jueves, 17 de junio de 2021

Larga es la espera.

 “Dicen que los viajes ensanchan las   ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).

Ya tenemos poco que preparar, todo está listo, la bicicleta revisada después del último viaje, la ropa limpia y preparada para colocarla en las alforjas, solo nos queda esperar.

Esperar que me lleguen los mapas de Francia e Italia y, como no, que me avisen para la segunda dosis de la vacuna para la covid-19, y, después de una corta espera de unos días, para asegurarme que no tengo efectos secundarios, a pedalear.  

Esperar, “larga es la espera, para quien espera, pero más larga es la espera sin saber lo que se espera” dice la rumba, así que paciencia.

Tenía razón Rumba Tres con esta letra. En la vida de todo hombre, sea cual sea su situación, existe una espera, estamos marcados por la espera. Siempre esperamos algo. ¿Acaso alguien nos ha prometido algo y por eso esperamos.?

¿Qué es realmente lo que queremos?, nos podríamos preguntar. En el fondo, si le dedicamos un momento a buscar la respuesta, nos daremos cuenta de que queremos sólo una cosa: la vida bienaventurada, la felicidad. Deseamos una verdadera vida, esa que no se vea afectada ni siquiera por la muerte, esa que nos garantice que nada de lo que amamos se perderá. Si hemos llegado a esta respuesta nos encontramos en una situación interesante.

“…pero más larga es la espera sin saber lo que se espera”, menos mal que sabemos lo que estamos esperando, esperamos la segunda dosis de la vacuna para la covid-19 y que se tenga libertad para viajar por Europa. Estamos en tiempo de espera.

Todos tenemos en el recuerdo, algún momento de nuestra vida en el que el instante más feliz no fue en el que, por fin, llegó lo que habíamos esperado, sino los que precedieron a este. Cuantas veces no hemos disfrutado más durante la espera del fin de semana que durante su transcurso. Esa espera genera ilusión, que es un ingrediente esencial de la felicidad. Tenemos que darle la importancia que se merece al valor de la espera y de saber esperar.

No recuerdo ahora quien lo escribió, pero en algún lugar he leído que: “ser feliz consiste primariamente en ir a ser feliz”, y en esto estamos, no solo en estos días sino siempre. Pues la espera es un componente fundamental de la vida.  

Contamos el tiempo, pero la espera no es pasividad, sino preparación para lo que se aproxima. Es momento que repasar el material, comprobar la bicicleta, mejorar nuestro recorrido, pensar en que podemos mejorar… Todo esto es muy aconsejable para mejorar nuestro viaje, pero también para una vida feliz. Sin embargo, no son actitudes frecuentes en la sociedad de hoy, que es la sociedad del “aquí y ahora”. Está desapareciendo la espera; la gente cada vez está menos dispuesta a esperar. Se quiere todo "aquí y ahora".

Estamos demasiado dominados por la prisa. Y la prisa es apresurarse, hacer una cosa antes de tiempo o de lo previsto; precipitarse. Esa forma acelerada de vivir es un serio obstáculo para disfrutar de la vida. Se tiene una prisa exagerada por probarlo todo, por tener todo tipo de experiencias. Hay que probar muchas cosas y tener experiencias, hay que correr algunos riesgos, pero el riesgo es afirmación, y por eso tiene alguna nobleza. En cambio, la prisa es siempre negación; denota falta de confianza en la vida (por ello no se aceptan sus etapas y su duración). Lo peor no es que se quemen las etapas en un viaje, sino que se quemen las etapas de la vida misma.

La llamada “prisa por vivir” es, un problema hoy en día, el ansia de conseguir cuanto antes todas las cosas buenas que nos presenta la vida o un viaje, pero sin el esfuerzo ni la paciencia que es necesaria, suele generar en muchas personas una agitación parecida a la de la fiebre. Se piensa que la felicidad se encuentra en lo inmediato, en lo instantáneo, pero no es así. No hay que instalarse en lo efímero, en lo pasajero, la vida, nuestra vida debe tener una historia y un argumento que hay que ir construyendo poco a poco.

Se necesita adquirir paciencia para pasar estos días de espera. Hay que saber que se puede esperar y que compensa esperar, también que la impaciencia no va a acelerar el ritmo de la vida y, es que no por mucho madrugar amanece más temprano.  

Buenos días.

No hay comentarios: