“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).
Ya tenemos poco que
preparar, todo está listo, la bicicleta revisada después del último viaje, la
ropa limpia y preparada para colocarla en las alforjas, solo nos queda esperar.
Esperar que me
lleguen los mapas de Francia e Italia y, como no, que me avisen para la segunda
dosis de la vacuna para la covid-19, y, después de una corta espera de unos
días, para asegurarme que no tengo efectos secundarios, a pedalear.
Esperar, “larga es la
espera, para quien espera, pero más larga es la espera sin saber lo que se
espera” dice la rumba, así que paciencia.
Tenía razón Rumba
Tres con esta letra. En la vida de todo hombre, sea cual sea su situación,
existe una espera, estamos marcados por la espera. Siempre esperamos algo. ¿Acaso
alguien nos ha prometido algo y por eso esperamos.?
¿Qué es realmente lo que queremos?, nos
podríamos preguntar. En el fondo, si le dedicamos un momento a buscar la
respuesta, nos daremos cuenta de que queremos sólo una cosa: la vida
bienaventurada, la felicidad. Deseamos una verdadera vida, esa que no se vea
afectada ni siquiera por la muerte, esa que nos garantice que nada de lo que
amamos se perderá. Si hemos llegado a esta respuesta nos encontramos en una
situación interesante.
“…pero más larga es
la espera sin saber lo que se espera”, menos mal que sabemos lo que estamos
esperando, esperamos la segunda dosis de la vacuna para la covid-19 y que se
tenga libertad para viajar por Europa. Estamos en tiempo de espera.
Todos tenemos en el
recuerdo, algún momento de nuestra vida en el que el instante más feliz no fue
en el que, por fin, llegó lo que habíamos esperado, sino los que precedieron a
este. Cuantas veces no hemos disfrutado más durante la espera del fin de semana
que durante su transcurso. Esa espera genera ilusión, que es un ingrediente
esencial de la felicidad. Tenemos que darle la importancia que se merece al
valor de la espera y de saber esperar.
No recuerdo ahora
quien lo escribió, pero en algún lugar he leído que: “ser feliz consiste primariamente
en ir a ser feliz”, y en esto estamos, no solo en estos días sino siempre. Pues
la espera es un componente fundamental de la vida.
Contamos el tiempo,
pero la espera no es pasividad, sino preparación para lo que se aproxima. Es
momento que repasar el material, comprobar la bicicleta, mejorar nuestro recorrido,
pensar en que podemos mejorar… Todo esto es muy aconsejable para mejorar
nuestro viaje, pero también para una vida feliz. Sin embargo, no son actitudes
frecuentes en la sociedad de hoy, que es la sociedad del “aquí y ahora”. Está
desapareciendo la espera; la gente cada vez está menos dispuesta a esperar. Se
quiere todo "aquí y ahora".
Estamos demasiado
dominados por la prisa. Y la prisa es apresurarse, hacer una cosa antes de
tiempo o de lo previsto; precipitarse. Esa forma acelerada de vivir es un serio
obstáculo para disfrutar de la vida. Se tiene una prisa exagerada por probarlo
todo, por tener todo tipo de experiencias. Hay que probar muchas cosas y tener
experiencias, hay que correr algunos riesgos, pero el riesgo es afirmación, y
por eso tiene alguna nobleza. En cambio, la prisa es siempre negación; denota
falta de confianza en la vida (por ello no se aceptan sus etapas y su
duración). Lo peor no es que se quemen las etapas en un viaje, sino que se
quemen las etapas de la vida misma.
La llamada “prisa por
vivir” es, un problema hoy en día, el ansia de conseguir cuanto antes todas las
cosas buenas que nos presenta la vida o un viaje, pero sin el esfuerzo ni la
paciencia que es necesaria, suele generar en muchas personas una agitación
parecida a la de la fiebre. Se piensa que la felicidad se encuentra en lo
inmediato, en lo instantáneo, pero no es así. No hay que instalarse en lo efímero,
en lo pasajero, la vida, nuestra vida debe tener una historia y un argumento
que hay que ir construyendo poco a poco.
Se necesita adquirir
paciencia para pasar estos días de espera. Hay que saber que se puede esperar y
que compensa esperar, también que la impaciencia no va a acelerar el ritmo de
la vida y, es que no por mucho madrugar amanece más temprano.
Buenos días.
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