“Nuestra perfección no consiste en hacer cosas extraordinarias sino en hacer perfecto lo ordinario” – San Gabriel de la Dolorosa.
Ya está la Diverge lista para el
próximo viaje, con todos los tornillos de los portabultos nuevos, con sus
pastillas de freno y su cadena nuevas, bien engrasada y con el sillín rojo de
la Peugeot. Vestida para viajar.
Y es que me sucedió el otro día
una cosa curiosa, después de más de tres meses sentado en el sillín de la
Diverge, un buen sillín que no me dio ningún problema y que además me resulto
muy cómodo, el sillín Specialized Bridge Sport, al subir en la Peugeot y dar
las primeras pedaladas me di cuenta de que estaba mucho más a gusto. ¿Cómo era
esto posible? No lo sé, pero lo era. Así que he realizado el cambio, no sé si
el rojo le favorece mucho a la Diverge, pero a mi trasero le sienta mucho
mejor.
Ya estamos otra vez preparados,
la bici y yo, para volver a dar vueltas por la vieja Europa. Me viene ahora a
la cabeza con eso de “dar vueltas” las primeras líneas de una de las obras
imprescindibles de todo ciclo viajero, la Odisea, os las recuerdo: “Cuéntame,
oh Musa, la historia del hombre de los muchos senderos, que anduvo errante
mucho tiempo después de asolar la Troya sagrada”. ¿Os acordáis? Si, donde
se narran las peripecias que hubo de sortear Ulises después de la guerra de Troya
para regresar a su hogar, Ítaca.
Si hay que quedarse con algo de
esas primeras palabras es el epíteto con que Homero describe a Ulises, lo
describe como “polytropon”, es decir, “el de las muchas vueltas”,
“el de los muchos senderos”.
Curioso, igual que nosotros los
ciclo-viajeros, Ulises, el hombre de las muchas vueltas nos muestra como un
viaje no es algo que necesariamente tenga que ir siempre derecho, en línea
recta, sino que muchas veces discurre torcido y dando vueltas de aquí para
allá. De nada sirve que lo proyectemos si antes no aceptamos que las cosas no
saldrán necesariamente como nosotros esperamos.
La historia de Ulises podríamos
decir que es como el relato del ciclo-viajero que ha aceptado luchar por sus
deseos más profundos, por ese viaje tantas veces soñado, exponiéndose a las
tribulaciones que le van a surgir con todas sus consecuencias. No ceja en su
empeño, ni tampoco se amilana ante las pruebas que ha de ir superando. Siente
que aquello que desea le pertenece, y está dispuesto a arrancárselo al destino
de sus mismas garras.
Aunque consideremos que ese
deseo es laudable, que consiguiéndolo pensemos que con ello podremos colmar
nuestro deseo más íntimo, esto no nos liberará de penalidades ni quedaremos
exentos de dar muchas vueltas, porque la vida habitualmente no traza el camino
que nosotros hubiéramos preferido. Seguramente, nuestro proyecto de viaje se
agitará tremendamente en muchas ocasiones, nos pondrá contra las cuerdas e
incluso alguna vez que otra estará a punto de que lo tiremos todo por la borda.
Pero, qué duda cabe, nos ayudara a tener una historia quizá más épica que la de
Ulises, el hombre de las muchas vueltas.
Buenos días.
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