“El espíritu de la cultura no consiste solamente en conocer los hechos, sino en ser capaz de imaginar la verdad.” (G.K. Chesterton)
Decía el
otro día, que nos hemos quedado sin el paraguas que nos estaba protegiendo de los
muchos problemas que nos están aquejando.
El
paraguas es un utensilio que tiene por objeto cubrir y proteger ya sea del sol
o de la lluvia. Compuesto de un eje y de un varillaje cubierto de tela u otro
material. Eso es todo. La debilidad de la tela hace que sea bastante fácil que
se rasgue y que nos deje a la intemperie.
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Imagen de Adrian Hinte en Pixabay |
No
estoy diciendo que esa sencilla tela impedía que tuviésemos problemas, lo que
quiero decir es que nos daba las herramientas para solucionarlos.
Toda
la civilización occidental se ha desarrollado bajo un paraguas cultural que
articulaba y aportaba sentido a nuestra forma de razonar y actuar. Una parte que
nos daba indicaciones de por dónde ir era la concepción helénica de la vida, en
toda su evolución desde los tiempos de Homero. Otra parte es el gran relato
bíblico. El cristianismo fue capaz de modular aquellas dos formas de entender
la vida que parecían inconmensurables, incompatibles entre sí. Primero fueron los
Padres de la Iglesia, y en especial San Agustín con su pensamiento platónico-agustiniano,
y la monumental síntesis de Tomás de Aquino con su pensamiento aristotélico-tomista.
A partir de ellos, y con el paso del tiempo, siempre han existido
modificaciones, pero siempre se mantuvo el equilibrio entre las dos formas de
pensamiento.
Para
llegar a donde estamos hemos tenido que basarnos, todos, en ese elemento común,
en ese equilibrio a pesar de sus grandes diferencias iniciales, ese factor
común se mantuvo durante siglos y bajo ese paraguas hemos construido una forma
de ser que bien podríamos llamar civilización occidental.
Si
miramos un poco a todas las demás civilizaciones nos daremos cuenta de que
todas se construyen y se sustentan con el soporte de una razón objetiva, de
signo más o menos religioso, todas tienen un paraguas que les protege y les
ayuda a continuar avanzando. Ejemplos como China, la India, Japón o el Islam nos
pueden servir para ver que todas tienen un soporte que las mantiene unidas.
Solo
Europa, sobre todo a partir del siglo XVII, y en términos populares desde una
fecha tan reciente como la segunda mitad del siglo XX intenta construir su
sociedad con otro tipo de razón, sin ninguna razón objetiva ni ningún soporte, destruyendo
el paraguas.
Teníamos
una forma de entender la vida y el mundo. Se consideraba la conciencia de cada
persona como parte de una gran red, un sistema de relaciones entre las personas,
sus grupos e instituciones sociales, que se extendía más allá de la preferencia
individual en la busca de un bien común. Ese bien común desarrollaba una jerarquía
de todo lo existente, y en ella la persona conocía cuál era el motivo de su
existencia y, por consiguiente, el sentido de esta. Las personas tomaban en
consideración ese sentido, y no solo sus propios fines. En este ambiente la
persona necesariamente solo podía estar vinculada a las demás, a su comunidad.
Este orden que buscaba un objetivo común podía ser tiránico o benevolente,
amoroso o cruel, pero aportaba un sentido.
Hemos abandonado
ese sentido, ahora se trata de que cada persona calcule sus actos y actúe debido
a la conveniencia de sus propios fines. Ahora se razona de la siguiente manera;
primero se considera que lo que me relaciona con el resto de la sociedad es
solo lo útil o lo deseable para mí. Segundo, averiguar cuáles son los fines que
me convienen de acuerdo con su utilidad y deseabilidad, y poner todos los
medios para conseguirlos. Siguiendo este orden de prioridades siempre vamos a
estar enfrentados por la gran cantidad, y diferentes fines que alcanzar. Nos
encontramos entonces con que el papel del estado es evitar ese conflicto por
medio de dar la razón a todos. En la practica el resultado me parece cada vez
más penoso, y lo podemos ver en la incapacidad actual para conseguir alcanzar
de manera continua objetivos a largo plazo, porque los esfuerzos se concentran
en resolver las fricciones y desgastes que se producen cada día con el conflicto
de los millones de fines partidistas.
La
sustitución poco a poca de esta forma de entender la sociedad significa un
cambio de gran alcance en el pensamiento occidental, en el modo de concebir la
realidad, y al ser humano. El individuo por sí solo, por su sola razón, por sus
propias fuerzas, con independencia de toda tradición cultural es el que debe
encontrar su realidad que le relaciona con los demás, y se presupone que esta
forma de proceder hará mejores a los individuos, y que será posible encontrar
una razón armoniosamente común a partir de la elaboración de las distintas
realidades. Pero esta ilusión ha quedado muy lejos de cumplirse, y sus
consecuencias están siendo destructivas.
En
fin, lo dejo por hoy, y tal vez en los próximos días pueda mostrar como de
destructiva es esta nueva forma de entender el mundo.
Buenos
días.
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