“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton)
Día 43 del viaje a Roma. Roma.
Domingo 11 de mayo de 2025.
Distancia:
Desnivel positivo:
Velocidad media:
Toca hoy asistir al primer rezo del Angelus del nuevo Papa, León XIV, y como estoy viendo y leyendo se va a escudriñar cada palabra que diga como si se tratara de un político en un mitin electoral. ¿Por qué tanto ruido por parte justamente de quienes menosprecian a la iglesia católica?
Me llama la atención que los medios de comunicación que más en contra están sean los que más atención están prestando. Cada palabra es observada con lupa por unos medios que consideran el laicismo, cuando no el agnosticismo o el ateísmo, como credenciales imprescindibles para la vida pública. Solo lo toleran cuando se desarrolla en la intimidad.
Es muy fácil oír decir que la doctrina de la Iglesia Católica es demasiado estricta y que debería de ser más liberal y ceder en algunos aspectos, pero no recuerdo haber leído en las Escrituras nada referente a tener que hacerlo, en cambio hay muchas referencias en contra de apartarse de su doctrina.
¿Qué está pasando? Tengo la impresión de que se juzga a la Iglesia siempre mirando si esta o no de acuerdo con el pensamiento de moda, de lo políticamente correcto. Pero ¿quién ha elegido al pensamiento dominante juez universal de lo que es bueno y verdadero? ¿Y quién es ese juez universal? ¿Naciones Unidas, la OTAN, la Unión Europea, quien? ¿Quién de todos los anteriores no está en declive, en crisis o terriblemente cuestionado? ¿Entonces, quién?
Si miramos la mayoría de las posturas que se están imponiendo en una gran parte de Occidente, el aborto como derecho, la ideología de género, el matrimonio homosexual… resultan ajenas a la mayoría del mundo.
La pretensión de imponer una moral única al resto del planeta es, paradójicamente, una forma de neocolonialismo cultural. Ni el cristianismo oriental, ni el confucianismo, ni el budismo, ni el hinduismo, ni las culturas tradicionales africanas o indígenas suscriben esa visión. Solo una pequeña minoría occidental postcristiana, y profundamente fragmentada, la considera universal sin serlo.
Lo que resulta todavía más sorprendente es que se pretenda que la Iglesia se adapte, que su mensaje coincida con una ideología que apenas tiene 50 años y que ya da muestras de estar pasando de moda.
No tiene sentido. La Iglesia no está llamada a mimetizarse con el mundo, sino a transformarlo. No se buscan aplausos, la Iglesia no existe para agradar al mundo, sino para llevarle la salvación. No es el cristianismo el que debe adaptarse a los valores del mundo moderno, sino la sociedad la que debe redescubrir la verdad que salva y esa es la tarea de la Iglesia.
No podemos tampoco, los cristianos, permitirnos una misericordia deformada que este confundiendo lo que significa acogida con una renuncia a proclamar nuestra verdad. Es verdad que Jesús salvó a la adultera, es cierto, pero también le digo claramente: “Tampoco yo te condeno; vete, y en adelante no peques más.”
Y es que misericordia no es complicidad, hay que tenerlo claro. Así como que, Amor no es confusión. La verdad de Cristo no debemos negociarla para buscar la aprobación de la sociedad. Y no debemos pretender ni esperar que León XIV lo haga.
https://www.instagram.com/vicent1956/?hl=esv