jueves, 21 de noviembre de 2024

21/11/2024. ¡Buenos días!

     “Un hombre debería mantenerse siempre lo bastante sobrio como para elogiar el vino” (G. K. Chesterton) 

Pensaba ayer por la tarde que algo no termina de funcionar en nuestra sociedad, y eso que considero que la mayoría de las personas son buenas, sinceras, comprometidas y de una gran voluntad. Lo estamos viendo en las ayudas a los afectados por la última DANA. Entonces, ¿qué le falta a esto? Buenos, por muy buenos que seamos, no alcanza. ¿Por qué?

La dificultad creo que se encuentra en que una persona puede ser moralmente íntegra, justa y generosa, y sin embargo ser una persona odiosa, vengativa y violenta, y es que todo lo anterior se puede dar en una persona que sea justa. Estrictamente con justicia se puede odiar a una persona que te odia, incluso puedes vengarte cuando te hacen daño y se pueden aplicar condenas muy duras e incluso la pena de muerte. Se trata del famoso “ojo por ojo”.

Las personas cuando hacemos todo lo anterior, estamos actuando de una forma natural. Es natural amar a quien te ama, como es natural odiar a quien te odia. Pero, hay que llegar más lejos si queremos una mejor sociedad. Tengo que reconocer que no se trata de un camino fácil, pero tenemos que hacer un esfuerzo e intentarlo, será complicado, pues la mayoría de nuestros instintos naturales se van a resistir a ello.

Estoy seguro de que todos en más de una ocasión nos habrán dicho eso de que tenemos que a “amar a los que nos odian” o que tenemos que “bendecir a los que nos maldicen”, o aquello de “no buscar nunca la venganza” y a “perdonar a los que nos matan”, incluso a los asesinos en masa. Pero esa no es nuestra reacción espontánea, cuando nos hacen daño nos sentimos vengativos. Sentimos alivio cuando nos enteramos de que han matado a un asesino en serie. Tenemos la sensación de que se hace justica y de que nuestra sociedad está un poco mejor. De alguna manera nos sentimos felices de que haya muerto, y es muy difícil evitar esta reacción. Nuestra indignación moral se ha tranquilizado. Nos sentimos calmados.

Sin embargo, lo que en realidad nos ha sucedido es una liberación emocional y aunque puede ser incluso sana psicológicamente debemos aspirar a algo más, a algo más elevado en nuestro interior, tenemos que comprender mejor lo que está pasando, tener una mayor compasión y un sentido del perdón más amplio.

Para evaluar esto, puede ser útil observar la cuestión de la pena capital. Curiosamente, no voy a decir que sea mala. De hecho, en estricta justicia puede aplicarse. Lo que digo es simplemente que no debemos hacerlo porque estamos invitados a otra cosa, a saber, estamos llamados a perdonar a los asesinos.

Es más fácil decirlo que hacerlo. Cuando oigo hablar de un atentado terrorista con muchos muertos, mis pensamientos y sentimientos no se dirigen naturalmente hacia la comprensión y la empatía por el terrorista. No me preocupo por el sufrimiento por el que haya tenido que pasar esa persona para tener que realizar un acto tan atroz. No me compadezco de forma natural por los que debido a su fanatismo pueden hacer algo así. Más bien mis sentimientos eligen como es natural el camino más común, indicándome que se trata de una persona terrible que merece el castigo más duro. La empatía y el perdón no son lo primero que me encuentro en estas situaciones. Lo hacen los sentimientos de odio y venganza.

Es comprensible, nuestras primeras emociones siempre van a ir en esa dirección. ¿Quién quiere sentir compasión por un asesino, un maltratador, un matón?

Pero eso son sólo nuestras emociones que se desahogan. Si escuchamos, si somos capaces de oír, hay algo más dentro de nosotros que nos llama siempre a lo que es superior, es decir, a la empatía y la comprensión a las que tantas veces se nos invitado a alcanzar, a ese “amad a los que os odian”. Bendecid a los que os maldicen. Perdonad a los que os asesinan.

La dificultad con todo esto es que una vez que hemos conseguido redirigir nuestras emociones no nos sirven de una vez por todas. No. No funciona así, pues nuestros sentimientos se van a descontrolar continuamente y cada vez habrá que redirigirlos, cada vez nos vamos a encontrar delante de dos alternativas. Una, la más común, la que me dirige hacia el odio, la venganza y el sentimiento de ser una víctima; la otra, la alternativa menos habitual, la que invita a ir a una compasión más amplia, la empatía y el perdón.

¿Cuál voy a tomar? Lamentablemente, a veces una, a veces la otra; aunque siempre sé a cuál debo elegir.  

lunes, 18 de noviembre de 2024

Camino de Geiranger. 2 de septiembre de 2024.

     “El amplio objeto de un viaje no es poner el pie en tierra extraña; es poner el pie, al fin, en nuestro propio país como en una tierra extraña” (G. K. Chesterton)



Camino de Geiranger. 2 de septiembre de 2024.

Volvemos a casa, las andanzas de este año se puede decir que han llegado a su fin y toca empezar a pensar en preparar la Maratón de Valencia y preparar los recorridos para el año que viene.

Cada uno de nosotros tenemos nuestra tierra, nuestro hogar, nuestra casa. Y está bien que así sea. Allí nacimos y pasamos nuestros primeros años por lo menos, y allí me gusta volver, a pesar de que en muchos otros lugares me pueda sentir como en casa.

En estos días de retorno siempre me doy cuenta del valor que tiene lo cotidiano en nuestra vida y más en nuestro hogar. Ese ruido de la lavadora que nos acompaña durante tantas horas al día, el pasear por nuestras calles, tan conocidas y siempre recordadas, ese café con mis amigos en la que la conversación deriva casi siempre hacia los mismos temas en los que sé que voy a sentirme relajado y sin problemas.

Y así, recordando lo cotidiano, me doy cuenta que es esto lo que me ha formado, lo que me ha hecho ser quien soy. Son esas pequeñas decisiones del día a día, las que han ido dando forma sin darme cuenta a todo lo que soy. Esas cosas, esos sitios, esas personas que volveré a ver con un semblante renovado, sabiendo que de alguna manera son mías, consciente de que las elegí  hace tiempo y vuelvo a elegirlas cada vez que vuelvo.

Recordando también que voy a volver a lo de siempre y que lo veré nuevo, diferente.

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sábado, 16 de noviembre de 2024

Camino de Geiranger. 1 de septiembre de 2024.

     “El amplio objeto de un viaje no es poner el pie en tierra extraña; es poner el pie, al fin, en nuestro propio país como en una tierra extraña” (G. K. Chesterton) 



Camino de Geiranger. 1 de septiembre de 2024.

Todos los días invariablemente pienso en el futuro. Más si cabe en estos días en que me encuentro en Geiranger, de ahí que el futuro me influya y que llegue a convertirse en muchos momentos en el centro de mi atención, la cuestión es que pensar continuamente en el futuro me resulta algo casi natural y espontaneo y que, sin embargo, está rodeado de algunos problemas.

El principal problema que me encuentro es que en realidad el futuro no existe. Cuando por la mañana salgo del camping y pienso a donde quiero llegar, no tengo la seguridad de que mi “plan” se vaya a convertir en realidad. Por eso, muchas veces me sorprendo al estar tan pendiente del futuro. Porque ese futuro es un enigma lleno de incógnitas, un misterio que en su mayor parte no está bajo mi control.

Es verdad que muchas de las previsiones que hago sobre cómo se va a desarrollar el día terminan haciéndose realidad. Cuando me dirijo a un camping para acampar, es casi seguro que estará abierto. Pero en ocasiones no lo está, y mi expectativa se convierte en sorpresa o en desengaño. Lo que digo del camping vale para cuestiones también mucho más importantes.

La cuestión es que durante un viaje algunas previsiones se hacen realidad, otras quedan completamente desfiguradas, y en muchas ocasiones ocurren las cosas en parte como las habíamos previsto y en parte dándose la vuelta con situaciones insospechadas. A pesar de que muchas veces mis previsiones no se han cumplido vivo el presente prestando demasiada atención al futuro.

Y es que resulta sorprendente que las cosas nos sucedan como habíamos previsto: que lleguemos a la hora prevista al camping, que nuestra parcela reúna las condiciones que esperábamos, y que el precio sea, de verdad, mejor de lo que pensábamos.

Sí, es sorprendente que el futuro se desarrolle como habíamos pensado, a pesar de la gran cantidad de variables que existen, que desde el café de la mañana hasta que entremos en el saco de dormir haya sido según lo previsto. Es difícil que esto nos suceda y por eso cuando sucede hay que estar agradecidos.

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miércoles, 13 de noviembre de 2024

Camino de Geiranger. 30 de agosto de 2024.

     “El amplio objeto de un viaje no es poner el pie en tierra extraña; es poner el pie, al fin, en nuestro propio país como en una tierra extraña” (G. K. Chesterton)

Camino de Geiranger. 30 de agosto de 2024.

Lleva varios días en Suecia y ahora estoy en Noruega, y mirando la desbordante naturaleza que me rodea estaba pensando la pena que se debe tener al perderse estos paisajes con esa extraña luz que los acompaña. Por eso me desconcertó la tasa de suicidio de estos dos países por 100,000 habitantes en este año, Suecia con el 14,9% y Noruega con el 11,8%, una barbaridad si hacemos la cuenta de suicidios en este año. En España estamos en el 7,7% que ya es mucha.

¡Qué en estas tierras no se encuentren razones para seguir viviendo es muy triste!

Tengo la impresión de que muchas veces perdemos la vista, estamos ciegos y no nos damos cuenta, ¡cuántas veces no vemos lo que está delante de nuestras narices! Lo triste no es no encontrar el móvil que tenemos encima de la mesa sino de no darnos cuenta de las maravillas que nos rodean. Se trata de admirar y de querer todo lo que nos rodea. Cuando nos enamoramos de una persona somos capaces de ver cosas en ella que la persona para la que es indiferente es incapaz de ver. Nos tenemos que enamorar de todo lo que nos rodea.

Si no somos capaces de amar todo lo que nos rodea hay que hacer algo, y pararse. Cambiar nuestro punto de vista, dejar de mirar con la razón y mirar con el corazón. Nos hemos olvidado de ver las cosas con el corazón y nos hemos concentrado en conceptos como los de “razón, voluntad o libertad”. Hay que reconocer que nuestro corazón es lo que nos configura y lo que nos distingue.  

¿Como estar triste ante los fiordos noruegos? No ver la alegría del mundo en estos paisajes es vivir momentos de oscuridad, no encontrarle sentido a nada. Hay que mirar de otra manera, dejando las razones, que por ciertas que sean, son sinrazones. Comprender es el modo de mirar. Dice el Diccionario que comprender es “abrazar, ceñir o rodear por todas partes algo”. La mirada comprensiva no se queda en una parte, en lo llamativo. Busca el por qué, mira en profundidad, sabe interpretar, diagnosticar. Abre horizontes.

Pero claro para enamorarnos tenemos que saber lo que es el Amor y así poder amar y, esto, aunque debería de ser fácil, por lo visto no lo es tanto.

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miércoles, 6 de noviembre de 2024

Camino de Geiranger. 29 de agosto de 2024.

     “El amplio objeto de un viaje no es poner el pie en tierra extraña; es poner el pie, al fin, en nuestro propio país como en una tierra extraña” (G. K. Chesterton)

Camino de Geiranger. 29 de agosto de 2024. 



Sí. Me hace falta. De vez en cuanto hace falta un momento regalado. Un paseo que me conduzca a ningún sitio. Un rato para concentrarme en mis pensamientos desconectando mis sentidos, para pensar en nada, para reír sin motivo. Hace falta abandonarme y dejar de estar alerta, falta un momento sereno en el que no haya nada que mostrar, unos momentos de sinceridad sin elegir. Hace falta perder un poco el tiempo, estar en silencio, para encontrarse. Y por eso a veces hay que detenerse.

Todo lo anterior está muy bien, pero creo que esos momentos son complicados, no es fácil enfrentarse a ellos. Plantearse preguntas y no encontrar ninguna respuesta sino un silencio inquebrantable, es duro. Ese silencio incomoda y frustra, y cuanto más se prolonga más disgusta. Además, la frustración se va retroalimentando, haciendo que cada vez te encuentres más desesperado y empiezas a hablar solo sin esperar ya ninguna respuesta.

Sin embargo, hay situaciones en las que esos silencios sin respuesta no molestan, es más, suceden cuando te encuentras junto a una persona a la que quieres mucho, puedes estar en silencio durante horas sin llegar a sentirte incomodo, ya sea en el coche, cocinando o tirados en un sofá. No existe ningún tipo de presión de llenar el silencio, sino que puedes estar haciendo cosas compartiendo espacio y tiempo, siendo la compañía del otro más que suficiente.

Por ello me gustaría aprender a degustar y enfrentarme a esos silencios solitarios en vez de huir de ellos. Aprender a estar acompañado estando solo. Es verdad que en alguna ocasión he intentado mirar en mi interior para descubrir, para saber, y para reconocer que siento. Me han animado con insistencia y con mucha razón a poner atención a esa vida interior, más o menos descontrolada, que se mueve por mis entrañas. Algunas veces a valido la pena, es una labor ardua que implica aceptar y dar por validas nuestras heridas y nuestros miedos, y con ello se consigue una cierta paz y en algunos casos consuelo.

Ese, piensa en ti. Conócete. Acéptate. Abraza lo que eres. Nos lleva, poco a poco, a ir desenmarañando conflictos y resolviendo desasosiegos. Y es verdad que en cierta medida funciona, es que no nos hace ningún bien estar constantemente apartados de lo que nos ocurre por dentro. No podemos tener una vida que deje continuamente en la sombra aquello que pensamos, sentimos o queremos. Quizás seamos capaces de estar así algún tiempo; quizás es posible que necesitemos sobrevivir así en algunos momentos. Pero a la larga tal división es que, simplemente, no funciona.

Y, sin embargo, hay algo en lo que me gustaría hacer hincapié y que no suelo escuchar mucho y es que muchas veces no basta con mirarse por dentro. Que, curiosamente, muchas de nuestras preocupaciones se ordenan si, de alguna manera, somos capaces de aislarlas. Que nuestro mundo interior también se puede arreglar si somos capaces de enfocarlo hacia fuera. Sí, en esos momentos en los que la vida de otra persona pasa a importante incluso más que tu propia vida. Cuando piensas en los demás, cuando conoces los problemas de otros, cuando te unes a su vida, cuando compartes sus miedos. Porque al final resulta que es amando como somos capaces de renacer, como vamos a comenzar a ver las cosas de nuevo.

A veces, quitando nuestro foco de atención en nosotros es como mejor se resuelven nuestros problemas.

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sábado, 2 de noviembre de 2024

Representar un personaje.

         “Cuando un hombre ha encontrado algo que prefiere a la vida es cuando por primera vez comienza a vivir. Una vez que ha despreciado este mundo como un simple instrumento el mundo de convierte en un instrumento musical”. (G. K. Chesterton). 

No tengo dudas de que nos encontramos en una época donde se nos complican mucho las cosas. No se si se trata de que la velocidad con que se transmiten las noticias, o porque llegan a todos los lugares, o por la sobrexposición mediática a la que se encuentran expuestas, o por otras muchas razones, lo cierto es que nuestros líderes, ya sean políticos o de otros ámbitos parece que sienten la necesidad de crearse unos personajes capaces de estar presentes en todo momento en la actualidad. Se crean e interpretan unos personajes que representan los ideales que les gustaría defender y propagar. Y la cuestión es que esos personajes en realidad no muestran la realidad de esas personas, por lo que tarde o temprano esas mascaras terminan por caerse. Por lo que poco a poco van cayendo uno tras otro, dando la impresión de que no va a quedar títere con cabeza. Todo esto me hace desconfiar de las personas que siempre están de plena actualidad.  

La semana pasada vimos cómo comenzaba la caída de Iñigo Errejón, es fácil que ya hiciese tiempo que no viese la contradicción entre el personaje que representaba y la persona. Lo que supuestamente hizo es algo, execrable, condenable y bajo ningún concepto excusable, pero tristemente una realidad mucho más común de la que pudiera parecer.

Tengo la impresión de que la nueva tecnología que nos rodea pone de manifiesto y potencia nuestras partes más oscuras, las redes sociales con sus algoritmos, los historiales de búsqueda que nos llevan continuamente a mostrarnos aquello de lo que estamos intentando huir, hacen que no sea tan fácil controlar o eliminar los problemas que tenemos. No sabemos manejar aquellas dificultades que son capaces de terminar con una relación, un proyecto de años o una opción de vida. Sobre todo, nos sucede más con aquellas que nos parecen controlables, pero que se van volviendo locas sobre todo si no queremos o no podemos mirarlas a la cara. Porque nuestra sociedad hace tiempo que se ha olvidado de enseñarnos quiénes somos, nos hace vivir sin saber quién es uno, hasta que ya es demasiado tarde.

Todo a nuestro alrededor parece que nos impulsa a crearnos una imagen, un personaje que reúna unas ciertas cualidades y pensamos que ese personaje ficticio puede convivir con nosotros sin causarnos daño. Y, somos personas, hacemos muchas veces las cosas mal cuando no las queremos hacer y no somos capaces de hacerlas bien cuando queremos.

Tenemos que saber que la persona es frágil, somos frágiles por muy fuerte que sea la imagen que proyectamos, por tanto tenemos que ser conscientes de lo difícil que son estos tiempos que vivimos y esto nos debería de hacer estar más vigilantes y no confiar tanto en nuestras fuerzas para impedir ciertos comportamientos.