lunes, 7 de octubre de 2024

Camino de Geiranger. 25 de agosto de 2024

     “El amplio objeto de un viaje no es poner el pie en tierra extraña; es poner el pie, al fin, en nuestro propio país como en una tierra extraña” (G. K. Chesterton)



Camino de Geiranger. 25 de agosto de 2024.

Uno de los momentos más especiales de mis viajes es cuando tengo por delante horas enteras para mí. Los he tenido con la bicicleta y ahora con la berlingo. Por cierto, estoy haciendo una de las cosas que más me gustan en el mundo: conducir. Reconozco que me eché con ganas a la carretera, deseando recorrer esos cerca de 4 mil kilómetros que me separaban de Geiranger, sabiendo que iba a estar más solo que con la bicicleta, en el coche se siente uno más aislado.  

El hecho de tener tantas horas por delante solo en el coche me aterrorizaba y me emocionaba a partes iguales. Así que estoy aprovechando este tiempo para mirar dentro de mí. Vi que en mi ansia de viajar en bicicleta y cumplir disciplinadamente mis objetivos había enterrado muchas cosas en un agujero con un cartel encima que decía “para después”. Pues, ese después es ahora.

Donde mejor pongo en orden mis pensamientos es sobre un papel o sobre un ordenador, pero dado que me paso algunas horas conduciendo, no se me ocurre otra cosa que hablar en voz alta, como si alguien estuviera sentado en el asiento del lado y le contara mis cosas. Es curioso, nunca lo había hecho en la bicicleta, a lo máximo que he llegado a sido a cantar, cantar lo que se dice cantar no sé, más bien se podría decir tararear.  

Hable de los motivos por los que hago estas cosas. Explique mi larga lista de proyectos e ilusiones, solo para recordar que ahí están y que son mi razón para seguir adelante. En estas conversaciones trato de prepararme para reencontrarme con la vida normal que me espera a la vuelta, y quiero estar bien por fuera, pero, sobre todo, por dentro.  

Después de las casi cinco horas que conduzco cada día, al llegar al camping, pienso que esto tendría que hacerlo más a menudo, como me recordó mi acompañante invisible, hablar como un amigo que habla con otro amigo. Incluso cuando pienso que estoy solo él está. Estoy seguro de que él alimenta continuamente mis deseos y mis ilusiones y me ayuda a seguir preparando y ejecutando mis proyectos ayudándome a avanzar a pesar del miedo y las incertidumbres que se me van presentando.

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