sábado, 17 de septiembre de 2022

Sin paraguas.

 “El espíritu de la cultura no consiste solamente en conocer los hechos, sino en ser capaz de imaginar la verdad.” (G.K. Chesterton)

Decía el otro día, que nos hemos quedado sin el paraguas que nos estaba protegiendo de los muchos problemas que nos están aquejando.

El paraguas es un utensilio que tiene por objeto cubrir y proteger ya sea del sol o de la lluvia. Compuesto de un eje y de un varillaje cubierto de tela u otro material. Eso es todo. La debilidad de la tela hace que sea bastante fácil que se rasgue y que nos deje a la intemperie.

Imagen de Adrian Hinte en Pixabay 

No estoy diciendo que esa sencilla tela impedía que tuviésemos problemas, lo que quiero decir es que nos daba las herramientas para solucionarlos.

Toda la civilización occidental se ha desarrollado bajo un paraguas cultural que articulaba y aportaba sentido a nuestra forma de razonar y actuar. Una parte que nos daba indicaciones de por dónde ir era la concepción helénica de la vida, en toda su evolución desde los tiempos de Homero. Otra parte es el gran relato bíblico. El cristianismo fue capaz de modular aquellas dos formas de entender la vida que parecían inconmensurables, incompatibles entre sí. Primero fueron los Padres de la Iglesia, y en especial San Agustín con su pensamiento platónico-agustiniano, y la monumental síntesis de Tomás de Aquino con su pensamiento aristotélico-tomista. A partir de ellos, y con el paso del tiempo, siempre han existido modificaciones, pero siempre se mantuvo el equilibrio entre las dos formas de pensamiento.

Para llegar a donde estamos hemos tenido que basarnos, todos, en ese elemento común, en ese equilibrio a pesar de sus grandes diferencias iniciales, ese factor común se mantuvo durante siglos y bajo ese paraguas hemos construido una forma de ser que bien podríamos llamar civilización occidental.

Si miramos un poco a todas las demás civilizaciones nos daremos cuenta de que todas se construyen y se sustentan con el soporte de una razón objetiva, de signo más o menos religioso, todas tienen un paraguas que les protege y les ayuda a continuar avanzando. Ejemplos como China, la India, Japón o el Islam nos pueden servir para ver que todas tienen un soporte que las mantiene unidas.

Solo Europa, sobre todo a partir del siglo XVII, y en términos populares desde una fecha tan reciente como la segunda mitad del siglo XX intenta construir su sociedad con otro tipo de razón, sin ninguna razón objetiva ni ningún soporte, destruyendo el paraguas.

Teníamos una forma de entender la vida y el mundo. Se consideraba la conciencia de cada persona como parte de una gran red, un sistema de relaciones entre las personas, sus grupos e instituciones sociales, que se extendía más allá de la preferencia individual en la busca de un bien común. Ese bien común desarrollaba una jerarquía de todo lo existente, y en ella la persona conocía cuál era el motivo de su existencia y, por consiguiente, el sentido de esta. Las personas tomaban en consideración ese sentido, y no solo sus propios fines. En este ambiente la persona necesariamente solo podía estar vinculada a las demás, a su comunidad. Este orden que buscaba un objetivo común podía ser tiránico o benevolente, amoroso o cruel, pero aportaba un sentido.

Hemos abandonado ese sentido, ahora se trata de que cada persona calcule sus actos y actúe debido a la conveniencia de sus propios fines. Ahora se razona de la siguiente manera; primero se considera que lo que me relaciona con el resto de la sociedad es solo lo útil o lo deseable para mí. Segundo, averiguar cuáles son los fines que me convienen de acuerdo con su utilidad y deseabilidad, y poner todos los medios para conseguirlos. Siguiendo este orden de prioridades siempre vamos a estar enfrentados por la gran cantidad, y diferentes fines que alcanzar. Nos encontramos entonces con que el papel del estado es evitar ese conflicto por medio de dar la razón a todos. En la practica el resultado me parece cada vez más penoso, y lo podemos ver en la incapacidad actual para conseguir alcanzar de manera continua objetivos a largo plazo, porque los esfuerzos se concentran en resolver las fricciones y desgastes que se producen cada día con el conflicto de los millones de fines partidistas.

La sustitución poco a poca de esta forma de entender la sociedad significa un cambio de gran alcance en el pensamiento occidental, en el modo de concebir la realidad, y al ser humano. El individuo por sí solo, por su sola razón, por sus propias fuerzas, con independencia de toda tradición cultural es el que debe encontrar su realidad que le relaciona con los demás, y se presupone que esta forma de proceder hará mejores a los individuos, y que será posible encontrar una razón armoniosamente común a partir de la elaboración de las distintas realidades. Pero esta ilusión ha quedado muy lejos de cumplirse, y sus consecuencias están siendo destructivas.

En fin, lo dejo por hoy, y tal vez en los próximos días pueda mostrar como de destructiva es esta nueva forma de entender el mundo.

Buenos días. 

No hay comentarios: