo mejor. Avanzar con calma y utilizando el sentido común y la
intuición son sin duda las mejores tácticas para deshacer cada enredo de
nuestras complicaciones. Debemos confiar un poco más en nuestro instinto y ser
receptivos a la voz del corazón.
Se trata de creer en lo
sencillo y de admirar lo simple. Tiene que perdurar lo amable, la dignidad, la
calidad de una persona. Ser humildes nos hará ser más justos y grandes, pues
nos ayuda a comprender cuáles son nuestros límites y tomar conciencia de lo que
nos queda por aprender.
Y es que me gusta mucho lo
simple: un abrazo, un gracias, un “cuídate”, un perdón. Es importante poner de
moda “rescatar” el valor de lo simple. Es el poder de lo simple, el poder de
las emociones y la inteligencia, ese poder inigualable. Es la belleza de la
sencillez en los actos cotidianos.
Hemos terminado una semana por
los Montes Universales, en la que hemos intentado apreciar las cosas sencillas
de la vida. Las cosas sencillas de la vida son como esas estrellas que hemos visto
relucir cada noche, en el nacimiento del Tajo, del Júcar, en Peralejos de las
Truchas, en Orihuela del Tremedal y en Albarracín. Es tan simple ser feliz y
tan difícil ser simple… Y es que la felicidad habita en el alma.
Buenos días.
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