martes, 19 de julio de 2022

Vuelta a la normalidad.

     Nuestra perfección no consiste en hacer cosas extraordinarias sino en hacer perfecto lo ordinario” – San Gabriel de la Dolorosa.

He vuelto a la salida semanal por la comarca, y lo hago con la Peugeot, sin dejar de utilizar la bicicleta para el quehacer diario. Es mi manera de mantenerme en contacto con el ciclo turismo hasta la próxima excursión, y mientras, preparo lo que puede suceder el año que viene. Un 2023 donde espero estar en posesión de unos 67 años que me van a permitir viajar un poco más tranquilo de lo que lo he hecho hasta ahora.

 Se ha dicho infinidad de veces que la vida es demasiado corta para la cantidad de cosas que se pueden hacer y podemos aprender. Sin embargo, este concepto ya no tiene toda su validez, esta idea se acuño cuando la duración de la vida no solía sobrepasar los sesenta años. Y es que en nuestro tiempo ha acontecido un cambio cuya importancia todavía no se ha apreciado en su justa medida: la vida se ha prolongado, en el espacio de una generación se ha aumentado la esperanza de vida en algo más de diez años acaso quince.

Cuando imagine el viaje al Nordkapp, una de mis principales preocupaciones era a la edad que lo podría realizar y la imposibilidad física de poder hacerlo. Y, ha sido una vez cumplidos los 66 años cuando lo he podido realizar, está claro que no de la misma forma que si hubiera tenido 50 años, pero lo he realizado, que es lo importante.

Recuerdo como mis abuelos murieron hacia los setenta y pico años, y en un estado físico no demasiado bueno para haber realizado un viaje de estas características con mi edad, y ahora me he encontrado a bastantes ciclistas con estas edades. Es muy grande el número de los que no nos decidimos a morir, decidimos llegar los setenta, los ochenta, y todavía no voy a resignarme a dejar esta vida. Lo que sucede es que se llega a ver toda muerte como prematura, casi accidental, por la impresión de que podría haberse evitado o al menos retrasado.

Y alcanzamos edades que parecían a principios del siglo pasado de extrema vejez o ancianidad en un estado bastante satisfactorio, lleno de posibilidades y, lo que es más sorprendente, de realidad: lo he visto en este viaje. Y en el caso de la mujer, quizá la variación sea todavía más asombrosa: mientras era frecuente la "vejez" prematura -en el estilo, en los usos, en el tipo de vida-, la "retirada", hoy la juventud se prolonga increíblemente, y el mundo está lleno de bellas y atractivas abuelas.

Sin embargo, existe una tendencia universal a anular las ventajas que sin duda existen en esa longevidad, a renunciar a las posibilidades que la longevidad permite: el aprovechamiento del saber, la experiencia -sobre todo de la vida-, la acumulación de visiones, decepciones, fracasos, reflexiones que los muchos años permiten.

Es verdad que una parte de la culpa de que esto suceda es culpa nuestra, de los mayores, ya que la pereza es un factor determinante, que casi nunca se tiene en cuenta. Son muchos los que están deseando jubilarse, aunque los resultados sean desastrosos; aspiran a no hacer lo que estaban haciendo -sin duda por falta de vocación y aun de mero gusto por su trabajo-, para pasar a "no hacer nada", es decir, al aburrimiento, que es el enemigo público número uno de nuestra época.

Si miramos a nuestro alrededor nos daremos cuenta de que casi todo está ahora en manos, no de jóvenes propiamente dichos, sino de personas de mediana edad. Es normal, pues, que sientan afinidad entre sí los equipos de coetáneos, que participan de las mismas experiencias y vigencias, y por ello se entienden mejor. Además, se sienten incómodos ante los mayores, y no les gusta trabajar bajo sus órdenes. Cada generación tiene la impresión -evidentemente falsa, pero innegable- de que el mundo ha empezado con ella. Es molesto que se le recuerde que es algo más antiguo, que hay muchas cosas de las que sus miembros no han podido ser testigos. Esta impresión absurda se curaría con el conocimiento de la historia, y acaso por ello es la gran perseguida.

Me parece comprensible que no se quiera estar a las órdenes de los más viejos; pero ¿por qué no aprovecharlos?

Ser viejo es estar de vuelta de muchas cosas, pero no de la vida, porque siempre se hace hacia delante. La vejez es la última edad, después de la cual no hay otra; pero es la edad de las cuentas, de los balances, de la recapitulación.

En fin, ya veremos, voy a intentar ir cumpliendo años e intentar mantener vivo el deseo de continuar viviendo y si es posible encima de una bicicleta.

Buenos días.

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